Cuatro
especies en problema; caminan despacio,
desaparecen rápido.
Muchos amantes de
la naturaleza poseen animales en sus
hogares, y es común que se
trate de especies de la fauna silvestre.
En este sentido, las tortugas terrestres
son las mascotas argentinas más
populares. Sin embargo -y para sorpresa
de muchos- la venta de este animal
está prohibida dentro de la
jurisdicción nacional como
así también su tránsito
interprovincial (1).
Esto quiere decir
que todas las tortugas terrestres
que vemos a la venta en pajarerías,
veterinarias, viveros y bicherías
en Capital Federal son ilegales. A
pesar que algunos comerciantes sostienen
que sus ejemplares proceden de criaderos,
no es verdad. Ninguno de los pocos
existentes en nuestro país
cumple tal función, porque
se limitan a acopiar ejemplares capturados
de la naturaleza en lugar de criarlos
en cautiverio. La prohibición
no es un capricho, sino una respuesta
gubernamental para evitar que desaparezcan
ante la falta de emprendimientos para
aprovechar este recurso con planes
sustentables (criaderos serios, colecta
controlada, etc.).
En nuestro país
existen cuatro formas de tortugas
de tierra (común, chaqueña,
patagónica y carbonaria o "yabotí")
y, la mayoría, viven en una
franja que ocupa el centro de la Argentina
desde Salta y Formosa hasta Chubut.
Todas ellas se encuentran amenazadas
de extinción (2). La modificación
de su ambiente natural (por la expansión
de las fronteras agropecuarias) y
el comercio ilegal para abastecer
al mercado de mascotas son las causantes
de su progresiva desaparición.
Hasta hace poco se vendían
más de 10.000 tortugas terrestres
al año. Hoy se desconoce el
número de ejemplares traficados,
pero se presume que es enorme.
Paradójicamente,
las personas que las compran aman
a los animales y seguramente no buscan
contribuir a su extinción,
pero el efecto que provocan con su
compra es decididamente negativo,
al favorecer la actual situación
del mercado. Es oportuno recordar
que la FVSA no se opone a la extracción
de fauna para su comercialización,
siempre y cuando dicha utilización
se base en evaluaciones previas que
garanticen una extracción que
no atente contra la conservación
de las poblaciones silvestres a perpetuidad.
Una tortuga en
cautiverio en Buenos Aires, Santa
Fe, Entre Ríos o Corrientes
(y otras regiones con clima húmedo)
no vive, sobrevive, porque las condiciones
de una casa o un departamento son
muy distintas a las de las regiones
áridas donde naturalmente habitan.
Los suelos secos, expuestos a muchas
horas de sol y calor, cubiertos por
cactus, frutos y pastos xerófilos
son reemplazados por baldosas y, muchas
veces, privadas de recibir luz directa
y alimentadas con hojas de lechuga,
pedacitos de tomate o pepino. Obviamente,
ésto les produce enfermedades
y -a mediano o largo plazo- la muerte
(3). Es más, ni siquiera se
suele asistir a un veterinario, porque
el precio de la consulta ($ 25) puede
ser mayor al del animal ($ 10 a 30).
En estas condiciones, una tortuga
difícilmente supera un promedio
de tres años de vida, cuando
en la naturaleza pueden vivir hasta
40. Por lo general, cuando mueren,
se compran otras en su reemplazo -como
si fueran objetos o juguetes-, con
lo cual el tráfico se mantiene
estimulado y así también
se incrementa su impacto.
Esta situación
fue dada a conocer por los especialistas
y la misma FVSA en reiteradas oportunidades
(4), pero esa vieja historia está
lejos de cambiar todavía.
Otro grave problema
que las afecta directamente es la
destrucción o transformación
de sus hábitats naturales.
La desforestación y el avance
de la ganadería provocan la
pérdida de lugares en donde
refugiarse, pérdida de alimento,
el pisoteo de los nidos, crías
y cuevas, en tanto el incendio de
los campos para el desmonte produce
la muerte de ejemplares (5).
La FVSA con la cooperación
de la Dirección de Fauna y
Flora Silvestres de la Nación,
ha recibido tortugas decomisadas y
donadas por particulares, con la intención
de estudiarlas para conocer más
sobre su biología y sanidad,
rehabilitarlas y ofrecerles el mejor
destino a los fines de la conservación.
A partir de esta experiencia, han
pasado por nuestras manos, tortugas
lastimadas, mordidas por perros o
gatos, aplastadas por persianas, intoxicadas,
descalcificadas, raquíticas,
hembras con oviductos obstruídos
por retener sus propios huevos (lo
que provoca una suerte de parálisis),
infectadas por hongos, golpeadas o
caídas desde balcones... Podríamos
continuar, pero para no hacer mas
dramática esta historia, también
podemos decir que algunas de ellas
han podido ser rehabilitadas, marcadas
para facilitar su seguimiento y devueltas
a la naturaleza, en áreas libres
de la presencia de colectores. Sin
embargo, la mayoría no accede
a este destino y son derivadas a zoológicos.
Por todo ésto,
mientras la FVSA continúa trabajando
contra el tráfico ilegal de
fauna, renueva su llamado a la comunidad
para que deje de comprar tortugas.
Si interrumpimos la demanda, se desmorona
la oferta. Todos conocemos familiares,
compañeros de trabajo, conocidos,
escuelas y jardines de infantes que
tienen tortugas. Expliquemos esta
situación e induzcamos a que
no vuelvan a comprar otras, hasta
tanto no se garantice un comercio
legal y racional con cupos técnicos
de cosecha y con controles gubernamentales
eficientes.
Si observa comercios
que venden tortugas terrestres:
a) coméntele
al propietario sobre la prohibición
vigente,
b) informe a la Dirección de
Fauna y Flora Silvestres (San Martín
459, Piso 3, tel.:348-8553/8555, CP
1004, Cap. Fed.) o a la autoridad
provincial competente y
c) comuníquelo a la FVSA.
Ello concientizará, además
de promover acciones de control y
eventuales sanciones a los comercios
ilegales.
Con esta participación fundamental,
les estaremos dando una oportunidad
de supervivencia a muchos animales
y, al mismo tiempo, se le permitirá
a las instituciones conservacionistas
destinar más esfuerzo y tiempo
en otros problemas o en otras especies
amenazadas de extinción. Juntos,
podemos cambiar muchas cosas malas.
No dude en actuar, en ser un nuevo
protagonista. Tal vez, más
adelante, cuando vea un documental
sobre tortugas pueda sentir que gracias
a su ayuda siguen caminando por nuestros
desiertos y montes.
Las enfermedades
del cautiverio
Las tortugas terrestres
mantenidas bajo un mal cautiverio
y como consecuencia de los cambios
climáticos, del fotoperíodo
y de la alimentación, suelen
sufrir una importante gama de enfermedades.
En un ambiente doméstico,
en donde hallamos pisos con baldosas
que no les permiten caminar correctamente
-ya que al patinar lo hacen apoyando
el vientre sobre el suelo-, los animales
malforman sus miembros. Los huesos
de sus patas se desarrollan horizontalmente
y no los pueden utilizar como soporte
de sus cuerpos.
Afortunadamente,
este tipo de debilitamiento no suele
observarse en animales que viven en
jardines.
En cuanto a su
alimentación, existe la creencia
popular de que estos reptiles pueden
vivir consumiendo sólo lechuga,
pepinos y unas cuantas verduras más.
Por ello muchas sufren del debilitamiento
o del exceso de calcificación
de sus carapachos, hipotiroidismo,
u otras anomalías. Flores,
caracoles, insectos, frutas de todo
tipo, hortalizas y carne picada cada
15 días, constituyen la dieta
adecuada para ejemplares cautivos.
La humedad ambiente
(en el caso de la pcias. de Buenos
Aires, Santa Fé o del litoral),
la falta de luz y la manipulación
pueden derivar en enfermedades más
graves tales como la salmonelosis,
gota, micosis, fungosis, úlceras
y otras. La primera de éstas,
incluso, puede ser contagiada al ser
humano.
Esto se complica
por lo difícil y costoso que
resulta, incluso para los profesionales,
el determinar la presencia de algunas
enfermedades. Así, algunos
ejemplares -aparentemente sanos- pueden
incubar bacterias de fácil
transmisión (como las Mycobacterium
sp.) con el consecuente riesgo de
contagiar a otros ejemplares. Esto
es particularmente peligroso cuando
personas o instituciones no asesoradas
correctamente, deciden liberar animales
en la naturaleza. La liberación
de unos pocos ejemplares enfermos
puede desencadenar una epidemia que
afecte a las poblaciones silvestres
de tortugas, agregando un nuevo factor
de extinción en vez de contribuir
a solucionar el problema. Por ello
la FVSA hace un llamado público
para que la gente no reaccione liberando
sus tortugas en áreas naturales,
sino que las derive a Instituciones
que estén en condiciones de
recibirlas y determinar cuál
es el mejor destino de cada animal.
Dado que aún no hay centros
de rescate que puedan recibir miles
de tortugas y a que las pocas instituciones
que las reciben solo aceptan pocos
ejemplares, cabe la posibilidad que
donar su tortuga sea muy difícil.
Por ello, en el peor de los casos,
se sugiere mantenerlas como mascotas
lo mejor posible y no comprar otras
más.
Un adecuado
cautiverio
Aunque usted lo
deseé, la mayoría de
las tortugas cautivas no tendrán
posibilidades de retornar a la naturaleza.
Sin embargo, podemos contribuir a
su bienestar conociendo sus necesidades
y ofreciéndoles un mínimo
de atenciones.
Las diferentes especies
requieren para su óptimo crecimiento
y desarrollo, proteínas de
origen animal, vitaminas y minerales.
Los quelonios consumen alrededor de
un 10% de su peso diariamente durante
la época estival.
Se debe evitar la
alimentación en terrenos arenosos
o con grava, que pueden ocasionar
problemas digestivos (constipación
u obstrucción intestinal).
La dieta debe incluir
frutos varios, verduras (6), hojas
de árboles, gramíneas,
leguminosas, cactus o tunas, brotes
de soja, caracoles, gusanos y babosas
o, en su defecto, trozos de carne
o carne picada. Algunas aceptan insectos.
El mejor "recinto"
se lo podremos brindar en aquellos
jardines cuyos suelos estén
cubiertos por tierra o pasto, donde
puedan acceder al sol y a la sombra,
y en donde sean los propios individuos
los que seleccionen los refugios adecuados
para dormir. Además -durante
los meses fríos- podrán
aletargarse, hecho que no ocurre cuando
se las retiene dentro de las calefaccionadas
viviendas humanas. En este caso, al
requerir de mayores funciones metabólicas,
la vida de estos reptiles se acorta.
Si no se dispone
de un jardín u otro ambiente
adecuado, en los interiores de los
hogares las tortugas deben disponer
de un ambiente iluminado pero sin
recibir sol directo. En su defecto,
especialmente las mas pequeñas,
pueden ser hospedadas en terrarios
con luz ultravioleta (longitud de
onda de 2700 a 3000 A). Esto último
se logra por medio de lámparas
solares ubicadas a una distancia de
1 a 1,60 metros del animal, de 15
a 30 minutos diarios. El fotoperíodo
diario oscila entre las 12 y 16 horas,
y el rango de temperatura óptima
preferida corresponde en general entre
los 20 y 39 grados centígrados
(7).
No debe faltar un
pequeño bebedero, cuyo borde
superior esté a nivel del suelo
(es decir el recipiente debería
estar enterrado). Aunque no se las
observa hacerlo frecuentemente, las
tortugas terrestres son grandes bebedoras
de agua. Lo hacen succionando el agua
luego de sumergir toda la cara, e
inclusive la cabeza, bajo el agua.
Entre fines de diciembre
y últimos días de febrero,
las hembras adultas depositan hasta
seis huevos blancos, casi esféricos.
Los depositados antes o después
de ese período resultan estériles.
El sitio de desove suele ser un hoyo
en la tierra -con forma de embudo-
que las hembras excavan con las patas
traseras, utilizándolas a modo
de palas. Si las condiciones no favorecen
la construcción de dicho nido,
tampoco será raro hallarlos
sobre el asfalto o las baldosas. De
todos modos, en las áreas de
influencia del Río de la Plata
la eclosión de éstos
es excepcional debido a que la humedad
del suelo los descompone.
Citas
(1) Apéndice
II de CITES (comercio internacional
regulado); Resolución SAGyP
N° 62/86.
(2) Status "Vulnerable"
según la DNFS y la FVSA. Según
la UICN, se encontraría en
este rango la especie Chelonoidis
chilensis.
(3) Animales mantenidos en habitáculos
artificiales con suelos de baldosas
o bajo condiciones de alta humedad
y sombra, junto a deficiencias en
la dieta y temperatura ambiente, provocan
distintos cuadros de enfermedades
algunas de las cuales hemos detallado.
Pero sin duda, la salmonella, la estomatitis
y los hongos exteriores (fungosis)
e interiores (micosis) son las mas
frecuentes en las urbes rioplatenses,
siendo particularmente importantes
por la facilidad de transmisión
- la primera, incluso, al ser humano
- y lo dificultoso de su tratamiento.
(4) Tomás Waller y Juan Gruss,
1986. Revista "Vida Silvestre"
(año V, n° 19). Buenos
Aires.
(5) La situación de cada especie
de tortuga amenazada, ha sido descripta
por Juan Carlos Chebez en 1994 ("Los
que se Van", Editorial Albatros,
Buenos Aires).
(6) durazno, pera, manzana, uva, kiwi,
higo, tomate, sandía, mora,
repollo, achicoria, zapallito, zapallo,
zanahoria, algo de lechuga y pepino.
(7) Dr. A. C. Tracchia, 1993. Hábitat
y Dieta de Quelonios en Cautiverio,
en Clínica y Producción
Veterinaria n° 12 (junio/93).
ANEXO
Direcciones
útiles
Dirección
de Flora y Fauna Silvestres (DNFFS):
San Martín 459 (1004) piso
3, Cap. Fed.; tel. (01) 394-1079/6155/5161,
fax. (01) 394-2954. Es el organismo
oficial encargado de administrar el
recurso "fauna" en el ámbito
nacional.
Dirección
de Recursos Naturales y Ecología
(DPRNE): Calle 12 y 51, Torre I, piso
8, (1900) La Plata, Pcia. de Bs.As.;
tel. (021) 256907/256914/254828. Es
el organismo oficial encargado de
administrar los recursos naturales
de la Pcia. de Bs. As.
Fundación
Vida Silvestre Argentina (FVSA): Defensa
245 (1065) Cap. Fed.; tel. (01) 343-3778/4086.
En convenio con la ECAS mantienen
un Centro de Rehabilitación
de Fauna.
Asociación
para la Conservación y Estudio
de la Naturaleza (ACEN): Serrano 1779
(1663) San Miguel, Pcia.de Bs.As.;
tel. (037) 21942/21154, (01) 451-1818.
Conjuntamente con otros entes, rehabilitan
algunos animales silvestres o los
derivan a otras instituciones.
Jardín Zoológico
de la Ciudad de Buenos Aires (ZOOBA):
República de la India 2900
(1425) Cap. Fed.; Tel. (01) 802-2174/2676/1901/8332.
Ocacionalmente recepcionan tortugas.
Jardín Zoológico
de La Plata (ZOOLP): Paseo del Bosque
s/n (1900) La Plata, Pcia. de Bs.
As.; tel. (021) 38950. Ocacionalmente
recepcionan tortugas.
Gustavo Aprile
Proyecto Rehabilitación, Dpto.
de Conservación, FVSA
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