Uno
de los más graves problemas ambientales que se presenta en áreas
rurales es la desertización, fenómeno de degradación de la tierra en
zonas áridas, semiáridas y sub-húmedas secas derivado de los efectos
negativos de actividades humanas.
Las causas son el sobrecultivo, la utilización excesiva de las
tierras para el pastoreo y la deforestación, que derivan en agotamiento
y erosión del suelo. La productividad del suelo disminuye, se reduce la
producción de alimentos, se le quita a la tierra su cobertura vegetal y
todo ello impacta en forma negativa en áreas que no están afectadas
directamente por estos síntomas, causando inundaciones, salinización
del suelo, deterioro de la calidad del agua y obstrucción de ríos,
corrientes y reservorios con sedimentos.
La búsqueda de máximos beneficios a corto plazo de la agricultura
intensiva se ha convertido en la principal causa de degradación de los
suelos y el agua y, por tanto, de los procesos de desertización. El
elevado consumo de agua, la fuerte mecanización y la utilización de
productos agroquímicos, constituyen los elementos característicos de la
agricultura intensiva, cuyo incremento en los últimos tiempos, está
propiciando un aumento de la presión y degradación de nuestros suelos.
Más del 30% de la superficie del Planeta lo constituyen áreas
susceptibles a la desertización. En ellas viven en torno a mil millones
de personas, que en menos de unas décadas será muy difícil alimentar a
la creciente población. Los más perjudicados son los países de Africa,
de algunas zonas de Asia del este y del sur, y de Sudamérica.'
La imagen de Argentina como granero del mundo y productora de cereales
y carnes en abundancia no se ajusta a la realidad: la porción
continental de la República Argentina posee una superficie de 2.700.000
km2, en la cual aproximadamente sólo el 25% corresponde a regiones
húmedas y subhúmedas. El 75% restante (15 % de zonas semiáridas y 60%
de zonas áridas) presenta riesgo de desertificación. Además, un tercio
de la población del país (9,5 millones de personas) vive en zonas
secas, y de éstas proviene alrededor de la mitad de la producción
agropecuaria nacional.
Ya no se trata de una posibilidad: el 40% de la superficie continental
del país se encuentra afectado por procesos que están degradando sus
tierras.
En la Pampa Semiárida, con suelos arenosos de pendientes suaves, se
generalizó la agricultura con prácticas incorrectas y el sobrepastoreo
en las áreas más secas. Las sequías periódicas desataron procesos de
erosión eólica dando origen a médanos y exponiendo los suelos a la
erosión hídrica.
En la Patagonia, estepa con relieve de mesetas, la causante principal
de la desertificación está dada por el sobrepastoreo ovino. Los
sistemas ganaderos extensivos establecidos hace más de un siglo no
contemplaron el uso sustentable del pastizal natural, acentuando sus
condiciones de aridez por disminución o eliminación de la cubierta
vegetal. Coexisten en el ambiente patagónico los valles irrigados con
severos procesos de salinización y revenimiento. Actualmente más de 30%
de la superficie de la región se encuentra afectada por procesos
erosivos eólicos e hídricos graves o severos.
El Chaco Semiárido gran planicie ubicada en el centro norte del país,
presenta un ecosistema forestal sujeto a desmonte masivo y
sobrepastoreo, que junto a la agricultura intensiva, expone los suelos
a las precipitaciones y temperaturas extremas, generando pérdidas en
fertilidad y eficiencia hídrica, y procesos erosivos.
En el área de Cuyo coexisten importantes áreas bajo riego, con
problemas de salinización y revenimiento freático (oasis de cultivo),
con extensas llanuras fluvioeólicas sujetas a sobrepastoreo y
deforestación.
Hay que tener presente que los impactos no sólo tienen relación con el
medio ambiente, repercute también en los sistemas sociales y
económicos. Si bien las consecuencias ambientales corresponden a la
destrucción de la fauna y flora, la reducción significativa de la
disponibilidad de los recursos hídricos y deterioro físico y químico de
los suelos genera una pérdida considerable de la capacidad productiva,
provocando cambios sociales (como las migraciones) que desestructuran
las familias y acarrean serios impactos en las zonas urbanas, para
donde se desplazan las personas en busca de mejores condiciones de vida.
Los cultivos intensivos han sido y son una de las principales causas de
pérdida de suelo fértil. Los países ricos aplican su tecnología y sus
capitales para incrementar la producción de las tierras. Los países
pobres incrementan su producción de alimentos a través de nuevas
roturaciones y desmontes. La falta de mercado interior obliga a
producir para mercados exteriores muy competitivos.
Las poblaciones en crecimiento sobreexplotan sus tierras y, debido a
esto, tienen que emigrar cuando ya han agotado todos sus recursos. Son
los problemas añadidos, consecuencia de la desertización y destrucción
del medio. El incremento de la población incide en la pérdida de suelo
fértil, ya que se necesita espacio para edificar. El ritmo de
crecimiento demográfico actual reducirá en un tercio la superficie
agrícola por persona, en las próximas generaciones.
La forma más antigua de llegar a la desertización de un terreno está
ligada directamente a la supervivencia de los pueblos y la provoca el
hombre. El llamado sobrepastoreo es decir, mantener demasiado ganado en
una superficie dedicada a pastos acarrea la pérdida de especies
comestibles y el consiguiente crecimiento de especies no comestibles.
Si la excesiva presión de pastoreo continúa, la pérdida de la cubierta
vegetal puede llevar a la erosión del suelo. Muy ligada a esta causa
aparece la sobreexplotación, en la que el suelo se agota por la pérdida
de nutrientes y la erosión. Si se acortan los periodos que las tierras
quedan en barbecho, es decir, libres de todo cultivo o se abusa del uso
de técnicas mecánicas que producen una pérdida generalizada de suelo,
estaremos frente a un futuro de tierras infértiles y secas. También la
tala excesiva de vegetación, para crear tierras agrícolas y pastizales,
pero sobre todo para destinarla a leña caracteriza las tierras secas de
los países en desarrollo provoca que, en regiones enteras (como el
Sahel en Africa), los alrededores de las ciudades carezcan por completo
de árboles. La salinización del suelo consecuencia directa del el uso
de técnicas agrícolas rudimentarias y prácticas poco apropiadas, unido
a la mala gestión de los programas de irrigación, es otra de las causas
directas de la muerte de la tierra. Todos estos factores son inherentes
a la presencia del hombre en la Tierra, pero en el último siglo se le
sumó otra actividad humana altamente devastadora: el turismo, sobre
todo la preparación urbanística destinado a alojarlo. No es raro
encontrar en zonas cálidas complejos que bien parecen oasis en
desiertos. Las aguas, en muchas ocasiones subterráneas, que la
naturaleza destina a hectáreas se canalizan para servir a unos cuantos
metros cuadrados, en clara disminución de las demás tierras.
Para dominar la desertificación es indispensable que las sociedades
humanas aprendan otra vez lo que aprendieron por primera vez hace miles
de años, esto es, que la vida social y cultural sólo es posible en las
zonas secas si se es capaz de elaborar una economía que esté en armonía
con la naturaleza, adaptada a las condiciones del lugar.
Para una lucha eficaz frente al problema de la desertificación se hace
imprescindible desarrollar acciones de prevención y de recuperación.
Para la prevención se requiere planificar un adecuado manejo del
recurso suelo, conservar los bosques, evitar el sobrepastoreo, utilizar
métodos adecuados de irrigación, mejorar los pronósticos de sequía a
largo plazo y combatir la pobreza rural. Para la recuperación de áreas
ya degradadas es necesario reforestar, mejorar el uso del agua y fijar
medanos.
Técnicamente, las áreas afectadas por la desertificación pueden ser
'restauradas' cuando se recupera el ecosistema a través del abandono
del mismo, lo que reduce la presión de uso de los recursos y posibilita
la recuperación de los componentes originales del ecosistema, logrando
una restauración de éste y de su capacidad de sostenimiento,
'rehabilitadas' cuando se recupera el ecosistema original a través de
un mejor manejo, lo que produce un cambio permanente o 'habilitadas'
cuando se recupera el ecosistema por medio del agregado de elementos
ajenos a él, tales como especies vegetales exóticas, construyendo un
ecosistema distinto del original pero que puede ser manejado en forma
sustentable.
En todo caso resulta imprescindible realizar las siguientes acciones,
tanto para la prevención en áreas susceptibles como para la
recuperación en áreas degradadas:
- Mejorar las condiciones sociales, culturales y económicas.
- Prevenir el avance de la erosión y el deterioro de la vegetación.
- Planificar el uso del suelo
- Realizar actividades agrícolas con técnicas de labranza conservacionistas
- Utilizar sistemas de riego que eviten los peligros de sedimentación y salinización.
- Desarrollar variedades de vegetales resistentes a la sequía.
- Mejorar los pronósticos de sequía a largo plazo y sistemas de alerta temprana.
- Conservar los bosques nativos.
- Reforestar
Cristian Frers - Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social.
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