La degradación
ambiental y las injusticias sociales
son tan corrientes en estos tiempos
que hasta llegan a parecer aceptables.
Por eso no llama la atención
que entre los mayores desafíos
que enfrenta en la actualidad Latinoamérica
se halle el encontrar una solución
a los problemas de la urbanización
de la población y a la deforestación
creciente. Cerca de tres cuartas partes
de la población habita en ciudades,
en muchas de las cuales el aire contaminado
amenaza la salud y dónde la
escasez del agua potable es bastante
común, y la recolección
de residuos y su posterior transformación
también constituye un importante
problema medioambiental.
La reducción
y destrucción de los recursos
forestales se nota sobre todo en la
selva amazónica, con la consiguiente
amenaza para la biodiversidad, tanto
así que se estima que unas
1.300 especies vertebradas están
seriamente amenazadas. La región
tiene la mayor superficie de tierra
cultivable del planeta, pero la erosión
y el desgaste de los suelos está
amenazando parte de esos territorios.
Si bien en los últimos años
aumentó la preocupación
por la ecología y surgieron
numerosas instituciones dedicadas
al tema, aún sigue siendo difícil
la implementación de políticas
medioambientales por la falta de financiación,
tecnología, personal formado
y, en muchos casos, debido a la ausencia
de un marco legal apropiado.
Desde un punto de
vista positivo, muchos países
tienen, gran potencial para poner
freno a la emisión de gases
que provocan el efecto invernadero,
dando a la región fuentes CIQ-,
energía renovables. Si, como
suele decirse, nadie quiere optar
por suicidarse, existe todavía
una luz de esperanza si se comprende
que si bien hasta ahora fue posible
sobrevivir sin grandes transformaciones,
la necesidad de cambios es ahora imprescindible.
Aunque en una coyuntura
de graves problemas que deben resolverse
en lo inmediato -sobre todo en la
Argentina- se pueda creer que es frívolo
el fijar la vista sobre cuestiones
cuya urgencia es obviamente menor,
debe acotarse que urgencia no es sinónimo
de importancia. En síntesis,
mantener vivo el debate acerca de
los grandes temas de la civilización
occidental y del continente en que
habitamos, se erige en deber central
de todos aquellos que saben que la
perspectiva del futuro resulta clave
a la hora de dar el siguiente paso,
por corto e intrascendente que éste
parezca.
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