Viento
y más viento. Es sabido que
la geografía de la Patagonia
es cruzada por el viento sin descanso.
Hay quienes se quejan. Y quienes supieron,
con inteligencia, aprovechar a ese
acompañante. La instalación
de molinos que producen energía
eólica fue una respuesta para
canalizar esa realidad, que a veces
es brisa y otras ventarrón.
Se trata de una de las pocas energías
limpias que existen en el mundo. Además
es renovable: un recurso permanente,
gratuito y que no contamina el medio
ambiente. Pocas veces economía
y ecología van tan de la mano.
En la chubutense
ciudad de Comodoro Rivadavia, una
verdadera capital del viento, la iniciativa
estuvo en manos de una cooperativa,
la Sociedad Cooperativa Popular Limitada
(SCPL). Con la reciente instalación
de los últimos molinos, en
diciembre, armaron el parque eólico
más grande de Sudamérica.
Tenían 10 molinos y ahora sumaron
otros 16.
Con los que ya existían
la cooperativa llegó abastecer
a entre 7 y 10% de la electricidad
de Comodoro Rivadavia. Ahora, con
los 16 nuevos, ese número trepará
al 20%, y ha superado los parque éolicos
de Brasil.
En Comodoro la ecuación
ecológica es contundente: se
ahorrará el equivalente a 5.160
toneladas de petróleo y a 5.900.000
metros cúbicos de gas natural.
Y como si fuera poco, con la utilización
de estos molinos no se emiten 39.100
toneladas de anhídrido carbónico,
que sí se arrojarían
al medio ambiente con el uso de otros
tipos de energía.
La idea de la SCPL
a futuro es que este emprendimiento
crezca, pero para eso necesita que
llegue el sistema interconectado patagónico.
Con él, llevarían energía
eólica a otras ciudades y aumentarían
la producción, aunque nunca
se pueda llegar a un 100% de abastecimiento,
porque se necesita de otros tipos
de fuentes de energía como
respaldo. Como la energía eólica
no puede ser almacenada, actúa
como una energía complementaria.
En el caso de Comodoro
Rivadavia esa energía ahora
llega a casi 20.000 hogares, mezclada
con la convencional. Una curiosidad:
el parque eólico de Comodoro
llamado Antonio Morán,
en homenaje al primer intendente constitucional
de la ciudad ya se ha convertido
en un atractivo turístico,
con visitas guiadas. Incluso lo visitan
turistas extranjeros de paso hacia
otro destino patagónico. Y
los fines de semana muchas familias
comodorenses suelen ir a hacer un
picnic o tomar unos mates en el lugar,
que además ofrece una vista
panorámica de la ciudad y de
la costa del Atlántico.
Rubén Solís
(44) hace unos 23 años que
trabaja en la cooperativa, en la oficina
técnica. Fue una pieza clave
en la instalación de los primeros
molinos, allá por el 94.
Se asombró de la sencillez
tecnológica de los mismos y
de lo rápido que se levantan:
en tres o cuatro días un molino
puede estar erguido y funcionando.
Lo emocionó ver el despertar
de las primeras aspas rozadas por
el viento comodorense. Fue algo
impactante, recuerda.
Cada uno mide unos
45 metros, y sus aspas tienen unos
23 metros de largo. Una vez que se
termina de armar el rompecabezas,
la imagen de esos delgados y esbeltos
molinos crea un escenario de película.
Su zumbido es muy particular, y a
veces se mezcla con las cercanas cigüeñas
de extracción de petróleo.
Dos tipos de energía la
limpia y la sucia ponen en evidencia
la riqueza natural de la Patagonia.
Los daneses trajeron
los primeros molinos, y se asombraron
de la capacidad técnica de
los criollos. Fue una experiencia
muy novedosa. Siempre nos preguntamos
para qué servía tener
tanto viento, y ahí empezamos
a aprovecharlo, cuenta Rubén,
un NYC (nacido y criado) en Comodoro.
Hoy sostiene que
es una lástima que no
haya más conciencia para utilizar
esta energía limpia en otros
lugares del país. Pero la gente
de Comodoro va conociendo cada vez
más sus ventajas. Su
padre llegó a Comodoro para
trabajar en el petróleo, y
se jubiló como empleado en
YPF. Así, el padre se especializó
en la energía sucia
y los nuevos tiempos hicieron que
su hijo trabaje con energía
limpia.
La experiencia con
energía eólica comenzó
a cobrar fuerza en Europa a mediados
de los 80, pero los primeros
intentos fueron en los 70 en
California, en el oeste de los Estados
Unidos. Se buscaba reemplazar el petróleo
para atacar la contaminación
(y la dependencia con respecto al
precio del oro negro,
que nunca dejaría de provocar
guerras y conflictos).
Las empresas fabricantes
de molinos y productoras de este tipo
de energía, sobre todo europeas,
salieron a conquistar mercados en
el mundo. Fue así que la Argentina,
por su extensión y sus características,
se volvió un candidato apetecible.
En especial la zona patagónica,
con sus fuertes y eternos vientos.
Comodoro Rivadavia encajaba de lleno
en esa visión. Y dos empresas,
Riva Calzoni (Italia) y Micon (Dinamarca),
comenzaron a desembarcar sus proyectos
en estas tierras.
En la primera etapa,
en el año 1994, se compraron
y se pusieron en funcionamiento los
dos primeros molinos. En 1997 se puso
en marcha la segunda etapa, con ocho
molinos más de 750 kilovatios.
Y en 2001, la tercera etapa con los
16 nuevos aparatos, provenientes de
España. Claro que amortizar
el precio de la instalación
de estos molinos lleva su tiempo y
debe ser prorrateado en las boletas
de impuestos de los usuarios. Cada
molino cuesta de 500.000 (los de 700
kilovatios) a 600.000 dólares
(los de 900 kilovatios).
Con la instalación
de estos 16 molinos españoles
(muy similares a los daneses que los
antecedieron), la Cooperativa de Comodoro
lleva invertidos sobre el final de
la tercera etapa más de 15
millones de dólares. A la larga,
la energía eólica resulta
más económica, pero
primero debe amortizarse ese gasto
original. Se calcula que la vida útil
de un molino ronda los 20 años
y que a un rendimiento como el que
da en Comodoro esa inversión
podría ser recuperada en 8
años.
A pesar de ser energía
limpia y de competir con el gas, casi
no tiene subsidios, algo que en Europa
es bastante común. Hay una
ley nacional que establece la devolución
a través del IVA de 1 centavo
por kilovatio producido por 4 o 5
años, pero no lo perciben.
Sí reciben lo que les devuelve
la provincia (0,5 centavo) y que establece
un plazo de 15 años.
Lamentablemente
es una energía que pocos conocen,
asegura Pedro Ceragioli, controller
de servicios eléctricos. Habría
que fomentar la cultura ecológica
y promocionar este tipo de energía,
que no daña el medio ambiente.
En el mundo hay
grandes agentes mayoristas como Alemania,
España, EE.UU. y Dinamarca.
Hasta 1999 había 43.500 molinos
en todo el planeta, abasteciendo el
11% de la demanda global, y la demanda
es creciente.
La Argentina produce
alrededor de 25 megavatios y Brasil
20, pero el año que viene lo
duplicará. El país vecino
tiene un minucioso plan que pretende
llevar esa evolución hasta
los 2.000 megavatios. Sin embargo,
las condiciones objetivas de la Patagonia
argentina son mucho mejores. La velocidad
promedio del viento en Comodoro es
ideal.
El cerro Arenales,
donde se colocaron los primeros molinos,
es considerado como uno de los lugares
del mundo que tienen el mejor viento
para esta actividad: es fuerte pero
no destructivo o huracanado, algo
fundamental, porque en Europa y en
la India el azote de los vientos ha
volteado molinos, con todo el costo
que eso implica.
Además los
molinos del cerro Arenales como
los de los cerros Chenque, Vieau y
Hermite, también en Comodoro
tienen un gran rendimiento por la
altísima cantidad de días
para ser explotados: 153 jornadas
por año, unas 3.700 horas/año.
El promedio de capacidad en el resto
del mundo es del 23%, mientras que
en este lugar la utilización
es de 38%. En promedio la velocidad
que registra es de 12 o 13 metros
por segundo, es decir, unos 40 kilómetros
por hora. Ese viento es considerado
ideal por los especialistas. Los meses
de más fuerza son los de enero,
febrero y marzo.
Los molinos funcionan
en forma automática. Cada uno
está interconectado a una computadora
en el edificio central de la Cooperativa.
Desde ahí pueden detener el
funcionamiento de uno o más
molinos en caso de detectar alguna
falla. El molino 6 es fundamental
en este proceso. En él se concentra
toda la información de sus
colegas. Y si los vientos son demasiado
fuertes pueden perjudicar estos instrumentos,
que entonces se desactivan.
La experiencia de
la Cooperativa Popular es reivindicada
por las organizaciones ecologistas.
Para Oscar Soria, de Greenpeace: La
energía eólica es defendida
a nivel mundial por ser un recurso
renovable y no tóxico.
Así se logró
canalizar un recurso natural sin contras,
pese a algún intento de cobrar
un impuesto al viento
que promovieron las autoridades nacionales
hace un par de años. Los gigantes
mueven sus hélices y entregan
una energía que se puede reciclar
infinitamente. Tal vez allí
esté el futuro. Los Quijotes
modernos no pelearían contra
estos molinos, que giran dibujando
un futuro más limpio. Y se
convirtieron en los dueños
del viento.
Cuatro Pobres
Locos
Son Cuatro
Pobres Locos. Así identificaron
la sigla SCPL cuando la Sociedad Cooperativa
Popular Limitada comenzó a
funcionar allá por 1933 en
Comodoro Rivadavia, Chubut. La ironía
tenía sentido. Un puñado
de soñadores locales buscaron
crear una alternativa ante la empresa
inglesa de electricidad, que cobraba
tarifas carísimas. Hoy la cooperativa
es un caso modelo. Su facturación
anual supera los 40 millones de pesos.
Tiene 42.000 abonados y 400 empleados.
La elección de autoridades
es democrática, y se ha convertido
en un símbolo de Comodoro.
Maneja la distribución del
agua y la electricidad, y también
participa de la telefonía local
en un barrio.
Los molinos, además
de energía, generaron empleo.
A partir de la ley provincial 4389,
al menos el 10% de los equipos se
deben fabricar localmente. En los
Astilleros Comodoro, 60 operarios
que se iniciaron soldando barcos,
hoy dedican su trabajo a los molinos.
Diego Florentín (30 años)
cuenta que cuando los ves en
pie, te conmueven. El astillero
reconvirtió sus instalaciones.
El resultado fue muy bueno,
comenta el ingeniero Daniel Romano,
director de la empresa. No lo dice
sólo él: los molinos
cuentan con las normas de calidad
ISO 9000, que son de las más
exigentes del mundo.
Fuente: Revista
Nueva
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