Página 1 de 2 A
pesar de Chernobyl, la energía nuclear podría aparecer como la única
alternativa viable en virtud del avance del calentamiento global y de
sus temibles e ineludibles consecuencias. Así se puede apreciar en este
interesante trabajo de Mario Limeses con una jugosa cita de James
Lovelock.
"Sir David King, jefe científico del gobierno, calificó al
calentamiento global como una amenaza más seria que el terrorismo.
Desde que él habló, una nueva evidencia del cambio climático sugiere
que podría ser aún más serio y el mayor peligro que la civilización ha
enfrentado desde hace mucho tiempo.
La mayoría de nosotros estamos enterados de algún grado de
calentamiento, los inviernos son más cálidos y la primavera viene más
temprano. Pero en el Ártico, el calentamiento es más de dos veces mayor
que en Europa y en el verano, torrentes de agua derretida, se
precipitan desde los altos glaciares de Groenlandia. La disolución de
las montañas de hielo de Groenlandia tomará tiempo, pero luego de ello,
el mar habrá subido siete metros, suficiente para hacer inhabitables
todas las ciudades ubicadas en las costas bajas del mundo incluyendo
Londres, Venecia, Calcuta, Nueva York y Tokio. Aún una elevación de dos
metros es suficiente para poner a la mayoría del sur de La Florida bajo
agua.
En 30 años, el hielo blanco reflectante del océano Ártico, un área
equivalente a la superficie de los Estados Unidos, puede convertirse en
un mar oscuro que absorba el calor de la luz del Sol del verano. El
polo Norte, meta de muchos exploradores, será, entonces nada más que un
punto sobre la superficie del océano.
Los climatólogos advierten que un incremento de cuatro grados en la
temperatura es suficiente para eliminar la vasta selva amazónica en una
catástrofe para su gente, su biodiversidad y para el mundo, el cual
perdería uno de sus grandes acondicionadores del aire natural.
Los científicos que forman el Panel Intergubernamental sobre el cambio
climático reportaron en 2001 que la temperatura global se elevaría
entre dos y seis grados Celsius para 2100. Su terrible pronóstico fue
hecho perceptible por el excesivo calor del último verano; y de acuerdo
a los meteorólogos suizos, la onda de calor en Europa, que mató más de
20.000 personas, fue completamente diferente de cualquier otra ola de
calor previa.
La probabilidad en contra de que esto haya sido una simple desviación
de la norma, fue de 300.000 a 1. Fue una advertencia de lo peor por
venir.
Lo que hace al calentamiento global tan serio y tan urgente es que el
gran sistema Tierra, Gaia, está atrapado en un círculo vicioso de
retroalimentación positiva. El calor extra de alguna fuente, sea de los
gases de efecto invernadero, la desaparición del hielo Ártico o de la
selva amazónica, se amplifica, y sus efectos son más que aditivos. Es
casi como encender una pequeña hoguera para calentarnos, y que no nos
diéramos cuenta de que el fuego ha tomado los muebles. Cuando esto
sucede queda poco tiempo para apagar el fuego antes de que consuma la
casa. El calor global, como un fuego, es velocísimo y casi no hay
tiempo de actuar.
Entonces, qué debemos hacer ? Nosotros podemos continuar disfrutando un
siglo 21 más cálido mientras él transcurre, y hacer intentos
cosméticos, tal como el protocolo de Kyoto, para esconder el embarazoso
tema político del calentamiento global, y esto es lo que yo temo que
pasará en la mayoría del mundo. Cuando en el siglo 18, sólo 1.000
millones de personas vivían sobre la Tierra, su impacto fue
suficientemente pequeño como para que no importara qué fuente de
energía usaban, pero con 6.000 millones, y creciendo, pocas opciones
quedan; no podemos seguir gastando energía de combustibles fósiles y ya
no hay chance para que las renovables, viento, marea y agua, puedan
proveer suficiente energía y a tiempo. Si tuviéramos 50 años o más,
podríamos hacer de ellas nuestras fuentes principales, pero no tenemos
ese tiempo; la Tierra está ya tan incapacitada por el insidioso veneno
de los gases del efecto invernadero, que aún si paráramos de quemar
todos los combustibles fósiles inmediatamente, las consecuencias de lo
que ya hemos hecho durará por 1.000 años. Cada año que continuamos
quemando carbono lo hace empeorar para nuestra descendencia y para la
civilización.
Peor aún, es si quemamos cosechas que sirven como combustible; esto
podría acelerar nuestra declinación. La agricultura ya usa demasiado
territorio que la Tierra necesita para regular su clima y su química.
Un auto consume 10 a 30 veces más carbono que su conductor; imagine el
terreno de cultivo requerido para alimentar el apetito del auto.
Por todos los medios, usemos el pequeño aporte de sensibles fuentes
renovables, pero sólo una fuente está disponible inmediatamente, que no
causa calentamiento global, y esa es la energía nuclear. De verdad, el
quemar el gas natural en vez de carbón o petróleo libera sólo la mitad
de CO2 como mucho, pero el gas no quemado es 25 veces más potente como
agente de efecto invernadero.
Las perspectivas son malas, y aún si actuamos exitosamente en su
mejoría, serán todavía tiempos difíciles, como en la guerra, y
comprometeremos a nuestros nietos hasta el límite. Nosotros somos
resistentes y tomaría más que una catástrofe climática para eliminar
todas las parejas procreadoras de humanos; lo que está en riesgo es la
civilización. Como animales individuales, nosotros no somos tan
especiales, y de alguna manera somos como una enfermedad planetaria,
pero a través de la civilización nos redimimos nosotros mismos y nos
convertimos en una preciosa ventaja para la Tierra, no menor, porque a
través de nuestros ojos, la Tierra se ha visto en toda su gloria.
Hay una posibilidad de poder ser salvados por un evento inesperado tal
como una serie de erupciones volcánicas lo bastante severas como para
bloquear la luz del Sol y así enfriar la Tierra. Pero sólo los
perdedores apostarían sus vidas a tales pobres probabilidades.
Cualquiera sean las dudas que haya sobre el clima futuro, no hay dudas
que los gases del efecto invernadero y la temperatura, ambos, están
subiendo.
Hemos permanecido en la ignorancia por muchas razones, entre ellas es
importante la negación del cambio climático en los Estados Unidos donde
los gobernantes han fallado en dar a sus científicos el clima el apoyo
que necesitan. Los lobbies Verdes, los cuales deberían haber dado
prioridad al calentamiento global, parecen más interesados en las
amenazas a la gente que en las amenazas a la Tierra, sin advertir que
nosotros somos parte de la Tierra y completamente dependientes de su
bienestar. Podría tomar un desastre peor que las muertes del último
verano europeo, para que despertemos.
La oposición a la energía nuclear está basada sobre un miedo
irracional, alimentado por una ficción estilo Hollywood, los lobbies de
los Verdes y los medios de comunicación. Estos temores son
injustificados, y la energía nuclear desde sus comienzos, en 1952, ha
probado ser la fuente de energía más segura. Debemos parar de presionar
sobre las estadísticas de riesgo de cáncer por químicos o radiación.
Aproximadamente un tercio de nosotros morirá de cáncer de todos modos,
principalmente, porque respiramos aire cargado con oxígeno, un
carcinógeno penetrante. Si fallamos en concentrar nuestras mentes sobre
el real peligro, el cual es el calentamiento global, podemos morir aún
más rápido, como lo hicieron más de 20.000 infortunados por el
sobrecalentamiento en Europa, el último verano.
Descubro que es triste e irónico que el Reino Unido, el cual lidera el
mundo por la calidad de sus científicos de la Tierra y el clima,
rechace sus advertencias y consejos, y prefiera escuchar a los Verdes.
Pero yo soy un Verde y le ruego a mis amigos en el movimiento, dejar de
lado sus objeciones equivocadas sobre la energía nuclear.
Aún si ellos estuvieran acertados acerca de sus peligros, y no lo
están, y se difundiera su uso como nuestra principal fuente de energía,
se plantearía una amenaza insignificante comparado con los peligros de
las intolerables y letales ondas de calor y el levantamiento del nivel
del mar para inundar cada ciudad costera del mundo. No tenemos tiempo
para experimentar con fuentes de energía visionarias; la civilización
está en peligro inminente y tiene que usar ahora la energía nuclear, la
única fuente segura disponible, o sufrir rápidamente, las penalidades
impuestas a nuestro maltratado planeta".
Esto escribió en el "Calgary Herald" del 31 de mayo de 2004 James
Lovelock, científico independiente y el creador de la hipótesis Gaia,
que considera a la Tierra como un organismo auto-regulado. No es un
ecologista cualquiera. Es el "gurú" del ecologismo a escala planetaria.
Por eso elegí esta nota que lleva su firma como introducción al tema de
la minería del uranio, tan resistida por los ecologistas de pacotilla
que siguen machacando con sus argumentos cortoplacistas y mezquinos
contra el uso de la energía nuclear para generar electricidad y, sobre
todo, contra la minería del uranio, que es una componente esencial de
la "cadena trófica" del sistema.
La síntesis es que el peligro del calentamiento global por el uso de
combustibles fósiles excede en mucho al del uso racional de la energía
global y a la relativa degradación ambiental que implica extraer uranio
para convertirlo en las mágicas "pastillas" que alimentan los reactores
de las centrales nucleares de las que muchos países del primer mundo,
como Francia, han hecho una ventaja comparativa mientras en Argentina
seguimos escuchando a Greenpeace, una organización funcional a los
intereses de la corona británica que nació cuando los franceses se
plantaron para disputarles la hegemonía tecnológica en Europa.
En San Rafael, Mendoza, durante mucho tiempo se exhibió con orgullo una
leyenda en el arco de acceso a su villa cabecera que decía "la tierra
del buen vino y el uranio". Hasta que el embate del coloniaje "verde"
instaló la falsa idea de que cualquier cosa que tuviera que ver con
uranio, energía nuclear y, sobre todo, con soberanía nacional, era
inconveniente para nuestro destino de reserva de materiales
estratégicos que algún día podrían hacerles falta a nuestros patrones.
Claro que, en la instalación de ese mensaje, tuvieron (y tienen) mucho
que ver varios de los mismos sofistas que en la década del 50
preconizaban las ventajas de que Argentina incursionara en el
desarrollo de la tecnología nuclear al mismo tiempo que los rusos
o los yanquis y aplaudieron el nacimiento de la Comisión Nacional de
Energía Atómica. Una empresa del Estado Nacional que, todavía hoy,
sigue siendo motivo de orgullo y es la única que nos queda en
condiciones de generar tecnología de punta porque es capaz de cerrar el
circuito de la investigación básica, la investigación aplicada y los
desarrollos que de ellas se desprenden, igual o mejor que la NASA, el
MIT o las usinas de conocimiento de los países desarrollados.
Pero, claro, la CNEA a través de una de sus empresas asociadas -INVAP-
cometió el pecado de pisar los callos de los dueños del negocio de la
tecnología cuando ganó una licitación para venderles un reactor nuclear
a los australianos. Lo que nadie dijo es que no ganó por barata, por
servil o por coimera. Ganó ese negocio legítimamente porque era la
única que podía proveer lo que los australianos necesitaban en lugar de
obligarlos a modificar lo que tenían para adaptar un producto "de
estantería".
Todas las discusiones acerca de los deshechos nucleares, de la basura
radioactiva, de los residuos atómicos que habría que recibirles a
cambio, fueron artilugios de los "verdes" de Greenpeace a cuyos
patrones ingleses les disgustó que los "argies" a quienes habían
humillado en Malvinas les soplaran un negocio de casi 200 millones de
dólares.
Ahora bien, es una paradoja que nuestros técnicos y científicos sean
reconocidos, apreciados y buscados a nivel mundial para llevar adelante
proyectos de envergadura y que, en nuestro país, tengan que soportar
que una manada de ignorantes que lo único que hacen es repetir lo que
les dictan de afuera los cuestione sin miramientos. Eso es lo que pasa
en Argentina con la minería del uranio.
Nuestro país debe importar 8 millones de dólares anuales en uranio para
alimentar sus centrales nucleares (y esa suma aumentará cuando entre en
servicio Atucha II) porque una caterva de brutos funcionales a
intereses ajenos a los nuestros condena todo lo que tenga que ver con
energía nuclear, minería del uranio o simplemente progreso.
Es cierto que en Malargüe y en San Rafael, donde durante años se
extrajo y procesó uranio para concentrarlo y enviarlo a Córdoba, de
donde después se lo reenviaba a Ezeiza, quedaron vestigios de esa
actividad que jamás se remediaron. Pero lo que nadie dice es que las
condiciones de explotación (en la que el gobierno provincial era socio)
exigían que esas colas de mineral se conservaran por si en algún
momento fuera rentable reprocesarlas. Obviamente, la debacle de los 90
hizo que se abandonara todo vestigio de industria nacional salvo las
golosinas o los preservativos, y esas pilas de polvo y cascotes fueran
abandonadas del mismo modo para preocupación de las comunidades que
tuvieron que convivir con los residuos minerales.
Hoy, cuando las condiciones cambiaron y vuelve a ser rentable producir
el combustible, cerrar el círculo y retomar lo que nunca debió
abandonarse, se alzan las mismas voces de siempre para impedirlo.
¿Quiénes se oponen la minería del uranio? Los que se enriquecieron en
los 90's a costa de la dependencia, de la bicicleta financiera, de la
especulación, el clientelismo, el desguace de los bienes del Estado y
de las coimas que cobraron para hacer la vista gorda ante ese
desmantelamiento. Y si les queda alguna duda, repasen los nombres de
los ecologistas conversos que hoy militan en la oposición a la minería
del uranio en San Rafael. De quiénes son socios? Cuándo hicieron la
plata? Cómo hicieron plata?
Alguien puede creer que realmente les preocupe la salubridad pública,
la poco probable contaminación de cursos de agua o la gente enferma de
cáncer?
A esta gente, lo único que le importa es su propio rédito. Y ese rédito
se basa hoy en la propiedad de la tierra de la que se adueñaron a
precio vil, alterando títulos, engañando gente o, lo que es peor,
intimidándola con su dinero, su prepotencia y sus abogados.
A esa gente no le conviene que haya una actividad económica basada en
otra cosa que no sea el modelo agrodependiente y pastoril que ellos
manejan, pagando lo que se les antoja y vendiendo lo que producen a
valor dólar.
Ese es el verdadero misterio de la acérrima oposición a la minería del
uranio. Es que la usura y el desarrollo son incompatibles. Porque si
hay trabajo y la economía regional se consolida, llegará el acceso al
crédito y ellos no van a tener a quién explotar. Además, si llega el
conocimiento científico, no van a poder recurrir a sus aliados
oscurantistas para asustarnos con los peligros de la minería del uranio
para hacernos creer que estamos desenterrando la bomba de Hiroshima.
El uranio que se extrae en San Rafael sirve, entre otras cosas, para
hacer funcionar las bombas de cobalto que se usan para curar o mitigar
los efectos del cáncer, para esterilizar las "pupas" de moscas con que
se combaten las plagas de nuestra fruta que de esa manera tiene más
valor en los mercados internacionales y hasta para hacer funcionar
nuestra industria al ayudar a generar energía eléctrica barata.
Y finalmente: si el uranio es mala palabra y a todos se les paran los
pelos de punta cada vez que la Comisión Nacional de Energía Atómica
habla de volver a extraerlo en San Rafael, ¿porqué es tán fácil para
los canadienses obtener permisos de cateo en las mismas áreas que
delimitó la gente de la Comisión en la década de los 60, ahora que la
demanda aumentará con una tercera central en funcionamiento dentro de 4
años?
¿No son demasiadas preguntas sin respuesta como para suponer que aquí no hay gato encerrado?
Mario Limeses
Periodista independiente
El último comentario se muestra en esta página, los anteriores podrás leerlos en las páginas subsiguientes:
Sólo los usuarios registrados pueden escribir comentarios. Por favor valídate o regístrate. |
Nuclear: La Única Opción Escrito por Benito A. de la Morena el 2005-09-18 11:47:32 Coincído con el autor en casi todo, y debo decir que lamento que sea cierta esa expectativa, pués estamos aún muy lejos de controlar los residuos que las nucleares producen. Pero la insaciable demanda de energía que los seres humanos reclamamos para vivir "industrializadamente bien", que no tiene nada que ver con el vivir bien en sintonía con la naturaleza, provocará la reaparición de las nucleares, al ser las energías alternativas insuficientes para satisfacernos. Y, nuevamente, derivo mi comentario a la manipulación que los poderes fácticos hacen de nuestras formas de vida. Benito A. de la Morena (Huelva-España) |
|