La Organización
de las Naciones Unidas declaró
el año 2002 como el Año
Internacional de las Montañas
en reconocimiento del rol crucial que
las montañas desempeñan
en nuestra vida. Cada día, uno
de cada dos habitantes del planeta sacia
su sed con agua originada en las montañas.
Son 3.000 los millones de personas que
dependen del flujo continuo de agua
potable limpia de estas "torres
de agua".
Al contrario de lo que se puede pensar
por el gran movimiento migratorio
desde las zonas rurales a las grandes
urbes, las poblaciones de montaña
crecen un 1% al año. La FAO
(Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación)
estima que unos 770 millones de personas
viven en regiones montañosas.
Hoy día ya se cuentan entre
las poblaciones más pobres,
más hambrientas y marginadas
del planeta.
La mayor causa de esta desalentadora
situación que padecen estos
colectivos es el caos generado por
conflictos y guerras. En 1999, 23
de los 27 mayores conflictos armados
en el mundo se desarrollaron en regiones
montañosas. Esto conlleva que
la población sea incapaz de
realizar tareas fundamentales para
su sustento como sembrar y cosechar
cultivos, los pocos alimentos que
existen son exigidos por los soldados
y, en ocasiones (no precisamente esporádicas),
las tierras agrícolas están
sembradas con minas. La siempre ardua
tarea de recuperarse de una guerra
se convierte en una carrera de obstáculos
por la supervivencia.
La inseguridad alimentaria (consecuencia
directa del crecimiento demográfico)
es otro motivo a destacar que lleva
a estas poblaciones a esta situación
de penuria, junto a periodos de hambruna.
Estos son motivados por el cambio
que realizan los campesinos al abandonar
las prácticas de agricultura
tradicionales por métodos insostenibles
en terrenos montañosos frágiles.
No sólo las personas sufren.
Las montañas comienzan a experimentar
un gran deterioro por los cambios
climáticos, la contaminación,
la explotación minera y el
turismo. Estas actividades aumentan
el riesgo de desastres tales como
inundaciones o desprendimientos de
tierra. La biodiversidad de estos
"gigantes naturales" se
halla entre las más grandes
gracias a la extraordinaria gama de
elevaciones y climas existentes en
los ecosistemas verticales. Esta riqueza
se demuestra en que de las 20 plantas
que proveen el 80% de los alimentos
del mundo, seis tuvieron su origen
en las montañas. La patata
fue encontrada por primera vez en
los Andes de Perú, el maíz
en la Sierra de México y el
sorgo en las tierras altas de Etiopía.
Una quinta parte del territorio mundial
está constituido por montañas.
Pero los gobiernos no parecen ser
conscientes de su importancia y necesidad
para la vida. En vez de intentar llevar
a cabo políticas para la implantación
de prácticas de conservación
inocuas para el medio ambiente, se
olvidan de estos territorios. Pero
se acuerdan a la hora de recibir ingresos
motivados por estos ecosistemas. Es
el caso de las regalías. Son
tarifas impuestas por un gobierno
para poder afrontar los costos totales
de conservación y uso sostenible
de sus recursos.
El gobierno nepalí instauró
una tarifa de 50.000 dólares
por expedición que pretenda
ascender el Everest. Un 30% de este
impuesto tenía que ser destinado
a la limpieza y al trabajo de desarrollo
de la comunidad afincada en torno
al monte. En la actualidad estas cifras
son ligeramente inferiores a lo acordado
y aunque se cumplieran no se podría
llegar al objetivo marcado. Son pocos
los casos en los que el importe íntegro
de este impuesto es destinado al fin
marcado. Tal es el caso de Ruanda,
donde para poder observar los gorilas
se debe pagar 200 dólares por
visita que son destinados a la conservación
del Parque Nacional Des Volcans.
La globalización ha tenido
efectos negativos en las áreas
de montaña debido a las distorsiones
del mercado. Para contrarrestarlos,
el pasado mes de mayo tuvo lugar en
Suiza la Conferencia Internacional
sobre Agricultura Sostenible y Desarrollo
Rural en las Regiones de Montaña,
organizada por la Oficina Federal
Suiza de Agricultura en estrecha colaboración
con la FAO. Como objetivos destacaban
la compensación que se tiene
que dar a las poblaciones de montaña
por la conservación del medio
ambiente, además de facilitar
la instauración de cultivos
que permitan un desarrollo sostenido.
Parece que el camino a tomar para
poder acabar con la hambruna tiene
que seguir esta dirección,
a pesar de la venda que se han puesto
en los ojos algunos gobiernos.
La Declaración pide el reconocimiento
de los derechos de las comunidades
rurales, de las poblaciones indígenas
y las tribales, así como el
acceso a los alimentos, al agua potable
y a los servicios básicos como
la educación, la salud, la
sanidad, la vivienda y la energía.
Combatir la erosión de los
suelos, la degradación de las
tierras, la deforestación,
la pérdida de biodiversidad,
la interrupción de los flujos
de agua y el retiro de los glaciares
son mimbres básicos para la
conservación y mejora de la
situación de las montañas.
Las montañas del mundo son
mucho más importantes para
la vida de la Tierra de lo que muchos
de nosotros creemos. Están
tan vivas como los océanos
y son determinantes para nuestro bienestar.
Si la situación no cambia,
en los próximos años
iremos viendo como estos ecosistemas
milenarios cederán ante la
mayor plaga conocida: el hombre.
Christian Sellés
Periodista
Centro de Colaboraciones Solidarias
chselpe@yahoo.es
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