Pareciera ser que
a partir de la Conferencia Mundial
sobre Desarrollo y Medio Ambiente
(1992), el término "sostenibilidad"
se ha convertido en una etiqueta verde
que se aplica a los más variados
proyectos, lamentablemente con un
significado igualmente variopinto.
Para el movimiento ecologista hay
un elemento esencial a este concepto,
sin el cual difícilmente se
puede hablar de economía sostenible:
este elemento es la equidad. "Equidad
con las generaciones futuras, que
implica preservar los recursos naturales,
para que el bienestar al que nosotros
aspiramos no les sea vedado a las
generaciones venideras"
También las
nuevas biotecnologías de ingeniería
genética se nos presentan con
la etiqueta de "sostenibilidad",
de la mano de la atractiva promesa
de salvar a la humanidad de las hambrunas
que hoy amenazan las regiones empobrecidas
del planeta, y a una población
en rápido crecimiento. Detrás
de esta promesa, sin embargo, se esconden
poderosos intereses y grandes cifras
de negocios que nada tienen que ver
con dar de comer al hambriento.
El problema del
hambre es un problema complejo, que
no se soluciona con recetas tecnológicas
simples. Hasta el propio Banco Mundial,
que impulsó la llamada "revolución
verde", reconoce actualmente
que el problema del hambre es un problema
de reparto y de acceso a la tierra,
más que un problema de escasez
de alimentos.
Prestigiosos investigadores
de nuestro país, del Inta,
del Conicet, de universidades argentinas
en una cantidad de publicaciones científicas
alertan desde hace años acerca
de las posibles causas de importar
tecnologías porque sí
o para el servicio de quién
sabe quién, desde ya no al
servicio de la sociedad en su conjunto.
Recomiendo particularmente
leer el trabajo de Walter Pangue en
donde cita a otros investigadores,
titulado "Expansión de
la Soja en la Argentina. Globalización,
desarrollo agropecuario e ingeniería
genética: un modelo para armar"
para entender la historia agroproductiva
del modelo pampeano de fin de siglo.
Según Walter
Pangue, el doble cultivo trigo-soja,
ha permitido incrementar la rentabilidad
de la empresa agropecuaria, pero con
una fuerte presión sobre el
sistema y con secuelas de erosión
y degradación ambiental. La
siembra directa, ha sido desde hace
diez años la tecnología
propuesta para disminuir el daño
por erosión, basada en la no
remoción del suelo y la aplicación
de herbicidas. Además de estos
últimos, la soja utiliza una
batería de agroquímicos
para el control de sus principales
plagas y enfermedades. Por ese motivo
la siembra directa puede ser llamada
conservacionista, pero en cuanto se
apoye en el control químico,
poco vínculo real tendrá
la sustentabilidad.
Una porción
de la historia no la vamos a conocer,
la tendremos que intuir, debido la
recorte presupuestario de las instituciones
que no pueden determinar, por falta
de presupuesto, los alcances de la
contaminación. Hoy ya lo que
fue intuititvo en principio es una
realidad, aguas contaminadas en muchas
localidades y personas afectadas por
algún tipo de cáncer
se reportan en hospitales regionales.
¿Ese es el sistema que las
autoridades tienen para medir las
consecuencias de la contaminación?
¿Chequear cuántos están
muriendo para ver si toman medidas?
Claudio Prieto
Ingeniero Agrónomo
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