Hubo un tiempo en que acceder a la red era una experiencia emocionante y casi de privilegio. ¿Recuerdan, en la época de la conexiones dial-up, el excitante sonido de los módems intercambiando información para establecer conexión?

Épico. Y por ahí comenzamos nosotros, tratando de transformar una monografía en un documento multimedia y luego escribirlo en html para alguna vez pubicarlo.

Y todo se fue dando de a poco; conocimos momentos que, vistos con la perspectiva que da el paso del tiempo, ahora valoramos como de gran popularidad.

Pero este es un medio en constante evolución. El advenimiento de la conexiones de banda ancha a precios relativamente accesibles amplió exponencialmente la cantidad de usuarios con acceso a la red. Y estos nuevos usuarios pasaron a conformar una mayoría que paulatinamente contribuyó a ir cambiando los usos y costumbres en el "ecosistema".

Fue quedando atrás la vigencia de los temas académicos y educativos -hoy patrimonio casi exclusivo de Wikipedia-, dando paso a información más escueta, contundente y quizás menos comprometida.

Poco a poco solo una minoría sostuvo el hábito de utilizar el medio como fuente de información y conocimiento, para pasar a ser una fuente de diversión y entretenimiento.

Las tecnologías de publicación también fueron cambiando: la moda de los blogs, los microblogs y finalmente Facebook que todo lo acapara. Se pasó del desde el html sencillo a los CMS o a desarrollos a medida, generalmente reservados a las grandes corporaciones.

La diversidad fue en merma y Google se convirtió en el árbitro de qué vemos, qué se promociona y qué se condena al olvido. Las razones pueden ser válidas pero es sabido que los monopolios nunca son beneficiosos para el ciudadano común. Ciudadano común que por acción u omisión decidió ignorar otras alternativas.

Caducó la vigencia de elegir buenos contenidos, editarlos y ofrecerlos al visitante como guía de aprendizaje de conocimientos básicos en una determinada disciplina.

¿Y qué podíamos hacer en medio de esta realidad? Tratar de adaptarnos, volvernos sociales, incorporar -en la medida de nuestras posibilidades- las nuevas tecnologías y desear fuertemente no caer en desgracia con los arbitrarios monopolios.

Pero fue un tren que corrió demasiado rápido y poco a poco fuimos perdiendo la posibilidad de mantener el ritmo de las tendencias de avanzada.

Y un día, luego de catorce años... la realidad nos superó, nos dejó a un costado, nos archivó en el arcón de los recuerdos.

Por eso ha llegado el momento de poner una pausa que puede ser eso: una pausa o convertirse en un punto final.

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