Castores
canadienses, mejillones dorados,
pájaros estorninos,
ciervos colorados, acacias
negras, alga wakame y avispas
amarillas entre otros. Están
sin control especies exóticas
de animales y plantas llegadas
al país. Según
organismos oficiales, generan
problemas ambientales y económicos.
Dicen que hay que implementar
urgentes medidas de control.
Más
de cincuenta años atrás
25 parejas de castores canadienses
fueron llevadas hasta la isla
de Tierra del Fuego para impulsar
la industria peletera. Pero
estos roedores semiacuáticos
y de pelo marrón aprovecharon
que no tenían un rival
en la cadena alimenticia local,
construyeron diques con ramas,
inundaron zonas bajas y pudrieron
gran parte de los bosques de
la zona. Hoy son cerca de 55.000
ejemplares que amenazan con
mudarse al continente.
Los castores
al igual que los mejillones
dorados, los pájaros
estorninos, el alga wakame,
los peces carpa, el ciervo colorado,
las avispas chaquetas amarillas,
los árboles acacias negras
son algunas de las 350 especies
exóticas de animales
y plantas, que han proliferado
y hoy están fuera de
control, según un informe
de la Fundación Vida
Silvestre Argentina.
En distintas
épocas, esas especies
atravesaron las fronteras con
la ayuda directa o indirecta
del Estado, de particulares
o de visitantes extranjeros,
sin que se pensaran los efectos
dé semejante migración
sobre las especies nativas.
Por caso, los castores fueron
traídos especialmente
por la Armada. Los mejillones
dorados se fugaron de barcos
que llegaron al puerto de Buenos
Aires y las avispas amarillas
entraron escondidas en embalajes
de madera.
Ahora, bien
cómodas y adaptadas,
nadie puede parar a estas especies.
A tal punto que esta "invasión
biológica" - como
la llaman los expertos - es
reconocida por la Dirección
Nacional de Fauna y Flora Silvestre.
"Es un gravísimo
problema ambiental de la Argentina,
aunque no tiene la espectacularidad
de un incendio forestal o de
un derrame de petróleo",
dijo a Daniel Forcelli, experto
y técnico del organismo
público.
"Hoy
no se permite introducir más
especies exóticas, pero
antes cualquiera podía
ingresarlas al país,
no había una conciencia
ecológica que tuviese
en cuenta los problemas ambientales
y económicos que se generan",
reconoció Forcelli. Y
comparó: "Introducir
una especie exótica es
como agregar un personaje -
que no estaba previsto por el
autor - a una obra de teatro.
La nueva especie cambiará
el desenlace de la historia".
Las consecuencias
de los ingresos del pasado todavía
se sienten o se sentirán
si no se les pone tope. Como
si fueran ingenieros hidráulicos,
los castores levantan diques
y hacen que árboles como
las lengas se pudran. Desde
Tierra del Fuego ya pasaron
a la isla chilena Navarino.
"Si llegan a emigrar hacia
los bosques del territorio continental
argentino, serán incontrolables
ya que erradicarlos es imposible",
advirtió Pablo Havelka,
subsecretario de Recursos Naturales
de la provincia.
Días
atrás, el gobierno de
Tierra del Fuego lanzó
un programa de control del castor.
A personas habilitadas se les
darán trampas especiales
para cazar a los castores, cuyas
pieles serían vendidas
en Canadá y en Rusia.
Cada cazador recibirá
5 pesos por animal capturado
y otros 5 por la piel. El gobierno
fueguino piensa así eliminar
10.000 castores por año.
Dos especies
de pájaros estorninos,
originarios de Europa y del
sudeste de Asia, entraron (se
supone que un particular los
trajo) hace menos de diez años
a la Capital Federal, el Gran
Buenos Aires y Mar del Plata.
Y ahora están arruinando
huertas de frutas y comiendo
el alimento balanceado de vacunos.
"Son una verdadera plaga,
asegura Daniel Ramadori, de
la Dirección Nacional
de Fauna. "Probaremos detenerlos
con trampas o con venenos".
Los más
avasallantes quizás sean
los mejillones dorados, unos
bivalvos de agua dulce que fueron
detectados por primera vez en
1991 en la costa de Berisso.
Desde entonces, avanzaron río
arriba a una velocidad de 240
kilómetros por año,
desplazaron a caracoles nativos
y ya llegaron hasta los límites
con Paraguay y Brasil. Como
viven adheridos a troncos, vegetales
acuáticos o a caños,
su avance acarreará grandes
pérdidas económicas
si no se los frena, según
el investigador de la Universidad
de la Plata, Gustavo Darrigran
pueden incrustarse y detener
el funcionamiento de plantas
generadoras de energía
o potabilizadoras de agua.
Y hay más
conquistas. Venidas desde Europa
y de África, las avispas
"chaquetas amarillas"
están depredando a insectos
de parques nacionales de la
zona de Neuquén y pican
a la gente con veneno doloroso.
Juan Corley del INTA en Bariloche
contó que se está
pensando en usar hongos venenosos
como alimento para la avispas
y en introducir a una abeja
que destruiría a sus
crías.
Otro exótico
es el ciervo colorado que al
comerse las hierbas como el
roble pellín le saca
la comida al ciervo huemul ,
que según la bióloga
Jo Anne Smith-Flueck está
en riesgo de extinguirse.
Lejos de
predador, el pez Lucio, las
carpas asiáticas, se
han desplazado desde los lagos
de Palermo, hacia la Cuenca
del río Salado y el río
Colorado y viven robando el
alimento a pájaros y
peces nativos.
Hasta se
supone que se come huevos del
pejerrey, comenta Darío
Colautti, de la Universidad
de La Plata.
Y las truchas
que fueron sembradas en lagos
Patagónicos estarían
matando a peces como la mojarra
desnuda, según Claudio
Raigún, experto del Conicet
que hará un estudio.
También
hay plantas invasoras, La acacia
negra se trajo, para formar
bosques y hoy hace que los productores
pierdan buenos suelos para sus
ganados en Buenos Aires, según,
Eduardo Haeves de AOP/Aves Argentinas.
Las malezas en la Patagonia,
como el diente de león,
desplazan a los yuyitos locales.
Para frenarlas, Eduardo Rapoport,
de la Universidad Nacional del
Comahue dice que la gente debería
comerlas y llamarlas "buenezas"
"Las
especies invasoras son titanes
de la adaptación - dijo
el ambientalista Claudio Bertonatti
-. Como ya están establecidas,
hay que implementar urgente
programas para erradicarlas
de las áreas protegidas
y controlar su expansión".
Hormigas
viajeras
La Argentina
recibe especies extrañas
en su ecosistema, pero también
exporta. El caso más
famoso es el de la hormiga argentina,
que invadió California
(EE.UU.). Estos insectos, llegados
a Nueva Orleans a fines del
1800 en cargamentos agrícolas
desde el puerto de Buenos Aires,
hoy son una plaga.
Estas hormigas
viajeras no sólo lograron
reproducirse a escala gigantesca,
sino que también combatieron
a otras hormigas naturales de
América del Norte, incluyendo
a aquellas que las superan en
tamaño. Y hasta pusieron
al borde de la extinción
a los lagartos con cuernos en
zonas costeras de California:
les matan tan su alimento.
La invasión
biológica, con más
fuerza.
Tras las grandes
migraciones de los seres humanos,
el mundo se ha ido convirtiendo
en un gigantesco supermercado
de la biodiversidad', sostuvo
el investigador francés
en ecología Christian
Leveque en la revista española
Mundo Científico. Es
que mientras los grupos humanos
se desplazan, no sólo
transportan especies ya domesticadas
sino que introducen a sus especies
silvestres acompañantes.
A veces, sin quererlo.
Si bien los
científicos dicen que
las invasiones biológicas
siempre han existido - por ejemplo,
la colisión entre África
y Eurasia hace 17 millones de
años permitió
intercambios de especies entre
ambos continentes, ahora se
darían con más
fuerza. El problema implica
una contaminación entre
las especies propias de cada
zona y se ha intensificado.
Si bien a
veces se las utiliza para la
caza o la pesca deportiva o
como atracción turística,
las invasiones de animales y
de plantas provocan impactos
ecológicos, (por ejemplo,
los perros cimarrones han matado
a venados de las pampas que
están en riesgo en la
Bahía de Samborombón,
sanitarios (al trasmitir enfermedades)
y económicos.
En los Estados
Unidos, se ha calculado que
el 98 por ciento de la producción
alimentaria proviene de especies
introducidas. Pero, al mismo
tiempo, las pérdidas
económicas producidas
por esas especies - desde los
mamíferos hasta los microbios
se elevarían, según
el científico David Pimentel,
de la Universidad de Cornell,
a 138.000 millones de dólares
por año.
En este país,
al igual que en la Argentina,
un mejillón también
inquieta. Es el mejillón
cebra que ha originado pérdidas
de alrededor de 2.000 millones
de dólares al dañar
tomas y plantas potabilizadoras
de agua, según informa
el último número
de la revista Ciencia Hoy.
El problema
de las invasiones de especies
exóticas preocupa tanto
a los estadounidenses, que hasta
el ex presidente, Bill Clinton
destinó en el 2000 28,8
millones para minimizar su impacto
y prevenir nuevas introducciones.
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