Canadá
parece haberse convertido en
la vanguardia de la defensa
ambiental. El pasado 16 de diciembre,
el primer ministro canadiense,
Jean Chrétien, dio un
giro de 180 grados a su política
ecológica y ratificó
el Protocolo de Kyoto, alejándose
así de la postura de
Estados Unidos, tan letal para
la salud del planeta. El mes
pasado, Chrétien ponía
la guinda al pastel de la ecología
canadiense con el anuncio de
la creación en cinco
años de diez nuevos parques
naturales y cinco áreas
de conservación marina.
Sin duda, Canadá es en
la actualidad un ejemplo mundial
a seguir.
Según
el Departamento de Parques Naturales
del Gobierno de Otawa, el sistema
de parques canadienses queda
completado con esta acción.
Son siete los asignados ya y
en pocos meses se designarán
las restantes zonas. En total,
100.000 kilómetros cuadrados
de naturaleza protegidos.
Según
Chrétien, "la protección
de la naturaleza es un interés
personal y conservar el patrimonio
natural para todos los canadienses
es una gran pasión".
Poco le han importado todos
los detractores de esta loable
causa: la Cámara de Comercio
Canadiense, multitud de empresas
-especialmente las petroleras-
y el partido de la oposición,
Alianza Canadiense. Incluso
miembros del gobierno se han
opuesto a esta medida. La razón:
la economía, el principal
rival del medio ambiente. No
creen que Canadá pueda
proseguir con su desarrollo
económico si se sigue
esta política ecológica.
Este argumento
es el que esgrimen en todo momento
los países que abogan
por el crecimiento económico
como premisa esencial, sin tener
en cuenta las consecuencias.
No son conscientes de que existe
el binomio "desarrollo
sostenible" y que las energías
renovables, aparte de lo que
implican, no se agotan y no
contaminan.
La creación
de parques naturales implica
una acción de igual importancia:
la conservación de la
naturaleza. Estados Unidos es
uno de los países con
mayor número de parques
en su territorio, pero la precariedad
del mantenimiento es aberrante.
El aire de algunos parques está
tan contaminado como el de las
ciudades con mayor polución
del país. Así
lo denuncia la Asociación
de Parques Nacionales de EE.UU.
En un estudio en el que se han
medido determinados índices
de contaminación, como
la lluvia ácida y el
ozono, comprueban con dolor
que la muestra de aire tomada
pareciera más bien recogida
en la ciudad de Los Ángeles.
El origen
de los parques naturales se
remonta a las antiguas civilizaciones
chinas e hindúes. Ellos
fueron los primeros en acotar
campos para evitar la desaparición
de animales y plantas en peligro
de extinción o que consideraban
delicadas. Posteriormente, el
concepto fue adaptado a los
intereses de los señores
feudales de Europa que protegieron
sus bosques para garantizar
su caza y su pesca en los momentos
de asueto, bastante frecuentes,
por cierto. Los campesinos que
tenían la osadía
de entrar en estas tierras eran
perseguidos y asesinados.
El concepto
ha vuelto a cambiar en la actualidad.
La biodiversidad, la cantidad
y abundancia de especies, subespecies
y razas, variedad de hábitats,
ecosistemas y paisajes, sólo
se circunscribe a los parques
naturales. Son prácticamente
los últimos reductos
de naturaleza, de color verde
en este mundo gris de asfalto
e industrias, pequeñas
muestras pintorescas de lo que
fueron grandes paisajes, bosques
gigantescos que se han visto
reducidos a una mínima
expresión.
La actitud
de Canadá es admirable
pero entristece pensar en el
planeta, en lo que fue y en
lo que es. Al menos estas medidas
nos llevan a albergar esperanzas
de que no todo está perdido.
Parece que al menos hay un país
que no quiere ver a la naturaleza
sólo en calendarios o
postales y busca disfrutar de
ella.
Christian Sellés
Periodista
Agencia de Información
Solidaria
chselpe@yahoo.es
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