Un informe
del Consejo Mundial de Energía
reveló que el consumo
global de electricidad en todo
el mundo podría aumentar
en un 75 por ciento para el
año 2020. Este pronóstico,
junto a las probables restricciones
en el petróleo (por la
probable guerra con Irak) y
la necesidad de apelar a fuentes
energéticas cada vez
menos contaminantes, abren la
expec-tativa hacia las denominadas
fuentes de energía
alternativas. El uso de
la fuerza de los vientos, del
sol, de las mareas y cursos
de agua, instalan otro debate
que muy difícilmente
sea superado en lo inmediato.
Se estima
que en la actualidad, a nivel
mundial, los combustibles fósiles
carbón, petróleo
y gas aportan un 63 por
ciento de la producción
eléctrica. La energía
hidroeléctrica representa
casi un 20 por ciento, la nuclear
el 17 por ciento, la geotérmica
el 0,3 por ciento, mientras
que la solar, eólica
(molinos de viento) y biomasa
(vegetales convertidos en leña)
contribuyen en conjunto con
menos del uno por ciento del
total.
La prevalencia
del petróleo en la generación
de electricidad abre además
otro interrogante: qué
sucederá cuando se registre
la escasez mundial de este combustible
si, como se piensa, eso ocurriría
dentro de medio siglo, de continuar
el consumo actual.
Un nuevo
desafío
Las entidades
ecologistas insisten en la necesidad
de potenciar el uso de las energías
alternativas, que no se agotan
y son más limpias.
El anhídrido carbónico
remanente de los procesos de
combustión de los derivados
del petróleo y los temores
que genera la energía
nuclear, proveen algunas de
las razones.
De todas maneras,
públicamente se admite
que no se trata solamente de
evaluaciones técnicas
sobre la conveniencia de determinado
sistema de generación
energético, sino que
en medio hay una fuerte puja
de intereses económicos.
Juan Carlos
Villalonga, coordinador de energía
de Greenpeace Argentina, señala
que la energía que proviene
de los hidrocarburos, como también
la de origen nuclear, reciben
subsidios enormes, mientras
que para las energías
alternativas no hubo hasta ahora
ningún apoyo oficial.
Ese razonamiento
tiene su correlato en las cifras
de uso de las diversas formas
de energía en la Argentina.
Según un informe de la
Comisión Nacional de
Energía Atómica
(Cnea), entre 1996 y 1997, la
energía térmica
(proveniente de hidrocarburos)
fue del 52 por ciento; la de
origen hidráulica, 36
por ciento; la nuclear, 12 por
ciento; mientras que las otras
fuentes alternativas compartían
sólo el 0,01 por ciento.
Ventajas
y desventajas
Al momento
de comparar la mejor opción
entre las alternativas energéticas,
persiste la disparidad de criterios.
Quienes cuestionan el uso de
la energía eólica,
por ejemplo, afirman que es
un sistema poco competitivo
económicamente a gran
escala y produce polución
sonora por las aspas de los
molinos, además de la
matanza de pájaros que
chocan contra las turbinas.
En el caso
de la energía solar,
se menciona que tanto en la
fabricación como en la
eliminación de celdas
solares se utilizan sustancias
químicas altamente contaminantes.
Pero tales
argumentos son refutados a partir
del progresivo deterioro del
medio ambiente por la polución
de los derivados del petróleo,
y por los peligros no del todo
eliminados en la manipulación
de materias radiactivas. El
dióxido de carbono que
se genera al quemar combustibles
fósiles, es considerado
actualmente como una de las
fuentes que contribuyen mayoritariamente
al recalentamiento global del
planeta (efecto invernadero).
La situación
en Argentina
La energía
solar en nuestro país
tiene una aplicación
muy relativa, restringida a
zonas rurales alejadas de los
tendidos de redes de distribución
pública. También
se ha iniciado la instalación
de este sistema como fuente
de calefacción de viviendas
individuales, para el calentamiento
de agua y electrificación
de pequeños establecimientos,
como escuelas, sin llegar a
aplicaciones a gran escala.
En tanto,
la energía eólica
tuvo en la última década
en el país un crecimiento
importante. A fines de 1990,
la potencia instalada era casi
inexistente, mientras que siete
años después la
generación superaba los
12 mil kW. El gran salto se
registró durante el 2001,
cuando se incorporaron 11.760
kW, lo que llevó el total
instalado a los 25.660 kW actuales.
La región
patagónica presenta condiciones
ideales para la producción
de este recurso. Lo demuestran
las instalaciones de los molinos
generadores en Santa Cruz, Chubut.
Neuquén, La Pampa y sur
de la provincia de Buenos Aires.
Se favorece
la economía del petróleo
Un inmenso
potencial de energía
renovable en Argentina está
esperando decisiones para ponerlo
al servicio de la gente y del
medio ambiente. Eso piensa Juan
Carlos Villalonga, coordinador
de Energía de Greenpeace
Argentina, quien asegura que
los intereses económicos
y el insuficiente apoyo estatal
impiden que ese desarrollo.
¿Cuál
es la situación de la
energía renovable en
el país?
Si
bien Argentina tiene en todas
un buen potencial, la eólica
y la solar son las que tienen
más chances de tener
una expansión generalizada,
ya que dependen menos de condiciones
muy específicas.
¿Qué
avances hubo en los últimos
años respecto a este
tipo de energía?
En
1998 se sancionó la Ley
Nacional de Energía Eólica.
Lamentablemente hubo dos problemas:
no se reglamentó a tiempo
y recién comenzó
a instrumentarse a mediados
de 2001, lo que hizo que no
tuviera la credibilidad suficiente.
La crisis de finales de 2001
llevó a pensar que las
inversiones para producir electricidad
son casi imposibles en cualquier
tecnología.
¿Cuál
es el desarrollo de la energía
solar en Argentina?
Se
trata también de un desarrollo
incipiente y está vinculado
básicamente al uso de
zonas rurales aisladas. La utilización
de la energía solar fotovoltaica
es muy importante ya que, aún
en la Argentina existen casi
dos millones de personas y unas
dos mil escuelas rurales sin
electricidad.
¿Es
más económico
el uso de energía renovable?
En
el caso de energía eólica,
su única competencia
en Argentina en términos
de costos, es la producción
de electricidad con gas natural.
En cuanto a energía solar,
esta producción se ubica
entre las más caras,
porque se encuentra en un círculo
vicioso, es decir, la demanda
sigue siendo pequeña
y por lo tanto, la escala de
producción continúa
siendo baja, lo que hace que
los precios sean elevados.
La
guerra que pretende llevar adelante
Estados Unidos contra Irak,
¿puede favorecer el negocio
de la energía renovable?
De
algún modo, esta guerra
es motorizada por las compañías
petroleras para justamente sostener
un suministro de petróleo
barato. Por eso, no creo que
la guerra favorezca las renovables,
todo lo contrario, intenta seguir
favoreciendo una economía
basada en el petróleo.
Fuente: Diario
La Voz del Interior
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