Frenemos la extinción de especies |
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sábado, 25 de junio de 2005 |
Las
especies vegetales y animales siguen desapareciendo a un ritmo sin
precedentes por la acción del hombre y por el efecto del cambio
climático.
Sabemos que el futuro de nuestro planeta depende del uso inteligente de
los recursos naturales y de la protección de los ecosistemas, pero la
ONU alerta de que las buenas intenciones que supone el principio del
desarrollo sostenible no se están traduciendo en protección del medio
ambiente. La pérdida de especies y la destrucción del hábitat
continúan.
La tasa a la cual se están perdiendo especies es alarmante, incluso
comparada con la extinción de los dinosaurios hace 70 millones de años.
Los científicos sitúan esta tasa entre 1.000 y 10.000 veces más alta de
lo que sería en condiciones naturales.
Un 13% de la superficie terrestre, 19 millones de metros cuadrados, son
zonas protegidas en el planeta. Pero la gestión de estas zonas no
siempre respeta los objetivos de conservación. En los últimos diez años
se ha destruido una superficie de bosque equivalente a Venezuela.
Sin olvidar que la mayoría de los gases de efecto invernadero los
producen los países industrializados, la ONU afirma que si existe
voluntad política es posible la recuperación de la capa de ozono.
El entorno natural no es el único que sufre degradación. El mundo
urbano también sufre la presión de la población, provocada por el éxodo
de las zonas rurales, 100 millones de personas al año. Algunas de las
consecuencias son que 1.000 millones de personas viven en chabolas y
que 2.600 millones carecen de letrinas o saneamientos.
Las especies están siendo amenazadas en todos los continentes y en todo
tipo de hábitat. Las regiones tropicales de Asia y Australia
experimentan altas tasas de extinción. Los ríos, y las islas oceánicas
son hábitat gravemente afectados.
En los últimos veinte años se han hecho grandes esfuerzos para contener
la pérdida de especies. Existen muchas causas para el actual proceso de
extinción, pero la mayoría se originan en una administración
insostenible del planeta por parte de los humanos. La dispersión de
especies foráneas e invasoras es una de las amenazas difíciles de
controlar. Se trata de animales y de plantas, dispersos en áreas que no
suelen habitar de forma natural, desplazando a las especies nativas
mediante depredación, competencia, enfermedades e hibridación. Otro de
los problemas candentes es la explotación masiva tanto de plantas como
de animales, que se reproducen por motivos culturales o intereses
económicos. Es el caso del comercio de marfil o de mascotas y la
extracción excesiva de madera deforestan inmensas extensiones de
bosques cada año que contribuyen a la erosión y desertización
consiguientes.
Muchas especies parecen estar sufriendo serios declives como resultado
del cambio climático pero la lista de problemas incluye la
contaminación y los fenómenos climáticos anormales que tienen efectos
devastadores. La mayoría de las amenazas se relaciona con los cambios a
gran escala que el hombre ejerce sobre el medioambiente. La pérdida de
especies es sobre todo consecuencia de una forma egoísta de vivir. La
creciente riqueza económica de una parte del mundo exige a la
Naturaleza demandas que no pueden ser satisfechas. En el otro extremo,
en las regiones más pobres del planeta, la pobreza fuerza a la gente a
adoptar modos de vida de subsistencia que conllevan actividades como la
quema y el pastoreo excesivo que destruyen espacios vitales críticos
para el mundo vivo.
Para abordar de forma eficaz el control de la extinción de especies, es
preciso dirigir la acción no sólo a las amenazas inmediatas sino
también a las causas que ocasionan esa disminución creciente.
Desarrollar estilos de vida más solidarios, humanos y sostenibles sigue
siendo un desafío global que nos afecta a todos por aceptar sin examen
ni criterio imposiciones de un modelo de desarrollo que sólo pretende
el mayor beneficio a costa de la salud del planeta que nos sostiene.
Aceptar como criterios de desarrollo el uso indiscriminado de los
hidrocarburos, de sistemas de refrigeración que contaminan la atmósfera
o sencillamente del papel higiénico por toda la humanidad supondría la
extinción de bosques a una velocidad insostenible y la desaparición de
la capa de ozono que constituye nuestro problema.
María José Atiénzar
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias
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