Mil cien millones
de personas no acceden al agua potable.
Dos millones y medio no tienen servicios
de luz eléctrica. Más
de un millón de chicos menores
de 5 años se muere por año
de diarrea por agua no segura. Al
ambiente que los rodea no parece irle
mejor: durante la década pasada,
se perdieron 14,6 millones de hectáreas
de bosques (el dos por ciento de la
cobertura mundial) y se extinguieron
60 especies de animales, entre otros
cambios. Con este panorama, hoy que
es el Día Mundial del Medio
Ambiente no hay mucho para festejar.
A tal punto que
el lema elegido para este año
por las Naciones Unidas es: "Demos
a la tierra una oportunidad".
Su secretario general, Kofi Annan,
señaló en un discurso
los problemas más acuciantes:
"La pobreza, la contaminación
y la expansión demográfica;
la pobreza rural y la urbanización
apresurada; las costumbres de consumo
irresponsable y la creciente demanda
de agua, tierra y energía continúan
ejerciendo enormes presiones sobre
los sistemas de sustento de vida del
planeta".
Pese a las advertencias,
las negociaciones políticas
entre los países para empezar
a cambiar la situación del
planeta están empantanadas.
Este año, entre el 26 de agosto
y el 4 de setiembre, se hará
una cumbre mundial sobre el desarrollo
sustentable en Sudáfrica, diez
años después de la Reunión
de Río de Janeiro en 1992.
Sin embargo, todavía
los delegados de los países
no se han puesto de acuerdo en (por
lo menos) elaborar un documento base
para llevar a la cumbre, a la que
asistirán más de cien
presidentes. Desde el 27 de mayo,
están reunidos en Bali, Indonesia,
y se han propuesto elaborar un plan
de acción que cubra campos
como el agua y la salubridad, la energía,
la salud, la agricultura y la biodiversidad.
Emil Salim, uno
de los responsables de organizar este
encuentro preparatorio, admitió
que las diferencias entre países
son enormes: "Como en toda negociación,
cada país guarda su as en la
manga y sólo lo muestra en
el último momento, como está
ocurriendo ahora". Hay todo tipo
de discusiones. Los países
en vías de desarrollo pidieron
que haya más claridad en la
forma de financiar el desarrollo sostenible,
mientras que los países ricos
les piden a los primeros abran más
sus mercados.
Estados Unidos y
otros países como Japón,
Australia y Canadá son contrarios
a la idea de fijar nuevos retos y
calendarios en cuestiones como las
fuentes de energía renovables,
según informó AFP.
En cambio, como
bloque conjunto, América Latina
y los países del Caribe están
proponiendo que todo el mundo se comprometa
a que el uso de las energías
renovables como la producida
por el viento alcance al 12
por ciento de la matriz energética
mundial en el año 2010 (hoy
alcanzan al 2,2 por ciento), según
contó el titular de la Secretaría
de Ambiente y Desarrollo Sustentable
de la Argentina, Carlos Merenson.
Según el
funcionario, Latinoamérica
tiene varios problemas en común.
Uno es la pérdida de la biodiversidad
por el avance de la deforestación
y por la desertificación de
sus suelos. Otra cuestión es
el mal manejo de las cuencas de agua
dulce de la región, que sufren
por la contaminación y por
la sedimentación. "El
tercer problema, aunque no menos preocupante,
es el tratamiento de los residuos,
tanto los domiciliarios como los peligrosos,
en especial en las ciudades, como
Buenos Aires".
A pesar de que se
han encontrado coincidencias, la negociación
no es fácil para los delegados
latinoamericanos en Bali. "Nuestro
bloque no está dispuesto a
fijar otras metas cuantitativas, que
quieren algunos países desarrollados,
porque muchas no se conseguirán
nunca o no tienen sustento científico",
comentó Merenson.
Oficialmente, la
cumbre de Sudáfrica se llamó
"Río +10" (www.johannesburgsummit.org).
Pero Merenson comentó que algunos
la llaman ahora "Río -10".
"Si bien hay una mayor conciencia
ambiental de los ciudadanos, no se
percibe un espíritu político
a favor de una alianza que sea capaz
de cambiar algo", opinó.
Organizaciones ecologistas
como Greenpeace parecen coincidir.
"Desde la cumbre de Río
de Janeiro de 1992, la degradación
ambiental continuó aumentando.
Sabemos cuáles son las soluciones.
El único ingrediente que falta
es la voluntad política",
sostuvo Remi Parmentier, integrante
de Greenpeace Internacional.
Valeria Román,
de la redacción de Clarín
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