Ayer se cumplieron
16 años de las inun-daciones
en Empalme Graneros. Más allá
de la catástrofe, el fenómeno
marcó un quiebre en la historia
del barrio.
Evolucionó
en cuanto a infraestructura y construcciones,
pero aparecieron otros pro-blemas.
La marginación y la desocupación
son tan graves y preocupantes como
eran los desbordes del arroyo Ludueña
por entonces.
La gente ahora
puede disfrutar de una noche de lluvia,
aunque con el viento sobrevuelan los
fantasmas de la crecida. La presa
retardadora fue el resultado de un
movimiento de los vecinos, que bien
puede ser un modelo de organización.
Nunca
Más Inundaciones (Numaín)
fue la agrupación que luchó
para concretar la presa del Ludueña.
Después se disolvió,
pero quedó un grupo de voluntarios
que se juntan ante cada amenaza de
una crecida o para seguir luchando
por las tareas complementarias.
Las
inundaciones de 1986 fueron una "catástrofe
histórica y sin precedentes",
según el intendente de la época,
Horacio Usandizaga. Afectó
a siete barrios y miles de rosarinos
fueron evacuados. El desborde del
Ludueña anegó durante
tres días las calles y las
viviendas de Empalme, hubo vecinos
que permanecieron en los techos y
otros se mudaron a los terraplenes
del ferrocarril.
El
doctor Daniel Gurevich tenía
34 años cuando tuvo que sacar
las historias clínicas de sus
pacientes a la calle porque se le
inundó la casa. Hoy recuerda
la bronca que tuvo con la gente que
fue a mirar la desgracia ajena. Ese
sentimiento se repite en varios testigos
del momento. Es que el barrio siempre
estuvo encerrado y la única
salida era la calle Paso.
La
bronca se tradujo en lucha y así
nació Numaín, a una
semana de la inundación y bajo
la forma de una asamblea popular.
"Fue como una forma de resolver
los duelos y empezar de nuevo",
admite el comerciante Daniel Pavoni
(43 años).
El
movimiento se gestó a partir
de la unión de la gente, más
allá de las diferencias. "Se
juntaron el cura, el comunista, el
empresario y el obrero. A todos les
llegó el agua", rememora
Leonildo Foresto (77), pionero del
grupo junto a otros que ya no están,
como Virginio Ottone, el padre Gullián
o Domingo Polichiso.
Numaín
no se quedó en el reclamo y
siguió hasta conseguir la obra.
Tuvo dirigencia, organización
y objetivos claros, justos y plurales.
Peleó por una inversión
que benefició a otros trece
barrios y a una población de
200 mil personas. Participaron voluntades
de otras zonas y se complementó
la fuerza de los jóvenes con
el tesón de los más
viejos.
Su
gente golpeó puertas y encontró
respuestas. El Estado invirtió
unos 50 millones de dólares
entre la presa, el aliviador, el entubado
y otros trabajos.
Una
vez concluida la tarea, los dirigentes
del movimiento se fueron a casa. Hoy
algunos están en una especie
de comité de emergencia, "por
las dudas", y todavía
pelean por lo que falta: canalizar
el arroyo Ibarlucea por fuera del
municipio de Rosario y el Ludueña
desde Newbery hasta la presa.
A
pesar de la obra, en los vecinos está
presente el fantasma de un nuevo desborde.
"Ante cada lluvia se va a ver
cómo viene el arroyo, o frente
a una inundación, por más
lejana que sea, la gente te pregunta
qué puede pasar aquí",
reconoce el titular de la vecinal,
Osvaldo Ortolani, cuya vivienda también
se inundó.
Es
increíble que hoy, a una cuadra
de tubos de 8 metros de diámetro,
haya familias que todavía se
inunden. No por el arroyo, sino debido
al agua que se estanca en las zanjas
por falta de mantenimiento.
Empalme
cambió después de la
inundación. Llegó el
progreso: se mejoró el 98 por
ciento de las calles, que eran de
tierra; ensancharon la avenida Paso;
abrieron nuevas salidas (Solís,
Génova); hubo nuevas edificaciones
y aumentaron los índices demográfico
y poblacional.
Claro
que los problemas ahora son otros.
El barrio toba multiplicó sus
habitantes y se consolidó la
villa. En ese sector, la desocupación
trepa al 90 por ciento y en el resto
de la zona al 60. Allí se dio
el primer aviso en los saqueos de
diciembre pasado.
En
muchos anida el germen de un nuevo
movimiento que pasa por otro "nunca
más", como lo fue el de
las inundaciones que se les volvió
imborrable.
El
recuerdo
A 16
años de su conformación,
la gente de Numaín recuerda
a tres pioneros del movimiento que
hoy ya no están. Son el vecinalista
Virginio Ottone, el sacerdote Agustín
Gullián y el ilustre vecino
Domingo Polichiso.
27 de abril de 2002
- Sergio Roulier para La
Capital
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