El pasado
25 de agosto, una corte de apelaciones
federal de Estados Unidos rechazó
un fallo por daños punitivos
en contra de la empresa Exxon
Mobil Corp por el accidente
del petrolero Exxon Valdez.
Esto significa que de la multa
inicial que tenía que
pagar la empresa (5.000 millones
de dólares) sólo
va a tener que pagar una fracción,
si es que llega en algún
momento a abonar alguna cantidad.
El fallo se
basa en una ley estadounidense
que indica que no se puede pagar
una multa mayor que los daños
reales. Los tribunales han cifrado
el daño real en 287 millones
de dólares, una cifra
irrisoria. Pero es que Exxon
lo ha cifrado en 25 millones
de dólares lo que ha
despertado la indignación
de la comunidad científica
y de los principales afectados
por el accidente. Lo que fue
una multa ejemplar ha pasado
a ser una broma.
El 24 de marzo
de 1989 el petrolero Exxon Valdez
encalló en la bahía
de Prince William (Alaska) vertiendo
al mar más de 40.000
toneladas de petróleo.
Algunas cifras giran en torno
a 2.000 los kilómetros
de costa afectados y el impacto
medioambiental fue incalculable.
La empresa propietaria del barco,
Exxon Mobil Corp, fue obligada
a pagar una multa sin igual:
5.000 millones de dólares.
Catorce años después
aún no se ha abonado
ni un solo céntimo y
todo apunta a que seguirá
así.
El accidente
del Exxon arruinó la
pesca, la caza y atacó
de forma mortal a gran parte
de la flora autóctona,
mientras que el valor de los
bienes inmuebles de los habitantes
de la zona se redujo hasta casi
llegar a cero. A día
de hoy perduran los estudios
para averiguar el impacto sobre
los animales. Por sus ciclos
reproductivos, no se pudo saber
en el momento cómo les
afectó el accidente.
El arenque del Pacífico,
por ejemplo, está en
clara decadencia y casi se le
da por perdido.
Fue la primera
vez que se responsabilizó
a una compañía
por contaminación de
hidrocarburos en el mar, pero
todo cambió en el año
2002: la multa inicial a Exxon
se redujo mil millones de dólares.
Los argumentos empleados por
la empresa fueron que ya había
invertido una gran cantidad
de dinero en la zona afectada:
2.200 millones de dólares
en las tareas de limpieza y
más de 300 destinados
a 11.000 personas y empresas
como indemnización. Exxon
no barajó en ningún
momento la idea de que esos
gastos tenían que ser
obligatorios, debían
correr por su cuenta ya que
fue la empresa responsable del
accidente. Además, una
vez demostrado que el estado
del barco no era el adecuado,
siguió navegando bajo
el nombre de Sea River Mediterranean
hasta que la empresa Sea River
Martine, subsidaria de Exxon,
lo jubiló. Esta reducción
dio ánimos renovados
a Exxon y siguió adelante
con nuevas apelaciones y recursos.
El problema
es que con estas decisiones
se sienta un precedente muy
peligroso. En primer lugar,
han pasado catorce años
desde el accidente, demasiado
tiempo para que no haya una
sentencia definitiva. Aparte,
muchas empresas petroleras van
a tener el caso del Exxon Valdez
como ejemplo de lo que deben
realizar para no abonar las
sanciones. Cuando alguien se
equivoca, tiene que pagar las
consecuencias. La multa de 5.000
millones de dólares era
la mejor forma de reducir el
número de estos accidentes
ya que podían desaparecer
de las aguas los petroleros
monocasco o los barcos de bandera
de conveniencia. Así,
al reducir la cuantía,
no se consigue nada y pone en
entredicho la justicia ya que
defiende a los infractores.
El medio ambiente,
en los últimos años
de desarrollo económico
explosivo, ha pasado a ser el
mero escenario donde se desarrollan
todo tipo de actividades. Se
cambia cuando no es adecuado
para la construcción
de una carretera; se expolia
cuando produce beneficios. Y
si por error se le daña,
no pasa nada. ¿Para cuándo
un organismo internacional con
una legislación eficaz
y con sentencias adaptadas a
la gravedad de los atentados
ambientales?
Christian Sellés
Periodista
Agencia de Información
Solidaria
chselpe@yahoo.es
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