Contracción
de la expresión 'diversidad biológica' expresa
la variedad o diversidad del mundo biológico.
En su sentido más amplio, biodiversidad
es casi sinónimo de 'vida sobre la Tierra'.
El término se acuñó en 1985 y se ha utilizado
mucho en los años noventa, tanto en los
medios de comunicación como en círculos
científicos y de las administraciones públicas.
Se ha hecho
habitual, en parte por comodidad, considerar
tres niveles jerárquicos de biodiversidad
que afectan de manera especial al hombre:
genes, especies y ecosistemas. Pero es importante
ser consciente de que ésta no es sino una
de las varias formas de evaluar la biodiversidad
y que no hay una definición exacta del término
ni, por tanto, acuerdo universal sobre el
modo de medir la biodiversidad. El mundo
biológico puede considerarse organizado
en una serie de niveles de organización
de complejidad creciente; ocupan un extremo
las moléculas más importantes para la vida
y el otro las comunidades de especies que
viven dentro de los ecosistemas. Se encuentran
manifestaciones de diversidad biológica
a todos los niveles. Como la biodiversidad
abarca una gama amplia de conceptos y puede
considerarse a distintos niveles y escalas,
no es posible reducirla a una medida única.
En la práctica, la diversidad de especies
es un aspecto central para evaluar la diversidad
a los demás niveles y constituye el punto
de referencia constante de todos los estudios
de biodiversidad.
Diversidad
de especies
Por
muchas razones, la especie es la moneda
básica de la biología y el centro de buena
parte de las investigaciones realizadas
por ecologistas y conservacionistas. El
número de especies se puede contar en cualquier
lugar en que se tomen muestras, en particular
si la atención se concentra en organismos
conocidos (como mamíferos o aves); también
es posible estimar este número en una región
o un país (aunque el error aumenta con la
extensión del territorio). Esta medida,
llamada riqueza de especies, constituye
una posible medida de la biodiversidad del
lugar y una base de comparación entre zonas.
Es la medida general más inmediata y, en
muchos aspectos, más útil de la biodiversidad.
La riqueza
de especies varía geográficamente: las áreas
más cálidas tienden a mantener más especies
que las más frías, y las más húmedas son
más ricas que las más secas; las zonas con
menores variaciones estacionales suelen
ser más ricas que aquellas con estaciones
muy marcadas; por último, las zonas con
topografía y clima variados mantienen más
especies que las uniformes.
Pese a la importancia que tiene la especie,
no hay todavía una definición inequívoca
de este término. Se han usado criterios
distintos para clasificar las especies en
grupos de organismos diferentes (así, las
especies de bacterias y las de aves se definen
de manera muy distinta) y, con frecuencia,
cada taxónomo aplica criterios distintos
a un mismo grupo de organismos y, por tanto,
identifica un número de especies diferente.
No obstante, no deben exagerarse estas diferencias;
a muchos efectos, hay un acuerdo suficiente
sobre el número de especies presente en
grupos bien estudiados, como mamíferos,
aves, reptiles o anfibios.
El número o riqueza de especies, aunque
es un concepto práctico y sencillo de evaluar,
sigue constituyendo una medida incompleta
de la diversidad y presenta limitaciones
cuando se trata de comparar la diversidad
entre lugares, áreas o países.
Especies endémicas
Cualquier
área contribuye a la diversidad mundial,
tanto por el número de especies presentes
en ella como por la proporción de especies
únicas de esa zona. Estas especies únicas
se llaman endémicas. Se dice que
una especie es endémica de una zona determinada
si su área de distribución está enteramente
confinada a esa zona (el término deriva
de la medicina, que considera endémicas
a las enfermedades limitadas a cierto territorio
y epidémicas a las muy extendidas). Así,
las islas suelen tener menos especies que
las zonas continentales de superficie equivalente,
pero también suelen albergar más especies
que no se encuentran en ningún otro lugar.
En otras palabras: a igualdad de otras circunstancias,
tienen menor riqueza de especies, pero mayor
proporción de especies endémicas. Evaluar
la importancia relativa de estos dos factores
y, por tanto, comparar la importancia de
la biodiversidad de las áreas isleñas y
continentales no es cosa sencilla.
Las áreas ricas en especies endémicas pueden
ser lugares de especiación activa o de refugio
de especies muy antiguas; sea cual sea su
interés teórico, es importante para la gestión
práctica de la biodiversidad identificar
estas áreas discretas con proporciones elevadas
de endemismos. Por definición, las especies
endémicas de un lugar determinado no se
encuentran en ningún otro. Cuanto menor
es el área de endemismo, mayor es el riesgo
de que las especies endémicas sufran cambios
de población de origen determinista o aleatorio.
Aunque todas pueden ser vulnerables a un
mismo episodio de modificación del hábitat,
por el mismo motivo pueden también beneficiarse
de una misma medida conservacionista. Es
deseable identificar estas oportunidades
de emprender acciones de conservación rentables.
Los endemismos pueden también definirse
en términos de límites nacionales. Esto
tiene una importancia enorme para la conservación
de la diversidad biológica, porque, casi
sin excepción, las acciones de conservación
y gestión se aplican y mantienen a escala
de política nacional. Esto es así con independencia
del origen del asesoramiento científico
o el apoyo financiero de las medidas adoptadas.
Otros
aspectos de la diversidad de especies
Además
de la riqueza de especies y las especies
endémicas, una posible medida de la biodiversidad
la daría la magnitud de las diferencias
entre especies. Una forma de evaluar este
aspecto se basa en el contenido informativo
del sistema de clasificación o taxonómico.
Las especies similares se agrupan en géneros,
los géneros similares en familias, las familias
en órdenes y así sucesivamente hasta el
nivel más elevado, que es el reino. Esta
organización taxonómica es un intento de
representar las verdaderas relaciones entre
organismos, es decir, de reflejar la historia
de la evolución, pues se considera que las
especies agrupadas en un mismo género están
más estrechamente relacionadas que las pertenecientes
a géneros distintos, y lo mismo para los
demás niveles taxonómicos. Ciertos taxones
superiores tienen miles de especies (o millones
en el caso de los escarabajos, que forman
el orden de los Coleópteros), mientras que
otros sólo tienen una. Las especies muy
distintas (clasificadas en familias u órdenes
diferentes) contribuyen por definición más
a la biodiversidad que las similares (clasificadas
dentro de un mismo género). Por tanto, según
esta medida mejorada de la biodiversidad,
si hay que elegir entre conservar uno de
dos lugares con igual número de especies,
sería mejor elegir el que alberga mayor
número de especies esencialmente distintas
frente al que mantiene especies más afines.
Algunos científicos llevan este argumento
más lejos y sugieren que la diversidad se
mide mejor a niveles taxonómicos superiores
(género o familia, por ejemplo) que al de
especie.
La importancia ecológica de la especie puede
ser también considerable, pues algunas especies
clave desempeñan una importante función
en el mantenimiento de la diversidad de
una comunidad de otras especies. Estas especies
clave agrupan los organismos descomponedores,
los depredadores de nivel más alto, los
polinizadores, entre otros. En general,
los árboles grandes aumentan la biodiversidad
local porque proporcionan numerosos recursos
naturales para otras especies (aves nidificadoras,
epifitos, parásitos, herbívoros que se alimentan
de frutos, y muchos otros organismos). Pero
todavía no hay forma de cuantificar esta
clase de función de sostenimiento ni de
comparar su magnitud para distintos grupos.
Diversidad
genética
Las
diferencias entre organismos individuales
tienen dos causas: las variaciones del material
genético que todos los organismos poseen
y que pasa de generación en generación y
las variaciones debidas a la influencia
que el medio ambiente ejerce sobre cada
individuo. La variación heredable es la
materia prima de la evolución y la selección
natural y, por tanto, constituye en última
instancia el fundamento de toda la biodiversidad
observable actualmente. Depende en lo esencial
de las variaciones que experimenta la secuencia
de los cuatro pares de bases que forman
los ácidos nucleicos, entre ellos el ácido
desoxirribonucleico o ADN, base del código
genético en la inmensa mayoría de los organismos.
Los individuos adquieren nuevas variaciones
genéticas por mutación de genes y cromosomas;
en organismos que se reproducen sexualmente,
estos cambios se difunden a la población
por recombinación del material genético
durante la división celular que antecede
a la reproducción sexual.
Las poblaciones que forman una especie comparten
una reserva de diversidad genética, aunque
la herencia de algunas de tales poblaciones
puede diferir sustancialmente de la de otras,
en especial cuando se trata de poblaciones
alejadas de especies muy extendidas. Si
se extinguen poblaciones que albergan una
proporción considerable de esta variación
genética, aunque persista la especie, la
selección natural cuenta con un espectro
de variedad genética menor sobre el que
actuar, y las oportunidades de cambio evolutivo
pueden verse relativamente mermadas. La
pérdida de diversidad genética dentro de
una especie se llama erosión genética,
y muchos científicos se muestran cada vez
más preocupados por la necesidad de neutralizar
este fenómeno.
La diversidad genética es particularmente
importante para la productividad y el desarrollo
agrícolas. Durante siglos, la agricultura
se ha basado en un número reducido de especies
vegetales y animales, pero, sobre todo en
el caso de las plantas, se ha desarrollado
un número extraordinariamente elevado de
variedades locales. Esta diversidad de recursos
genéticos vegetales tiene en muchos casos
ventajas prácticas reales; si un agricultor
de subsistencia, por ejemplo, planta cierto
número de variedades de una especie, quedará
en cierto modo asegurado frente al riesgo
de perder toda la cosecha, pues es poco
común que las condiciones climatológicas
adversas o los parásitos afecten por igual
a todas ellas. A medida que los hábitats
naturales se han visto desplazados por otros
usos del suelo, con la consiguiente destrucción
de formas silvestres de plantas cultivadas
que podrían ser necesarias con fines de
selección, y a medida que los modernos sistemas
de cultivo intensivo se han ido concentrando
en un número muy reducido de variedades
comerciales, se hace más urgente la necesidad
de identificar y conservar los recursos
genéticos vegetales y animales. Aunque,
en este ámbito particular, es posible localizar
y medir aspectos de diversidad genética,
no hay forma práctica de responder a la
pregunta general de cuál es la diversidad
genética presente en una zona determinada,
y mucho menos a escala global; por tanto,
la pregunta no tiene sentido a este nivel.
Diversidad
de los ecosistemas
Éste
es sin duda el peor definido de todos los
aspectos cubiertos por el término biodiversidad.
Evaluar la diversidad de ecosistemas, es
decir, la diversidad a escala de hábitat
o comunidad, sigue siendo un asunto problemático.
No hay una forma única de clasificar ecosistemas
y hábitats. Las unidades principales que
actualmente se reconocen representan distintas
partes de un continuo natural muy variable.
La diversidad de los ecosistemas puede evaluarse
en términos de distribución mundial o continental
de tipos de ecosistemas definidos con carácter
general, o bien en términos de diversidad
de especies dentro de los ecosistemas. Hay
varios esquemas de clasificación mundial,
que hacen mayor o menor hincapié en el clima,
la vegetación, la biogeografía, la vegetación
potencial o la vegetación modificada por
el hombre. Estos esquemas pueden aportar
una visión general de la diversidad mundial
de tipos de ecosistemas, pero proporcionan
relativamente poca información sobre diversidad
comparativa dentro de los ecosistemas y
entre ellos. La diversidad de ecosistemas
suele evaluarse en términos de diversidad
de especies. Esto puede abarcar la evaluación
de su abundancia relativa; desde este punto
de vista, un sistema formado por especies
presentes con una abundancia más uniforme
se considera más diverso que otro con valores
de abundancia extremos.
¿Cuál
es la magnitud de la biodiversidad?
En
esta sección se aborda la biodiversidad
en términos de riqueza de especies. El número
de especies que pueblan la Tierra es enorme,
pero se desconoce incluso con un margen
de un orden de magnitud. Hasta la fecha
se han descrito cerca de 1,7 millones de
especies. En este contexto, descripción
significa que se han descubierto ejemplares,
se han recogido muestras, se han llevado
a un museo, se han identificado como especies
nuevas y, por último, se han descrito y
nombrado con carácter formal en una publicación
científica. Las estimaciones del número
total de especies que podría haber en el
mundo se basan sobre todo en el número de
especies hasta la fecha desconocidas que
se han descubierto en zonas tropicales muestreadas
meticulosamente y en la proporción que representan
dentro del conjunto de muestras recogido.
Estas estimaciones oscilan entre 5 y casi
100 millones de especies. Se ha propuesto
un valor de aproximadamente 12,5 millones
como estimación conservadora útil.
Sin duda, la mayor parte de las especies
que viven en la Tierra continúan siendo
desconocidas. El grupo mejor inventariado
es, con diferencia, el de los animales vertebrados.
En las últimas décadas se han descrito cerca
de 200 nuevas especies de peces, frente
a sólo una veintena de mamíferos y entre
una y cinco especies de aves. Algunas de
estas especies son realmente nuevas, pero
muchas descripciones nuevas son consecuencia
de la división en varias especies de lo
que se tenía por una especie única. Pese
a la idea generalizada de que no queda por
descubrir ningún mamífero de gran tamaño,
hace poco se han encontrado en Vietnam del
Norte tres especies nuevas que responden
a esta descripción.
Cada año se describen miles de insectos
nuevos. De hecho, hay base para suponer
que, con excepción de mamíferos y aves,
el único factor que limita el número de
especies nuevas descritas es el número de
taxonomistas activos y el ritmo con el que
son capaces de estudiar ejemplares nuevos.
Hay muchas más especies descritas de insectos
que de cualquier otro grupo. Aunque recientemente
se ha sugerido que los nematodos, hongos,
microorganismos y coleópteros engloban un
número de especies muy superior al que antes
se creía, según algunas estimaciones de
la riqueza global de especies la mayor parte
de la vida terrestre estaría formada por
insectos.
¿Qué
está ocurriendo con la biodiversidad?
Es
ahora motivo común de inquietud el hecho
de que las actividades humanas han reducido
la biodiversidad a escala mundial, nacional
y regional y que esta tendencia continúa.
Esto se manifiesta en la pérdida de poblaciones
vegetales y animales, en la extinción y
el agotamiento de especies y en la simplificación
de comunidades y ecosistemas. Hay dos formas
de evaluar el agotamiento de la biodiversidad:
la investigación y la observación directas
y la elaboración de hipótesis de lo que
puede ocurrir sobre la base de lo que actualmente
se sabe.
El análisis de restos animales (sobre todo
huesos y conchas de moluscos) y de datos
históricos revela que desde el comienzo
del siglo XVII se han extinguido unas 600
especies. Desde luego, esto no constituye
el cuadro completo, pues muchas especies
se han extinguido sin que la humanidad tenga
conocimiento de ello. Cerca de las tres
cuartas partes de estas extinciones conocidas
han ocurrido en islas, como consecuencia
de la ocupación por colonos; las causas
han sido la sobreexplotación, la destrucción
de hábitats y el impacto causado por la
introducción de animales. Las extinciones
registradas han aumentado mucho desde principios
del siglo XIX hasta mediados del XX, y han
disminuido desde entonces. Este descenso
aparente puede ser consecuencia de las iniciativas
de conservación adoptadas en el curso de
las últimas décadas, o bien reflejar el
hecho de que pueden pasar muchos años entre
la última vez que se ve una especie y el
momento en que puede registrarse como extinguida
con cierta seguridad. De hecho, se han redescubierto
varias especies que se consideraban extinguidas.
Cerca de 6.000 especies animales se consideran
amenazadas de extinción porque está disminuyendo
el número de individuos que las forman,
porque se están destruyendo sus hábitats
a consecuencia de la sobreexplotación o
porque, sencillamente, se ha limitado mucho
su área de distribución. Aunque es un número
considerable, el estado de conservación
de la mayor parte de las especies sigue
sin evaluar. Se han estudiado las aproximadamente
9.700 especies de aves que hay en el mundo,
pero sólo cerca de la mitad de los 4.630
mamíferos y proporciones pequeñas de otros
vertebrados. Se ha examinado un número relativamente
reducido de las más de 250.000 especies
de plantas superiores y, aunque se dispone
de cierta información sobre mariposas, libélulas
y moluscos, en términos reales no se ha
evaluado, ni probablemente se evaluará jamás,
ni una sola de los muchos millones de especies
de invertebrados que viven en la Tierra.
Observaciones de campo han confirmado que
hay una relación entre el tamaño de un área
y el número de especies que contiene. Una
generalización sugiere que si una mancha
de hábitat se reduce hasta la décima parte
de su superficie original, es probable que
pierda la mitad de las especies que tenía.
Puede utilizarse esta relación entre área
y especies para predecir las tasas de extinción.
Como la mayor parte de las especies viven
en las selvas tropicales húmedas, suscita
especial inquietud la influencia que la
tala y la modificación de estos hábitats
pueda ejercer sobre la extinción de especies.
Aunque no cuentan con mucho apoyo, si se
toman como punto de partida las estimaciones
más elevadas de riqueza de especies de los
trópicos húmedos, la relación entre especies
y área sugiere que las tasas mundiales de
extinción podrían ser extremadamente altas.
Los medios de comunicación han prestado
mucha atención a estas tasas de extinción
elevadas, pero es importante tener en cuenta
el fundamento en que se basan.
Numerosos individuos, organizaciones y países
han trabajado en las últimas décadas para
identificar poblaciones, especies y hábitats
amenazados de extinción o degradación y
para invertir estas tendencias. Los objetivos
comunes son gestionar más eficazmente el
mundo natural para mitigar la influencia
de las actividades humanas y, al mismo tiempo,
mejorar las opciones de desarrollo de los
pueblos desfavorecidos. Muchos conservacionistas
esperan que la historia demuestre que el
año 1992 ha constituido un punto de
inflexión. En junio de ese año se presentó
a la firma el Convenio sobre Diversidad
Biológica en la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo,
celebrada en Río de Janeiro. El Convenio
entró en vigor a finales de 1993, y a principios
de 1995 lo habían firmado más de cien países;
esto significa que están de acuerdo con
sus fines y que harán todo lo posible por
cumplir con sus disposiciones.
Los objetivos generales del Convenio son:
conservar la diversidad biológica, utilizar
una biodiversidad sostenible a largo plazo
y compartir lealmente las ventajas del uso
de los recursos genéticos (en selección
vegetal y biotecnología, por ejemplo). Las
dificultades son muchas e imponentes, pero
el Convenio constituye el único marco mundial
amplio para planificar y emprender las acciones
necesarias. En él se declara explícitamente
que, aun cuando los países tienen la responsabilidad
de la biodiversidad dentro de sus fronteras,
la planificación eficaz exige tener en cuenta
el contexto mundial y que los países en
desarrollo necesitarán el apoyo de todos
los demás.
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