150 granjas se dedican en España a la cría de caracoles. Son empresas jóvenes y en ocasiones pequeñas, pero empujan con fuerza para convertirse en una industria sólida

Lejos de las 50.000 toneladas anuales que se comercializan en Francia -el mayor consumidor del mundo-, pero, incluso así, con una necesidad clara de importar el producto: esa es la realidad actual del mercado español de caracoles. Cada año, se calcula que son alrededor de 14.000 toneladas de estos moluscos las que entran en el circuito gastronómico nacional, prácticamente un 10 por ciento de la estimación prevista para toda la Unión Europea, que asciende a 150.000. Son muchos, muchos caracoles.

Cuando todo indicaba que el único camino de la helicicultura local era cruzar el atlántico para colocar caracoles vivos en Europa, comenzó a desperezarse el mercado interno y también asomó la industria cosmética. Ambos representan los nuevos destinos que ya tienen los caracoles criados por la empresa Helix del Sur.

La red nacida en Córdoba, y que actualmente tiene criaderos asociados en Argentina, Chile y Uruguay, cuenta con 52 hectáreas productivas y está prácticamente finalizando su cosecha, que este ciclo le reportará alrededor de 43 mil kilos en toda la red.

De un tiempo a esta parte el aceite de caracol terrestre se expende en el mercado como líquido medicinal. Sin embargo, pocas personas saben que este producto, además, tiene una alta dosis vitamínica para el cuerpo humano.

El caracol cuenta con nueve de los diez aminoácidos que necesitan las personas en la dieta diaria; es bajo en grasas, rico en proteínas, vitamina C y sales minerales (calcio, zinc, cobre, magnesio, hierro).

Alarmados por el retroceso de un glaciar en los Alpes suizos, una estación de esquí decidió cubrir el hielo con un manto gigante para evitar que se derrita durante el verano.

De tener éxito, los directivos del resort Gemsstock, que se encuentra cerca de Andermatt en Suiza, esperan que otros centros de la zona copien la medida.