Casi el 90%
de las catástrofes naturales
que sufrió el planeta
durante el pasado año
se deben al efecto de fenómenos
meteorológicos extremos:
inundaciones, ciclones tropicales,
lluvias torrenciales, olas de
calor, huracanes. Como consecuencia
de estos fenómenos, al
menos 8.000 personas perdieron
la vida sólo durante
el año 2002. La mayoría,
como cada año, entre
los países del Tercer
Mundo. Así lo señala
el estudio "Signos vitales
2003. Las tendencias que configuran
nuestro futuro" elaborado
por el Worldwatch Institute
de Washington. Y así
lo ha confirmado recientemente
la Organización Meteorológica
Mundial (OMM), agencia de Naciones
Unidas especializada en climatología.
Si el calentamiento
de la tierra continúa
creciendo al ritmo actual -
concluye la OMM en uno de sus
últimos comunicados -,
la intensidad y frecuencia de
estos fenómenos meteorológicos
extremos serán cada vez
mayores. Los resultados de la
OMM dejan poca capacidad de
maniobra a los que aún
califican de falacia el cambio
climático: la temperatura
terrestre alcanzada en mayo
de 2003 ha sido la más
elevada desde 1880; durante
el siglo XX el calentamiento
de la tierra ha sido el mayor
de los últimos 1.000
años. Los fenómenos
meteorológicos rompen
las mejores marcas cada año
dejando a su paso miles de muertes.
También
en mayo de este año,
Estados Unidos ha sufrido el
récord de tornados con
562. A su paso, 41 personas
habían perdido la vida.
En India, esperando que la llegada
del monzón provoque nuevas
catástrofes, se han alcanzado
temperaturas de hasta 49º,
cinco grados por encima de la
media de otros años.
Junto a los millones de desplazados,
han fallecido al menos 1.400
personas. En Sri Lanka, a las
muertes de las últimas
inundaciones, unas 300 personas,
hay que añadir los desastres
en la cosecha del té,
con una caída del 30%
en su producción.
La mano del
hombre altera el ciclo climático.
Así lo afirman los expertos
después de años
de investigaciones y cautela.
Es lo único que puede
explicar los desequilibrios
que han sufrido los países
europeos en tan sólo
un año: A las inundaciones
del Danubio y del Elba que asolaron
Europa Central durante el verano
de 2002 con 108 muertos y 450.000
evacuados, le sigue este año
una ola de calor que en países
como Francia ha dejado ya más
de 100 muertos; en Suiza, el
mes de junio ha sido el más
caluroso de los últimos
250 años; el fuego en
Portugal ha arrasado el país
por sus cuatro costados quemando
más de 50.000 hectáreas
de bosques; cientos de incendios
han devastado Siberia y el este
de Rusia; en Italia, las temperaturas
no han bajado de los 30 º
en los últimos dos meses
y las pérdidas en el
campo ya se cifran por miles
de millones.
Entre los
expertos, John Schellnhuber,
director del centro Tyndall
de Londres, que reúne
a uno de los mejores equipos
de científicos expertos
en clima del mundo. Para Schellnhuber,
la actual ola de calor que sacude
la tierra era algo que ya se
había previsto según
indicaba el calentamiento progresivo
del globo. Algo que habían
previsto, pero que confiaban
que no ocurriera hasta dentro
de 20 o 30 años. Hasta
30 países del Hemisferio
Norte sufren temperaturas cinco
grados más altas de la
media. Ahora, el calentamiento
global es una realidad, pero
queda saber si el cambio climático
está acelerándose.
Y es una realidad
porque, como bien señala
el Panel Intergubernamental
sobre Cambio Climático
(IPCC en sus siglas en inglés),
en el que Naciones Unidas ha
reunido a más de mil
científicos de todo el
mundo, los países industrializados
siguen sin vigilar las emisiones
de gases de efecto invernadero
provocadas por la quema de residuos
como el petróleo, carbón
y gas, dando así la espalda
a los acuerdos firmados en las
diferentes Cumbres del Clima.
El propio IPCC prevé
que en los próximos 100
años la temperatura global
podría aumentar incluso
en 5,8º. Una cifra que,
por el deshielo de los glaciares
podría elevar el nivel
del mar hasta los 80 centímetros,
amenazando a islas de perfil
bajo, puertos, tierras agrícolas
y recursos de agua dulce. Godwin
O. P. Obasi, secretario general
de la OMM, lo explica con otras
palabras: "La sequía
y la desertización reiteradas
en el mundo suponen una gran
amenaza para la subsistencia
de más de 1.200 millones
de personas que dependen de
la tierra". Los más
perjudicados de nuevo son los
habitantes del Tercer Mundo.
Si no se frena
el cambio climático,
las altas temperaturas llevarán
la escasez de agua a cerca de
3.000 millones de personas en
India, África del Sur,
Sudamérica, Europa, Oriente
Medio y Australia. Crecerán
las plantaciones de cereales
- a las que favorece el clima
seco - en detrimento de otros
cultivos. Desaparecerá
la fauna y flora de muchos ecosistemas.
África sufrirá
más, si cabe, la hambruna,
pero también la propagación
de la malaria y otras enfermedades
tropicales.
El Protocolo
de Kyoto para la reducción
de emisiones de gases de efecto
invernadero es una de las medidas
que los países pueden
tomar para paliar los desequilibrios
climáticos, si bien,
el clima no se puede controlar
y arremete a su antojo. Y su
antojo después de calentar
de forma exagerada la tierra
como lo está haciendo
ahora, suele ser el desencadenamiento
de un fenómeno calificado
como "la gota fría":
lluvias torrenciales que nacen
de las altas temperaturas a
las que se ven sometidas las
aguas y que dejan a su paso
riadas, inundaciones y desbordamientos
de los ríos. Ese es el
pronóstico. Para frenar
las pérdidas, humanas
y materiales, algo habrá
que hacer.
Óscar Gutiérrez
Periodista
Agencia de Información
Solidaria
oskiguti@hotmail.com
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