El desastre ambiental
ocurrido en Santa Fe, derivado del
previsible desborde del río
Salado, tal vez haga reflexionar a
los políticos acerca de la
importancia del medio ambiente.
En efecto, en ninguno de los mensajes
electorales de las seis agrupaciones
más votadas he percibido alusiones
enfáticas a los temas ambientales.
Las preferencias de los candidatos
se han centrado en temas económicos,
sociales, históricos, laborales
o relaciones internacionales, pero
no ambientales.
¿No es una cuestión
económica la enorme superficie
inundada y de imposible utilización
agropecuaria que existe en la provincia
de Buenos Aires? ¿No se evalúan
socialmente o económicamente
los efectos perturbadores del tránsito,
el comercio y la calidad de vida que
generan los anegamientos urbanos?
¿En qué rubro ubicaríamos
el préstamo de 350 millones
de dólares que se le solicita
al Banco Mundial para remediar los
efectos de la inundación?
Tal vez, la materialización
en cifras de estos temas ayude a reconocer
a los románticos ambientalistas
como técnicos de una disciplina
que merece una ubicación más
relevante en las estructuras de gobierno
y en los programas políticos,
donde la mayoría politizada
nos reconoce como líricos abocados
principalmente al rescate de los pingüinos.
Tal vez, el descenso abrupto, sólo
en un par de días, de la popularidad
de un político de la Argentina,
el gobernador Carlos Reutemann, a
quien los politólogos y encuestadores
aseguraban el indudable triunfo nacional
si se hubiera presentado como candidato
a presidente en estas elecciones,
sirva de alerta a la clase política
para dar crédito a los especialistas
y poner en aplicación los estudios
que en muchos casos ya existen para
evitar los desastres ambientales.
Tal vez, la voladura del talud de
la avenida de Circunvalación
de la ciudad de Santa Fe para aliviar
la inundación demuestre descarnadamente
a políticos y sociedad las
consecuencias de la construcción
de obra pública sin un adecuado
estudio de impacto ambiental.
Tal vez, la evaluación del
daño adicional que provocaron
las canalizaciones practicadas por
particulares, conformando una red
no planificada debido a la ausencia
de obra pública, contribuya
a reforzar esta reflexión.
Estas serían, tal vez, las
únicas connotaciones positivas
de esta emergencia de tan devastadoras
consecuencias sociales y económicas,
atenuadas solamente, en esta oportunidad,
por la conmovedora solidaridad de
la comunidad.
Fuente: Carlos Libedinsky
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