Exclusión,
trabajo infantil, contaminación
con riesgo grave para la salud, bajas
expectativas de vida, son algunas
de las características evitables
en el trabajo del "cirujeo",
que en el área metropolitana,
hoy ocupa a unas 100.000 personas.
El haber llegado a estas condiciones
no es sólo la consecuencia
inmediata de la creciente desocupación
sino también de la ausencia
de políticas integradoras y
de fomento de formas de producción
que apunten al reciclado de residuos,
el cuidado y la preservación
del medio ambiente: algo que muchos
otros países, incluso en Latinoamérica,
y ciudades argentinas, comprendieron
hace tiempo.
Por esta razón,
y llegando a su fin el actual Contrato
de Recolección en la Ciudad
de Buenos Aires, en el nuevo pliego
se deberán encontrar otras
formas para el tratamiento de los
residuos sólidos, que transfieran
parte del actual servicio a microemprendimientos,
Pymes y cooperativas.
Pero en esta tarea
no sólo se involucra al Estado.
Los porteños generan, mensualmente,
169.000 toneladas de basura que se
recolectan, se compactan indiscriminadamente
y se entierran en los rellenos sanitarios,
sin hacer distinciones entre material
recuperable y reciclable. Los informes
sobre la composición de nuestra
basura indican que el 18,24 % corresponden
a papel y cartón, 10% al plástico,
7% al vidrio y 3% a metales, que dispuestos
de manera adecuada podrían
ser recuperados.
Se trata de un verdadero
despropósito considerando un
país en crisis con altos índices
de desempleo, y una incoherencia en
términos de preservación
futura y presente del espacio que
habitamos. Estamos acostumbrados a
tirar la basura en una misma bolsa
y llevarla a la calle respetando
el horario determinado, en el mejor
de los casos para que el camión
la retire. A partir de ese momento,
nos desentendemos tanto de su destino
como de las posibilidades de recuperación.
Con sólo
sacar en una bolsa negra la "basura"
propiamente dicha (lo húmedo,
lo orgánico) para que la recoja
la empresa recolectora, y en una bolsa
verde todo aquello que es reciclable
(plástico, metal, cartón,
papel, etc.) que sería recolectado
por el ex ciruja, ahora transformado
en un recuperador formal, estaríamos
generando trabajo genuino producto
de esta nueva actividad, sin necesidad
de subsidios estatales.
Por otro lado, este
material reciclable sirve para que
muchos otros trabajen, no sólo
en este primer empleo de recolección,
sino también en los procesos
de carácter industrial. No
son muchos los que saben, por ejemplo,
que sólo en el año 2001
nuestro país importó
de Brasil 100 millones de dólares
de papel reciclado y 80 millones en
vidrio.
Con procedimientos
que mezclan arena o arcilla con envases
de plástico, se pueden fabricar
ladrillos ecológicos, tejas
y losas para la construcción
de viviendas. Muchas metalúrgicas
usan las "chatarra" como
insumo para sus productos. Existe
una creciente industria del reciclado
del PET (plástico de las botellas
de gaseosa y agua) con las que se
confeccionan hilos textiles. Los cepillos,
escobillones, escobas, están
hechos con este material reciclado.
El cartón
corrugado, el de las cajas, está
hecho íntegramente con papel
recuperado, por dar sólo algunos
ejemplos. Esta industria, que podría
crecer, se sustenta en el trabajo
de los "cirujas" que diaria
y eficientemente recuperan estos materiales
en la marginalidad y aprovechan lo
que de otra forma se enterraría
definitivamente, demostrando que nuestro
actual sistema de gestión de
los residuos es irracional, antieconómico
y antiecológico.
De manera que modificar
usos y costumbres pasa, en primer
término, por entender la dimensión
del tema en el que interactúan
los que producen la basura, los que
la reciclan y quienes la generan.
Según un
estudio realizado por la Universidad
de General Sarmiento, el 60% de los
cartoneros son trabajadores (obreros
de la construcción, textiles,
gastronómicos, etc...) que
perdieron su empleo en los últimos
cinco años. Trabajan con sus
familias, expuestos a la contaminación
y con una expectativa de vida de 35
años, siendo 70 años
la del resto de la población
argentina. Sus hijos engrosan las
filas del trabajo infantil que, según
informes de UNICEF, "conduce
al retraso escolar o directamente
al abandono, a menores ingresos en
la vida adulta, a acceso a trabajos
no calificados y a la reproducción
de las condiciones de pobreza que
originaron su deserción escolar
temprana".
En resumen, la incorporación
de los cirujas al mercado laboral
formal revertiría la situación
actual no sólo con los consecuentes
beneficios para este sector, sino
que fortalecería una incipiente
industria que a su vez generaría
puestos de trabajo y además
aportaría el protagonismo de
la comunidad en un proyecto común.
Sería un
estímulo a la formación
de cooperativas, microemprendimientos
o empresas sociales para que se reconozca
su lugar dentro del sistema de recolección
de residuos. De este modo, el Estado
podría reemplazar el esquema
de "planes trabajar" por
empleos genuinos, desarrollando emprendimientos
productivos que deberán tener,
como insumo básico, los materiales
recuperados.
Eduardo Valdés.
Legislador de la Ciudad de Buenos
Aires -
Clarín.com
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