Página 1 de 2 Europa
occidental sufre la peor sequía desde que se comenzaron a llevar
registros. Los agrietados mantos acuíferos de Sussex son sólo la punta:
el Instituto Meteorológico español acaba de declarar una "severa
sequía" que dura ya seis meses; Francia es patrullada por una "policía
del agua" que impide a los campesinos regar sus cosechas, y su ministro
del Medio Ambiente declaró el mes pasado: "el suelo de nuestra patria
se muere de sed". Según los climatólogos del mundo, esta sequía es sólo
un presagio. Para buena parte de la humanidad, ése será el aspecto que
tendrá el siglo XXI.
Es imposible culpar al calentamiento global de cualquier suceso
climatológico aislado, pero casi todas las pautas que los climatólogos
han predicho -sequías más frecuentes e intensas, aumento en las
temperaturas globales y rápido derretimiento de glaciares, del casquete
polar ártico o de la capa de hielo del Antártico- han estado
ocurriendo. ¿Durante cuánto tiempo más seguiremos simulando que todo es
coincidencia? Los climatólogos han advertido desde hace mucho que una
de las mayores consecuencias del calentamiento global será una
transformación de las reservas hídricas del planeta. Basta de
negaciones: es hora de prepararnos para un siglo de sed.
Paul Crutzen, científico ganador del Premio Nobel, ha ofrecido el más
claro contexto intelectual para estos acontecimientos. En 10 mil años
transcurridos desde la última glaciación, la humanidad ha vivido en el
periodo conocido como holoceno, que es cuando la temperatura del
planeta se asentó, y con ella la humanidad. Comenzamos a vivir en
aldeas y poblados, y desarrollamos la agricultura, la escritura y demás
instrumentos que hacen posible la vida que conocemos. En el curso de
los milenios, los humanos hemos evolucionado para vivir en las
condiciones que brinda el holoceno. Son las únicas que hemos visto.
El antropoceno
Pero hay un problema: el holoceno está llegando a su fin. Comenzó a
morir en el decenio de 1780, cuando James Watt inventó la máquina de
vapor y sin darse cuenta cambió el curso de la historia. De entonces a
la fecha una criatura -el hombre- se ha vuelto tan numerosa y poderosa
que ahora está alterando el planeta en escala geológica. Hemos extraído
y quemado tantos combustibles fósiles que estamos cambiando la física y
la química del planeta en que vivimos.
El hombre ha inaugurado una nueva era climatológica -Crutzen la llama
antropoceno- y las personas del siglo XXI vivimos en esa transición. Es
un experimento colosal e inaudito, y no tenemos ningún otro lado adonde
ir si no nos gustan los resultados.
Sólo ahora comenzamos a ver qué aspecto tendrá esta nueva era
geológica. Si no se adoptan hoy drásticas acciones preventivas, vamos a
llegar en los próximos años a las temperaturas más altas desde que
evolucionó nuestra especie, y una de las mayores diferencias radicará
en la ubicación y confiabilidad de las reservas de agua del planeta. El
año pasado Naciones Unidas, después de realizar un sondeo entre los
principales científicos del mundo, emitió una sombría advertencia. En
las próximas dos décadas 30 por ciento de la reserva de agua potable
del mundo no estará en condiciones de uso, y eso que ya ahora mil 200
millones de personas no tienen acceso al agua potable.
Hay tres razones para ello. La lluvia no caerá en los mismos lugares o
en la misma temporada que antes. Por ejemplo, en el Africa
subsahariana, durante el holoceno, la gente dependía de la corta
temporada de lluvias de marzo y la temporada larga del verano para
colectar agua y cultivar sus campos. Pero a medida que avanzamos hacia
el antropoceno, la temporada corta ha desaparecido por completo, y la
larga se ha vuelto errática. El resultado: hambre y sed endémicas.
Y la situación empeora. Gran parte de las reservas mundiales de agua
potable se almacenan en los glaciares. Por ejemplo, los principales
ríos de India y China sólo fluyen porque los glaciares de los Himalayas
reciben nieve en invierno y se derriten en primavera, y el derrame se
vierte en el Ganges, el Yangstsé y muchos otros grandes ríos. Pero a
medida que el planeta se calienta, los glaciares van desapareciendo.
A corto plazo, este fenómeno causa inundaciones, pues se derrite más
agua de lo normal, pero dentro de unas décadas causará que se sequen
del todo. ¿Cómo sobrevivirán esos cientos de millones de personas que
dependen de esa agua para cultivar sus alimentos, para beber y para la
higiene y sanidad?
¿Y la tecnología?
En Sudamérica el problema es igual de grave. Ciudades enteras, como
Santiago de Chile y Lima, dependen del agua de los glaciares, y sin
ella no mirarán más que desierto. Hemos construido asentamientos
humanos en los lugares convenientes para el abasto de agua en el
holoceno, pero en el antropoceno el agua potable estará en lugares
diferentes, y eso cuando exista. (Se me viene a la mente una imagen de
quienes niegan el cambio climático -de George W. Bush a Melanie
Phillips y John Howard-, disfrutando de un día de campo en 2050 en la
cima de alguno de los Himalayas, libre de glaciares, mientras la gente
muere allá abajo, y todavía preguntando por qué tanto escándalo.)
Por último, a medida que los niveles del mar se eleven por el
derretimiento de la reserva mundial de hielo, contaminarán buena parte
de las fuentes de agua potable existentes. Intente el lector agregar
unas cucharadas de mar a una botella de Evian y a ver si soporta
beberla.
La parte de mi mente que mantiene un desafiante optimismo responde a
todo esto insistiendo en que, aun si se permite que ocurra el
calentamiento global, ¿no podría la tecnología llegar a resolver el
problema? Cuando todo ocurra, ¿no podríamos construir plantas
desalinizadoras y utilizar ese 98 por ciento de agua del planeta que
actualmente no es potable?
Sin embargo, Stephen Tyndall, director de Greenpeace, explica: "Hay dos
problemas con eso. La desalinización requiere mucha energía y quema un
montón de gases de invernadero. Entonces, si bien hace frente a los
síntomas inmediatos del calentamiento global, en realidad empeora el
problema a largo plazo. Es como dar una botella de vodka a un
alcohólico. Además es increíblemente cara. El mundo rico puede
costearla, pero para los pobres... ahora mismo podríamos suministrar
agua a mil millones de personas que carecen de ella, y no lo hacemos.
Así pues, la idea de que vamos a ayudar a todas las personas afectadas
por el calentamiento global mediante la desalinización, por desgracia
no se sostiene si se consideran los antecedentes históricos".
Así pues, la única opción sana y segura es estabilizar el clima mundial
hoy, reduciendo drásticamente las emisiones de gases de invernadero,
pero no se hace. La reunión cumbre del G-8 en Gleneagles concluyó
convalidando el uso de combustibles fósiles tal como lo conocemos.
Parece que nos sumergimos más en el antropoceno, estemos listos o no.
En esta era de sed, la política global se verá transformada en formas
que hoy apenas alcanzamos a vislumbrar. La revista Fortune -la biblia
de las elites empresariales del mundo- llama al agua "el petróleo del
siglo XXI" y "la preciosa mercancía que decidirá la riqueza de las
naciones".
La CIA, ese bien conocido grupo de presión ambientalista, advierte que
hacia 2015 el acceso al agua potable podría ser la principal fuente de
conflicto en el planeta.
Así pues, disfrutad el cálido y seco verano europeo. Se ofrece a un precio terrible.
Fuente: The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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Siglo sediento Escrito por Invitado el 2005-07-25 12:58:05 Unos dos mil quinientos millones de seres, de los seis mil que tiene el planeta, carecen de sistemas de tratamiento de aguas residuales. De ellos, mil quinientos millones no tienen acceso directo al agua potable. El 26 de agosto al 4 de septiembre 2002, en la Cumbre de Johannesburgo se dijo que los objetivos prioritarios eran los relacionados con el agua y saneamientos, energía, salud, productividad agrícola y sobre la diversidad biológica que contemplaba la: 1)ordenación de los ecosistemas. 2) disponer de agua potable para el 50% de la población mundial antes del 2015 3) recomendación de construir redes de saneamiento para los 2.300 millones de personas que aún carecen de ella. 4) detener las pérdidas de biodiversidad en los ecosistemas para el año 2010. 5) minimizar los riesgos por sustancias químicas antes del 2020. Lo triste es que esto casi una repetición de la Cumbre de Río celebrada diez años antes. Benito A. de la Morena (España) | |