Detrás
de una epidemia de suicidios entre
los campesinos de la India, la autora
encuentra una verdadera guerra contra
los pobres y contra la naturaleza.
"Mientras las mujeres y los pequeños
campesinos alimentan al mundo mediante
la biodiversidad, se nos dice insistentemente
que sin ingeniería genética
y sin globalización de la agricultura
el mundo se morirá de hambre".
La ley global, sigue, "ha elevado
a los altares el mito patriarcal de
la creación para crear nuevos
derechos de propiedad sobre las formas
de la vida; del mismo modo como el
colonialismo usó el mito del
descubrimiento como base para hacerse
de las tierras de otros como colonias...
Pero las reglas de la globalización
no fueron dadas por Dios. Pueden ser
cambiadas. Deben cambiarse. Debemos
llevar esta guerra hasta el final".
Vandana SHIVA*
Visité Bhatinda
en el Punjab, a consecuencia de una
epidemia de suicidios entre los campesinos.
El Punjab fue alguna
vez la más próspera
región agrícola de India.
Hoy, cada campesino está desesperado
y endeudado, vastas extensiones de
tierra se han transformado en desiertos
sedientos de agua. Y como lo señaló
un viejo agricultor "aun los
árboles han dejado de dar frutos,
debido a que el fuerte uso de pesticidas
ha matado a los polinizadores -las
abejas y las mariposas".
El Punjab no está
solo en esta experiencia de desastre
ecológico y social. El último
año estuve en Warangal, en
Andhra Pradesh, donde también
los campesinos se estaban suicidando.
Agricultores que tradicionalmente
cultivaban legumbres, mijo y arroz
habían sido atraídos
por las compañías semilleras
a comprar semillas híbridas
de algodón, que eran señaladas
por los mercaderes como "oro
blanco" y que supuestamente los
haría millonarios. Al contrario,
ellos se transformaron en mendigos.
Sus semillas nativas
habían sido desplazadas con
híbridos que no podían
ser almacenados y debían ser
comprados cada año a un alto
costo. Los híbridos eran también
muy vulnerables a los ataques de las
plagas. Los gastos en pesticidas en
Warangal se incrementaron en 2000%,
desde 2.5 millones en 1980 a 50 millones
en 1997. Ahora los campesinos se están
comiendo los mismos pesticidas como
un modo de matarse para escapar permanentemente
de deudas que ya no pueden pagar.
Las corporaciones
están ahora tratando de introducir
semillas con ingeniería genética
que aumentarán más los
costos y riesgos ecológicos;
es por eso que agricultores como Malla
Reddy, del sindicato de agricultores
de Andhra Pradesh, han desarraigado
el algodón Bollgard genéticamente
modificado de Monsanto en Warangal.
El 27 de marzo,
Betavati Rattan, de 25 años,
se quitó la vida porque no
pudo pagar las deudas de un tubo de
desagüe en su predio de dos acres.
Las cisternas ahora están secas,
como lo están las cisternas
en Gujarat y en Rajasthan, donde más
de 50 millones de personas se enfrentan
a la muerte por hambre.
La sequía
no es "un desastre natural".
Ha sido "hecha por el hombre".
Es el resultado de la extracción
de la escasa agua subterránea
de las regiones áridas para
alimentar los sedientos cultivos de
exportación en vez de los cultivos
locales menos consumidores de líquidos.
Son experiencias
como estas las que me han enseñado
que estamos muy equivocados con respecto
a la economía global y que
es preciso detenernos a pensar acerca
del impacto de la globalización
sobre la vida de la gente común.
Esto es vital para alcanzar la sustentabilidad.
Seattle y las protestas
del último año en contra
de la Organización Mundial
de Comercio (OMC) nos obligan a todos
a pensar de nuevo. A través
de esta serie de conferencias, muchos
ponentes se han referido a aspectos
del desarrollo sustentable, dando
la globalización como un hecho
establecido. Para mí ya es
hora de revaluar radicalmente lo que
estamos haciendo. Ya que lo que hacemos
a los pobres en nombre de la globalización
es brutal e imperdonable. Esto es
especialmente evidente en India, donde
tenemos testimonios de los desastres
que despliega la globalización,
especialmente en lo que se refiere
a alimentación y agricultura.
¿Quién
alimenta al mundo? Mi respuesta es
muy diferente a la de da la mayoría
de la gente. Los principales proveedores
de alimento en el Tercer Mundo son
las mujeres y los pequeños
campesinos que trabajan con la biodiversidad.
Y, al contrario de la opinión
dominante, sus pequeñas parcelas
basadas en la biodiversidad son más
productivas que los monocultivos industriales.
La rica diversidad y los sistemas sustentables
de producción alimentaria están
siendo destruidos en nombre de la creciente
producción de alimentos. Sin
embargo, con la destrucción de
la diversidad desaparecen ricas fuentes
de nutrición. Cuando se mide
en términos de nutrientes por
acre, y desde la perspectiva de la biodiversidad,
la cacareada "alta productividad"
de la agricultura industrial o de las
pesquerías industriales no implican
más producción de alimentos.
La productividad normalmente mide
la producción por unidad de
área de un monocultivo. El
resultado se refiere a la producción
total de diversos cultivos y productos.
Por supuesto que plantar sólo
un cultivo en un campo completo como
monocultivo aumentará su productividad
individual.
Al plantar múltiples cultivos
en una mezcla que tendrá bajas
productividades de cultivos individuales
se logrará, sin embargo, una
más alta entrega de alimentos.
La productividad ha sido definida de
tal manera que prácticamente
hacemos desaparecer la producción
de las pequeñas parcelas. Esto
oculta la producción de millones
de mujeres campesinas en el Tercer Mundo
-agricultoras como las de mi Himalaya
nativo, que luchan contra la tala en
el movimiento Chipko o en sus campos
terraceados donde hasta hoy crece la
Jhangora, un tipo de arroz, el marsha
(amaranto), el tur (un frijol), el urat
(garbanzo negro), el gahat (garbanzo
caballo), la soya, el bhat (otro tipo
de soya)- una infinita diversidad en
sus campos. Desde la perspectiva de
la biodiversidad, la productividad basada
en aquélla es más alta
que la productividad del monocultivo.
Por eso, llamo a esta ceguera ante la
alta productividad de la diversidad
"una monocultura de la mente",
que crea monocultivos en nuestros campos
y en nuestro mundo.
Los campesinos mayas en Chiapas,
México, son caracterizados
como no productivos porque rinden
sólo dos toneladas de maíz
por acre. Sin embargo, la producción
de alimentos completa es de 20 toneladas
por acre cuando se consideran también
sus frijoles y sus calabacitas, sus
verduras y los árboles frutales.
En Java, pequeños agricultores
cultivan 607 especies en los jardines
de sus casas. En el Africa Subsahariana,
las mujeres cultivan 120 diferentes
plantas; un solo jardín hogareño
en Tailandia tiene 230 especies y
los jardines africanos contienen más
de 60 especies de árboles.
Las familias rurales en el Congo comen
hojas de más de 50 especies
diferentes de árboles de sus
parcelas.
Un estudio en Nigeria oriental reveló
que las huertas hogareñas ocupaban
solamente 2 por ciento de la tierra
cultivable del grupo familiar y equivalían
a la mitad del total de la producción
agrícola. En Indonesia, 20
por ciento del ingreso de la familia
y 40 por ciento de la provisión
de alimentos domésticos proviene
de huertos hogareños administrados
por las mujeres.
Investigaciones de la Organización
de Alimentos y Agricultura (FAO, por
sus siglas en inglés) demuestran
que las pequeñas haciendas
de la biodiversidad pueden producir
miles de veces más alimentos
que los grandes cultivos industriales.
Y que la diversidad, además
de dar más alimentos, es la
mejor estrategia para prevenir la
sequía y la desertificación.
Lo que necesita el mundo para alimentar
una población creciente de
modo sustentable es la intensificación
de la biodiversidad, no la intensificación
química ni la intensificación
de la ingeniería genética.
Mientras las mujeres y los pequeños
campesinos alimentan al mundo mediante
la biodiversidad, se nos dice insistentemente
que sin ingeniería genética
y sin globalización de la agricultura
el mundo se morirá de hambre.
En contra de toda la evidencia empírica
que muestra que la ingeniería
genética no produce más
alimentos y en los hechos a menudo
lleva una declinación productiva,
se promueve constantemente como la
única alternativa a nuestro
alcance para alimentar a los hambrientos.
Es por eso que preguntamos: ¿Quién
alimenta al mundo? La deliberada ceguera
ante la diversidad, la ceguera ante
la producción de la naturaleza,
la producción de las mujeres,
la producción de los campesinos
del Tercer Mundo, conduce a que la
destrucción y la apropiación
sean proyectadas como creación.
Consideremos el caso del tan alabado
"arroz de oro", o de la
vitamina A del arroz genéticamente
modificado, como una cura para la
ceguera. Se asume que sin la ingeniería
genética no podemos remover
la deficiencia en vitamina A. Sin
embargo, la naturaleza nos da abundantes
y diversas fuentes de vitamina A.
Si el arroz no se descascara, provee
vitamina A. Si no se echan herbicidas
a nuestros campos de granos, tendríamos
bathua, amaranto, hojas de mostaza
tan deliciosas, así como verduras,
todas las que proveen la vitamina
A.
Las mujeres en Bengala usan más
de 150 plantas como verdura -Hinche
sak (Hendirá fluctuans), palan
sak (Spinacea oleracea), tak palang
(Rumex vesicarius), lal sak (Amarantus
gangeticus), para nombrar sólo
algunas.
Pero el mito de la creación
presenta a los biotecnólogos
como los creadores de la vitamina
A, negando los diversos dones de la
naturaleza y del conocimiento de las
mujeres en cuanto a cómo usar
la diversidad para alimentar a sus
hijos y a sus familias.
El modo más eficiente de conducir
la destrucción de la naturaleza,
de las economías locales y
de los pequeños productores
autónomos, es hacer invisible
su producción. Las mujeres
que producen para sus familias y comunidades
son tratadas como "no productivas"
y "económicamente inactivas".
La devaluación del trabajo
de las mujeres, y del trabajo realizado
en las economías sustentables
es el resultado natural de un sistema
construido por el patriarcado capitalista.
Es así como la globalización
destruye las economías locales,
y como la misma destrucción
es contada como crecimiento.
Y las mismas mujeres son devaluadas.
Ya que muchas mujeres en las comunidades
rurales e indígenas trabajan
cooperativamente con los procesos
de la naturaleza, su trabajo es a
menudo contradictorio con las orientaciones
de "desarrollo de mercado"
y con las políticas comerciales.
Y dado a que el trabajo que satisface
necesidades y asegura sostenimiento
es devaluado en general hay menos
consideración por la vida y
por los sistemas que dan soporte a
la vida.
La devaluación e invisibilidad
de lo sustentable de la producción
regenerativa es más clara en
el área de la alimentación.
En tanto la división del trabajo
patriarcal ha asignado a las mujeres
el rol de alimentar a sus familias
y comunidades, la economía
patriarcal y los puntos de vista científicos
y las tecnologías patriarcales
hacen que el trabajo de las mujeres
en la provisión de alimento
desaparezca. "Alimentar al mundo"
viene a ser disociado de las mujeres
que corrientemente realizan este trabajo
y es proyectado como dependiente del
agro business global y de las corporaciones
biotecnológicas.
Sin embargo, la industrialización
y la ingeniería genética
de los alimentos y la globalización
del comercio en la agricultura son recetas
para crear hambre, no para alimentar
al pobre.
En todas partes, la producción
de alimentos ha llegado a ser una
economía negativa, con agricultores
que gastan más en comprar costosos
inputs de la producción industrial
que superan el precio de lo que reciben
por su producto.
La consecuencia es el alza de las
deudas y la epidemia de suicidios,
tanto en los países pobres
como ricos.
La globalización económica
está llevando a una concentración
de la industria semillera, al uso
creciente de pesticidas y, finalmente,
al crecimiento de la deuda. La agricultura
de capital intensivo, controlada corporativamente,
se ha estado extendiendo a regiones
donde los campesinos son pobres, pero
donde hasta ahora habían sido
autosuficientes en materia de alimentos.
En las regiones donde se ha introducido
mediante la globalización la
agricultura industrial, con los altos
costos se ha hecho imposible la supervivencia
de los pequeños agricultores.
La globalización de la agricultura
industrial no sustentable ha ido evaporando
literalmente los ingresos de los agricultores
del Tercer Mundo, a través
de una combinación de devaluación
monetaria, aumento de los costos de
producción y un colapso en
el precio de las mercancías.
A los campesinos de todas partes
se les ha estado pagando por la misma
mercancía una fracción
de lo que recibían hace una
década. El Sindicato Nacional
de Agricultores de Canadá lo
señala de la siguiente manera
en un informe del último año:
"Mientras los agricultores que
siembran granos -maíz, trigo,
avena- obtienen retornos negativos
y son empujados al borde de la bancarrota,
las compañías que elaboran
cereales para el desayuno obtienen
grandes ganancias. En 1998, compañías
cerealeras como Kellogg's, Quaker
Oats y General Mills gozaron de retornos
equivalentes a tasas del 56%, 165%
y 222%, respectivamente. En tanto
que un bushel de maíz se vendía
a cuatro dólares, un bushel
de cornflakes tenía un precio
de 133 dólares... Quizás
los agricultores estaban recibiendo
demasiado poco porque otros obtenían
demasiado." En tanto los campesinos
ganaban menos, los consumidores pagaban
más. En India, los precios
de la comida se han doblado entre
1999 y el 2000. El consumo de alimentos
basados en granos, ha disminuido 12%.
El alza en las tasas de crecimiento,
a través del comercio global,
se basa en seudoexcedentes. Se comercian
más alimentos mientras el pobre
consume menos. Cuando el crecimiento
hace crecer la pobreza, cuando la
producción real llega a ser
una economía negativa, y los
especuladores son definidos como "creadores
de riqueza", es que algo anda
mal en los conceptos y categorías
de riqueza y de creación de
riqueza. Empujar la producción
real de la naturaleza y de la gente
hacia una economía negativa
implica que la producción de
mercancías y servicios reales
está declinando, y que se está
creando una miseria más honda
a millones que no son parte del "dot.com"
de la creación instantánea
de riquezas.
Las mujeres -como ya lo he indicado-
son las principales productoras y
procesadoras de alimentos en el mundo.
Y, sin embargo, su trabajo en la producción
y en el procesamiento ahora ha llegado
a ser invisible.
Recientemente, la McKinsey Corporation
dijo: "Los gigantes americanos
en materia de alimentos reconocen
que el agrobusiness de India tiene
todavía bastante espacio de
crecimiento, especialmente en materia
de procesamiento alimentario. India
procesa apenas un minúsculo
por ciento del alimento que produce,
comparando con 70 por ciento en EU..."
No es que nosotros los hindúes
comamos cruda nuestra comida. Los
consultores globales fracasan en ver
99% del procesamiento de comidas hecho
por mujeres a nivel del hogar, o por
las pequeñas industrias queseras,
ya que no están controladas
por el agrobusiness. 99% del agroprocesamiento
en India se ha mantenido a propósito
en un nivel bajo. Ahora, bajo la presión
de la globalización, las cosas
están cambiando: leyes de seudohigiene
se están empleando para cerrar
las economías locales y los
procesamientos en pequeña escala.
En agosto de 1998, los procesos en
pequeña escala de aceite comestible
fueron prohibidos en India mediante
una "norma de empacamiento"
que no permitió la venta de
aceite suelto, y reclamó que
todo aceite debía venderse
empacado en contenedores de plástico
o de aluminio. Esto terminó
cerrando los pequeños "ghanis"
o molinos de presión fría.
Destruyó el mercado de nuestras
diversas semillas aceiteras -mostaza,
linaza, sésamo, castaña
y coco.
Y la conquista de la industria de
aceite comestible afectó a
los ingresos de diez millones de personas.
La conquista de la harina o "atta"
por las harinas empacadas costó
el trabajo a cien millones. Y estos
millones son empujados a una nueva
pobreza.
El uso forzado de empaques aumentará
el peso ambiental de millones de toneladas
de desperdicios.
La globalización del sistema
alimentario está destruyendo
la diversidad de las culturas en materia
de comida y las economías alimentarias
locales. Una monocultura global se
impone a la gente definiendo todo
lo que es fresco, local o hecho a
mano como un riesgo para la salud.
Las manos humanas han sido definidas
como el peor contaminante, y el trabajo
de las manos humanas ha sido puesto
fuera de la ley, remplazado por máquinas
y químicos comprados a las
corporaciones globales. No hay recetas
para alimentar al mundo, salvo robar
los medios de vida de los pobres para
crear mercados para los poderosos.
A la gente se la percibe como parásitos,
a ser exterminados para la "salud"
de la economía global.
En el proceso, nuevos riesgos a la
salud y a la ecología se han
dejado caer sobre el Tercer Mundo
a través del dumping de alimentos
genéticamente modificados y
otros productos peligrosos.
Recientemente, por culpa de la OMC,
India ha sido forzada a alzar las
restricciones sobre todas las importaciones.
Entre las importaciones sin restricciones
están los cadáveres
y desechos de animales que crean una
amenaza a nuestra cultura e introducen
riesgos a la salud pública,
tales como la enfermedad de la vaca
loca.
El Centro de Estados Unidos para
Prevención de Enfermedades,
en Atlanta, ha calculado que en EU
ocurren cerca de 81 millones de casos
de enfermedad que tienen su origen
en la comida. Las muertes por envenenamiento
de la comida ha subido cuatro veces
debido a la desregulación.
La mayoría de estas infecciones
tienen su causa en la carne industrializada.
En EU se carnean 93 millones de cerdos,
37 millones de vacunos, 2 millones
de terneros, 6 millones de caballos,
chivos y ovejas, 8 billones de pollos
y de pavos... cada año. Y ahora
la industria gigante estadunidense
quiere venirle a tirar a los consumidores
de India la carne contaminada, producida
mediante métodos violentos
y crueles.
Lo que le sobra a los ricos se le
arroja a los pobres. La riqueza del
pobre es apropiada violentamente mediante
métodos nuevos e inteligentes
como las patentes sobre la biodiversidad
y el conocimiento indígena.
Se supone que las patentes y los
derechos de propiedad intelectual
deben ser otorgados por los nuevos
inventos. Pero las patentes se han
reclamado por variedades de arroz
tales como el asmati, por el que mi
Valle -en donde nací- es famoso,
o pesticidas derivados del Neem, que
usaban nuestras madres y abuelas.
Rice Tec, una compañía
con sede en EU, fue agraciada con
la patente número 5 millones
663 mil 484 por el basmati y sus granos.
El basmati, el neem, la pimienta,
el gourd amargo, el turmeric... todo
aspecto de la innovación encarnada
en nuestras comidas indígenas
y sistemas medicinales ha sido ahora
pirateado y patentado. El conocimiento
de los pobres ha sido convertido en
la propiedad de las corporaciones
globales, creándose una situación
donde los pobres tendrán que
pagar por las semillas y las medicinas
que han hecho evolucionar y que han
usado para satisfacer sus necesidades
de nutrición y salud.
Tales falsos reclamos de creación
son ahora norma global, con el Trade
Related Intellectual Property Right
Agreement (el Acuerdo sobre Derechos
de Propiedad Intelectual relacionados
al Comercio) de la OMC, que obliga
a los países a introducir regímenes
que permiten el patentado de las formas
de la vida y del conocimiento indígena.
En vez de reconocer que los intereses
comerciales se construyen sobre la
naturaleza y la contribución
de otras culturas, la ley global ha
elevado a los altares el mito patriarcal
de la creación para crear nuevos
derechos de propiedad sobre las formas
de la vida; del mismo modo como el
colonialismo usó el mito del
descubrimiento como base para hacerse
de las tierras de otros como colonias.
Los humanos no crean la vida cuando
la manipulan. El reclamo de Rice Tec,
en el sentido de que ha "inventado
una nueva variedad de arroz",
o la declaración del Instituto
Roslin de que Ian Wilmut "creó"
a Dolly niegan la creatividad de la
naturaleza, la capacidad autorganizadora
de las formas de la vida, y las innovaciones
anteriores de las comunidades del
Tercer Mundo.
Se supone que las patentes y los
derechos de propiedad intelectual
son un preventivo contra la piratería.
Pero en vez de eso han llegado a ser
los instrumentos de la piratería
del conocimiento tradicional común
de los pobres del Tercer Mundo, al
tornarlo "propiedad" de
los científicos occidentales
y de las corporaciones.
Cuando se otorgan patentes sobre
las semillas y las plantas, como en
el caso del basmati, el robo se define
como creación, y la salvación
y el compartir las semillas se define
como robo de la propiedad intelectual.
Las corporaciones que poseen amplias
patentes sobre siembras, como el algodón,
el frijol de soya, la mostaza, persiguen
a los campesinos si guardan la semilla
o si la comparten con sus vecinos.
El anuncio reciente de que Monsanto
entrega gratis el genoma del maíz,
llama a error, ya que nunca Monsanto
se ha comprometido a que nunca patentará
variedades de arroz o cualquier otro
grano.
Compartir e intercambiar bases de
nuestra humanidad y de nuestra sobrevivencia
ecológica, han sido definidos
como un crimen. Esto nos empobrece
a todos.
La naturaleza nos dio abundancia,
y el conocimiento de las mujeres sobre
biodiversidad, agricultura y nutrición
construyó sobre esa abundancia
para hacer más de menos, para
crear crecimiento mediante la generosa
donación.
Los pobres son empujados hacia una
pobreza más profunda, al hacerlos
pagar lo que es de ellos. Los ricos
se hacen más pobres, ya que
sus ganancias se basan en el robo
y en el uso de la coerción
y de la violencia. Esto no es creación
de riqueza, sino saqueo.
La sustentabilidad requiere de la
protección de todas las especies
y de toda la gente y del reconocimiento
de que diversas especies y distintos
pueblos juegan un papel esencial en
el mantenimiento de los procesos ecológicos.
Los polinizadores son críticos
para la fertilización y generación
de las plantas. La biodiversidad en
los campos provee vegetales, forrajes,
medicina y protección del suelo
de la erosión del viento y
del agua.
A medida que los humanos avanzan más
hacia la no sustentabilidad, se vuelven
más intolerantes con las otras
especies, y ciegos respecto a su papel
tan vital para nuestra sobrevivencia.
En 1992, cuando campesinos de India
destruyeron la planta de semillas
de Cargill en Bellary, Karnataka,
protestando por el fracaso de estas
semillas, el presidente de la Cargill
dijo: "Nosotros les trajimos
a los agricultores de India tecnologías
inteligentes que prevenían
que las abejas usurparan el polen".
Cuando participaba en las Negociaciones
de Naciones Unidas para la Salud de
la Vida, Monsanto hizo circular literatura
para defender su herbicida resistente
Roundup sobre la base de que prevenía
"que las malezas se robaran la
luz del sol". Pero lo que Monsanto
llamaba "malezas" eran los
campos verdes que proveían arroz
con vitamina A, que prevenía
la ceguera en los niños y la
anemia en las mujeres.
Una visión del mundo que define
la polinización como "el
robo de las abejas", y que declara
que la biodiversidad "le roba
el sol" es una visión
del mundo en la que ella misma tiene
como objetivo robar las cosechas de
la naturaleza y remplazarlas abiertamente
por variedades polinizadas con híbridos
y semillas estériles, mientras
destruye la flora biodiversa con herbicidas
como el mencionado Roundup. La amenaza
proyectada sobre la mariposa monarca
por cultivos con ingeniería
genética bt es también
un ejemplo de la pobreza ecológica
creada por las nuevas biotecnologías.
Mientras las abejas y las mariposas
desaparecen, la producción
es socavada. A medida que desaparece
la biodiversidad, con ella se van
las fuentes de la nutrición
y de la comida.
Cuando las grandes corporaciones
ven a los pequeños campesinos
y a las abejas como ladrones, y mediante
normas de comercio y nuevas tecnologías
buscan el derecho a exterminarlos,
la humanidad ha alcanzado un umbral
peligroso. El imperativo de pisotear
hasta al más pequeño
insecto, la más pequeña
planta, al más pequeño
campesino, surge de un miedo profundo
-el miedo a todo lo que esté
vivo y sea libre. Y este profundo
miedo, esta profunda inseguridad está
desencadenando la violencia contra
todos los pueblos y todas las especies.
La economía global de libre
mercado ha llegado a ser una amenaza
a la sustentabilidad, y la misma sobrevivencia
de los pobres y de las demás
especies está en juego, no
como un efecto lateral o como una
excepción, sino de un modo
sistemático a través
de la restructuración de nuestra
visión del mundo desde sus
bases más fundamentales. La
sustentabilidad, la donación
y la supervivencia han sido puestas
fuera de la ley económica en
nombre de la competitividad y de la
eficiencia del mercado.
Desearía argumentar que necesitamos
hacer reingresar urgentemente al interior
de este cuadro a los pueblos y al
planeta.
El mundo puede ser alimentado solamente
alimentando a todos sus seres, que
son los que hacen el mundo.
Al proporcionar alimentos a otros
seres y especies mantenemos a la par
las condiciones para nuestra propia
seguridad alimentaria. Al alimentar
a las lombrices de la tierra nos estamos
alimentando nosotros. Al alimentar
a las vacas, alimentamos al suelo,
y al alimentar al suelo, proveemos
de alimentos a los humanos. Esta visión
del mundo en abundancia, se basa en
compartir y en una profunda percepción
de los humanos como miembros de la
familia terrestre. Esta percepción
de que empobreciendo a otros seres
nos empobrecemos nosotros, y que al
alimentar a otros seres, nos alimentamos
nosotros, es la base real de la sustentabilidad.
El reto de la sustentabilidad para
el nuevo milenio es si el hombre económico
global puede salir de la visión
del mundo basada en el miedo a la
escasez, los monocultivos y los monopolios,
la apropiación y la desposesión,
y virar hacia una visión basada
en la abundancia y la donación
generosa, la diversidad y la descentralización,
y el respeto y la dignidad para todos
los seres.
La sustentabilidad demanda que nos
salgamos fuera de la trampa económica
que no deja espacios para otras especies
y otros pueblos. La globalización
económica ha llegado a ser
una guerra contra la naturaleza y
contra los pobres. Pero las reglas
de la globalización no fueron
dadas por Dios. Pueden ser cambiadas.
Deben cambiarse. Debemos llevar esta
guerra hasta el final.
Desde Seattle, una frase usada muy
frecuentemente ha sido la necesidad
de un sistema basado en normas. La
globalización es la norma del
comercio y ha elevado a Wall Street
a ser la única fuente de valor.
Como resultado, cosas que tienen valores
más altos -como la naturaleza,
la cultura y el futuro-, han sido
devaluados y destruidos. Las normas
de la globalización están
socavando las normas de la justicia
y de la sustentabilidad, de la compasión
y de la generosidad. Debemos salirnos
del totalitarismo del mercado hacia
una democracia de la tierra.
Podremos sobrevivir como especies
sólo si vivimos bajo las normas
de la biosfera. La biosfera tiene
suficiente para las necesidades de
todos, si la economía global
respeta los límites de la sustentabilidad
y de la justicia.
Alguna vez Gandhi nos recordó:
"La tierra tiene bastante para
las necesidades de todos, pero no
para la avaricia de algunos".
(*) Vandana Shiva,
doctora, escritora, activista y conferencista
hindú. Directora de la Research
Foundation for Science, Technology
and Ecology (Fundación de Investigación
para la Ciencia, Tecnología
y Ecología). El texto es la
conferencia pronunciada por la autora
en The Nehru Museum, Delhi, India,
el 27 de abril de 2000, en un ciclo
organizado y transmitido por la BBC
de Londres.Tomado de la página
electrónica: news.bbc.co.uk
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