Para resolver
los problemas ambientales se
debe conjugar una voluntad política
firme y el acompañamiento
de la ciudadanía en incorporar
valores que
tienen que ver con hábitos
y consumos. Así lo señala
Elba Stancich, titular del Taller
Ecologista de Rosario, Organización
No Gubernamental (ONG) que acaba
de cumplir 15 años. Ciudades
Sustentables, Salud y Plantas
Medicinales, Biodiversidad,
Eco-educación y Sustentabilidad
de la Cuenca del Plata son las
áreas en las que divide
sus tareas el grupo que, pese
a orientarse a temas locales
urbanos y regionales, no soslaya
cuestiones de alcance global.
La problemática es similar
a la de otras ciudades, solo
difieren en la magnitud y en
la cultura de la gente, explica
Elba.
¿Son
determinantes la acción
estatal y las conductas de los
ciudadanos?
Sí, en el caso de la
basura, por más que haya
una buena política municipal
de gestión de residuos,
si no está acompañada
por una actitud ciudadana, no
es suficiente. No obstante,
el Municipio debe saber cómo
llegar a la gente para que cambie
determinados hábitos.
Para Elba, el problema de la
basura es prioritario en la
agenda ambiental local. No obstante,
señala que otra asignatura
pendiente es el sistema de transporte,
en el que -afirma- se ha privilegiado
el uso del automóvil
particular lo que implica un
gran consumo de espacios públicos
y de energía, y un deterioro
de la calidad del aire.
Lo ideal serían iniciativas
que desarrollen el transporte
masivo, pero -por ejemplo- no
veo medidas orientadas a fortalecer
el ferrocarril, pese a que Rosario
tiene una escala de ciudad interesante
para potenciarlo, agrega.
¿Qué
sucede con el agua potable?
Nosotros
tenemos el privilegio de vivir
al lado de un río que
es impresionante en cuanto a
su caudal y por eso no tomamos
conciencia del problema del
agua a nivel global. Pero, en
una ciudad es fundamental garantizar
el acceso de agua potable a
todos y también el saneamiento.
Son necesarios la provisión
de red cloacas y el tratamiento
de los efluentes, pero el contrato
de concesión con Aguas
Provinciales recién lo
exige para dentro de varios
años.
Esto es una
deuda que tenemos, ya que estamos
arrojando una gran carga de
contaminación al río,
que si bien es muy caudaloso
y tiene capacidad de diluirlo,
se está viendo afectado.
No debemos olvidar que el Paraná
recibe descargas de hidrocarburos,
fluorados, pesticidas y metales
pesados.
¿Qué
evaluación hacés
de las conductas ciudadanas
respecto a la cuestión
ambiental?
La gente
cambia actitudes cuando se le
brinda buena información,
con fundamento científico
y en un lenguaje que le permite
internalizar el problema. Nosotros
lo comprobamos a fines del 92,
cuando lanzamos nuestra campaña
de pilas usadas, que era un
tema inexistente en la ciudad
e inclusive en el país,
y hoy cualquier ciudadano al
menos una vez escuchó
decir que pueden llegar a ser
un problema.
El cambio
es posible si se desarrollan
campañas educativas,
porque con los problemas ambientales
sucede que, como no son cosas
que te vas a morir mañana,
la gente se acostumbra y no
reacciona con la rapidez que
debería hacerlo. Hoy
se están sufriendo las
consecuencias de lo que se planteaba
a principios de los 70 y que
parecían cosas de ciencia
ficción.
Sin embargo,
más que campañas
se ven eventos, como "el
día que no se usa el
auto" ' y a la mañana
siguiente vuelven a la calle.
Esos eventos son importantes
si están enmarcados en
una campaña. ¿De
qué me sirve a mí
declarar el día sin auto
si después no implemento
una política de transporte
que tienda a reducir su uso:
crear sendas para bicicletas,
desarrollar el ferrocarril?
A veces algunas campañas,
como las de Greenpeace apelan
al catastrofismo... Las campañas
de Greenpeace son muy creativas,
interesantes y sus resultados
son buenos. Muchas gente se
queda pegada a ese estilo y
no ve que en términos
de comunicación es excelente
en cuanto a los objetivos buscados:
despertar conciencia y provocar
decisiones políticas.
Además, todos sus informes
tienen una fuerte base científica.
El compromiso
Elba hace
hincapié en la necesidad
de respaldar las demandas ambientalistas
con información científica,
aunque lamenta que algunos técnicos,
profesionales e investigadores
universitarios no asuman ese
compromiso. Nosotros los precisamos,
pero a veces parecen estar encerrados.
La crítica de la dirigente
ecologista remite a recientes
polémicas en torno a
los alimentos desarrollados
en base a productos transgénicos,
sobre cuyas consecuencias difieren
la posición de las ONGs
y algunos expertos, quienes
apuntan que no está demostrado
que generen efectos nocivos.
Consultada al respecto, Elba
aclara que en esos casos más
que nunca hay que aplicar el
principio precautorio.
Se están
liberando organismos genéticamente
modificados y no se puede comprobar
si son inocuos, por lo que es
una irresponsabilidad continuar
con esto hasta no saber con
certeza cuáles pueden
ser sus consecuencias, dice
y afirma que sobre este tema
si no se lo plantea desde la
sociedad civil, las multinacionales
avanzan y nadie las detiene.
Además,
recuerda que algo similar pasó
cuando se inició la era
nuclear. Quienes promocionaban
la energía atómica
decían que nos iba a
salvar de todos los problemas
y que era completamente segura,
pero no fue así y hubo
grandes desastres.
Sobre los transgénicos
muchos agricultores dicen que
es inviable el cultivo sin esos
productos.
¿Cuáles
son las zonas de confrontación
entre las cuestiones ambientales
y la lógica económica?
Nosotros
creemos que tiene que haber
un transición entre un
estilo de desarrollo que hasta
el momento se ha impuesto en
el planeta, basado en la idea
de que la ciencia y la tecnología
resuelven todo, y un estilo
de vida que tienda a la sustentabilidad:
que todas las personas accedan
a los recursos de manera equitativa
y que esos bienes no se extraigan
más allá de la
capacidad que tiene la naturaleza
para renovarlos. Y, por supuesto,
hay que tratar de que los desechos
sean de tal calidad que la naturaleza
sea capaz de reciclarlos.
Elba considera
que en ese camino de transición
se deberán tomar decisiones
políticas respecto a
qué cosas subsidiar porque
-obviamente- va a quedar mucha
gente sin empleo, aunque -sostiene-
también se pueden generar
puestos de trabajo más
acordes con el desarrollo sustentable.
En ese sentido,
cita como ejemplo el caso de
la pesca de merluza, que desató
un gran conflicto, localizado
en Mar del Plata, entre el gobierno
nacional, empresarios, pescadores
y los grupos ecologistas. Hace
años que avisaban que
la merluza podía colapsar,
pero se permitió su captura
en valores muy superiores a
lo que los científicos
venían advirtiendo. Ahora
hay que subsidiar a la gente
que vive de la pesca y se encuentra
sin ingresos.
La cuestión
ambiental en los gobiernos
Elba destaca
como un resultado positivo de
la prédica de las organizaciones
ecologistas la creación
de dependencias estatales vinculadas
al tema. Cuando el Taller empezó
a funcionar era difícil
encontrar en el Concejo Municipal
alguien permeable a nuestros
planteos, en cambio en la actualidad
tenemos una Comisión
de Ecología. Podemos
discutir si funciona bien o
mal, pero su existencia refleja
que se le da importancia a la
de gestión. La misma
Municipalidad tiene la Dirección
de Política Ambiental
y también hay una dependencia
provincial, recuerda. No obstante,
propicia una integración
de áreas, porque considera
que los problemas ambientales
tienen que atravesar todas las
políticas -económica,
servicios, por ejemplo- y no
quedarse en una repartición
con muy bajo presupuesto.
¿Qué
lugar le asigna la gente a los
problemas ambientales?
Si uno lee
algunas encuestas, el tema ambiental
empieza a aparecer, a pesar
de los problemas económicos,
la violencia y la inseguridad,
que es totalmente lícito
que sean prioritarios. La gente
le está dando importancia
a los temas ambientales, porque
afectan su vida cotidiana.
¿Cuánto
tenemos de doble discurso, de
predicar y no tener conductas
en el mismo sentido?
Muchísimo.
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