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demasiado acostumbrados a las grandezas, sean políticas, económicas,
sociales ...y hasta acogemos bien las grandezas esperpénticas. Los
medios informativos reflejan muy bien esa adoración que profesamos a
todo lo grande. Desde el coche grande a los atributos físicos, desde
las burradas hasta los oropeles y grandilocuencias. Las tendencias se
deslizan hacia los grandes tamaños. Por estos senderos de los grandioso
vamos olvidando numerosas maravillas de poco tamaño.
Como una especie de efecto mariposa (Sus leves movimientos originan
cambios, a partir de los cuales se pueden derivar atuténticas
calamidades), desde una pequeñez van creándose efectos secundarios de
mayor entidad y consecuencias. Alrededor de seres minúsculos se generan
muchas circunstancias.
Algo así podemos apreciar en torno a esos moluscos gasterópodos que
conocemos como caracoles. Los expertos podrán describirnos mejor todas
sus cualidades, características ecológicas y situación actual, con
pleno conocimiento de causa. Mas, sin llegar a tal precisión, destacan
una serie enorme de cambios en el entorno de estos animales de lentos
movimientos. En su ámbito empeoran muchas condiciones de vida. Como
causantes directos también estan los humanos, a su vez afectados de
refilón, por pura desidia o desinterés. Nadie se libra cuando se van
alterando las condiciones de vida.
Debido a esas frecuentes tormentas de Agosto, revoltosas y fugaces, se
propician escenas inolvidables. Los nubarrones oscuros y la atmósfera
cargada se rasgan en un estallido atronador, relámpagos, y en unos
minutos escasos se humedece todo el ambiente. Son breves momentos que
dan paso a una escena bucólica en vias de desaparición. Se filtra algún
rayo de sol y pasada la tempestad, la claridad invita al paseo, a la
búsqueda de caracoles entre hierbas y recovecos humedecidos. El botín
obtenido es ilusionante, pero el paseo es una experiencia única, que
imita la salida del molusco despues de la atronadora tempestad. Se
renueva el impulso vital, se abre uno de nuevo a la vida más propicia.
Se conseguían capturas muy variadas, desde los pequeños caragolines,
hasta formas más desarrolladas de "chones", moros y cristianos
grandotes. Sus denominaciones tienen matices distintos según el área
geográfica. Curiosamente, los caparazones adquieren tonalidades
peculiares cuando se trata de zonas muy montañosas y soleadas. Ya desde
el principio, las capturas y degustaciones componen un retablo
espléndido.
El plato de Caragolá reúne diversos elementos huertanos, patatas y
verduras, con toques de hinojo y aquellos caracoles mencionados.
Estamos ante uno de los cocidos con sabores peculiares, mezcla de
verduras muy típicas del área valenciana con los diversos caracoles.
Sabores originales, algo tan sencillo, pero tan difícil de obtener en
los tiempos que corren. Nada que ver con las elaboraciones modernas,
plenas de mezclas y controvertidos aditamentos. El poso de este
cocimiento genera un acompañante único para obtener una "arroz a banda"
, esta vez derivado directamente de la huerta, tocado por los
caracoles. Ente sus cualidades conviene destacar la escasa cuantía de
grasa. La química o las salsas deformadoras no entran en esta delicia
culinaria. Es fundamental la materia prima adecuada. La variedad de
paellas salpicadas con aquellos moros y cristianos, deliciosas, también
se alejan a pasos agigantados. Algo similar ocurre con el "suquet" de
tomate con las "marietes" más pequeñas.
Cuando van desapareciendo estos ambientes, estas costumbres, estamos
ante una doble pérdida, culinaria por la desaparición de las viandas, y
de distanciamiento social ante estas porciones de la Naturaleza. Un
desprecio más, y van muchos, hacia esos encantos naturales. Ahora se
llevan más otras conductas, los abandonos de mascotas, los criaderos de
animales uniformados (peces, moluscos), e incluso elaboraciones
genéticas. Resulta paradójica la sencillez del producto a conseguir y
la poca valoración que hacemos del mismo.
Aún existen celebraciones donde el caracol es uno de los reyes, sirven
de vehículo para transportarnos al ambiente festivo. En las fiestas
patronales de Vitoria, San Prudencio, las diferentes salsas de
caracoles son una degustación obligada. Se trata más bien de un tapeo
desenfadado que de un menú de otras envergaduras. Alejados de la escena
bucólica, aquí el atractivo gira en torno al ámbito festivo y social.
Herbicidas y plaguicidas por un lado, suciedades y descuidos
medioambientales, junto a unas personas cada vez más urbanitas; todo
ello enturbia el ambiente referido en torno al caracol. Este es
importante como especie en retroceso, indicador fiable de unos grupos
sociales menos amantes de la biodiversidad. Ahora, en todo caso, se
tiende a la obtención de especies manipuladas, con elementos muy
similares entre sí, tendiendo a una uniformidad pseudoclonada.
Se puede aducir la nimiedad de este retroceso caracolino, qué más dará
cuando nos afligen con tantas penurias. No se trata del fin del mundo.
Su relevancia radica en ese menosprecio frecuente hacia las cosas
menudas, tanto como fuente de disfrute, como por su importancia
biológica. Algo similar ocurre con algunos peces u otros representantes
de la fauna.
Estos retrocesos suelen caracterizarse por tener un retorno casi
imposible. Las pérdidas se tornan irreversibles. Cruje la actitud
humana por desmarcarse de estos aspectos vitales. La pretendida
autosuficiencia del homo sapiens propicia estos talantes. ¿Por qué se
desdeña tanto la colaboración con la Naturaleza? ¿Simples tonterías?
Posiblemente estemos hablando de cosas irrelevantes, ¿O quizá no?
Ahora predominan las mayores extensiones de asfalto o cemento, la
progresiva escasez de arbolado, el empleo masivo de productos químicos,
plaguicidas o herbicidas; desapareciendo la fluidez espontánea de la
Naturaleza. No siempre estan justificadas estas tendencias, ni tienen
una explicación racional.
Por eso no viene nada mal una invitación a inclinar un tanto la
atención a estos aspectos de la vida, puramente biológicos en el
ecosistema, culinarios, escenas campestres entrañables, relaciones
sociales; y en definitiva, unas actitudes más básicas con nuestros
entornos. No siempre está lo mejor en las grandes aventuras, viajes,
etc.
¡Caracoles!... con los caracoles.
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Caracoles Escrito por Julio César el 2005-09-18 11:45:07 La vida se volvió momótona pues no hay nada mejor que vivir con la naturaleza, pues en ella disfrutas las maravillas de la vida; el tema es filosófico pues analiza la grandeza de lo pequeño y en lo último estálas mejores maravillas. Gracias por este mensaje. | |