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polvo proveniente de asteroides que entra en la atmósfera podría
influenciar la meteorología terrestre más de lo que se creía
previamente. Científicos de la División Antártica Australiana, la
Universidad de Ontario Occidental, Aerospace Corporation, y los
Laboratorios Nacionales de Sandia y Los Alamos, han encontrado
evidencias de que el polvo de un objeto asteroidal quemándose mientras
descendía a la Tierra a través de la atmósfera, formó una nube de
partículas del tamaño de micrones, lo bastante significativa como para
influir en el tiempo local de la Antártida.
Partículas de ese tamaño son lo bastante grandes para reflejar la luz
del Sol, causar enfriamiento local, y tener un papel importante en la
formación de nubes.
Los científicos no habían prestado anteriormente mucha atención al
polvo de asteroides o meteoritos, asumiendo que esa materia se
desintegraba en partículas nanométricas sin efecto alguno sobre el
entorno planetario. La atención se ha dirigido siempre hacia el daño
que puede causar un objeto masivo que impacte contra la Tierra.
El caso es que cuando un cuerpo asteroidal entra en la atmósfera de la
Tierra, sufre una importante reducción de tamaño, al ser "limado"
ferozmente por el roce atmosférico y el terrible calor que éste genera.
La masa convertida en polvo puede llegar a un 90 ó un 99 por ciento de
la del cuerpo original. ¿Hacia dónde va este polvo?
El descenso bien observado de una roca asteroidal y su nube de polvo
resultante, así como el largo estudio que se ha realizado tras el
suceso, han dado una respuesta inesperada.
El 3 de septiembre de 2004, varios sensores infrarrojos ubicados en el
espacio descubrieron un cuerpo asteroidal de poco menos de 10 metros de
diámetro, a una altitud de 75 kilómetros, descendiendo cerca de la
costa antártica. Sensores de luz visible también detectaron al intruso
cuando se puso incandescente en forma de bola de fuego, a unos 56
kilómetros de la superficie de la Tierra. Cinco estaciones de
infrasonido registraron ondas acústicas provenientes del asteroide. Un
satélite de la NASA captó entonces la nube de restos formados por la
roca cósmica que se desintegraba.
Unas 7 horas y media después de la observación inicial, se descubrió
una nube de material anómalo en la estratósfera superior, encima de la
Estación Davis en la Antártida.
La nube era demasiado alta para ser de agua ordinaria (32 kilómetros en
lugar de 20) y demasiado cálida para constar de contaminantes
antropogénicos conocidos (55 grados más caliente que el punto de
congelación más alto esperado para nubes de constituyentes sólidos de
origen humano). Podría haber sido polvo del lanzamiento de un cohete
con combustible sólido, pero el descenso de la roca asteroidal y el
progreso de su nube resultante habían sido observados demasiado bien
para dejar lugar a la duda, y el "linaje" de la nube era claro.
Las simulaciones informáticas también apoyaban este origen.
La roca depositó 1.000 toneladas métricas en la estratosfera en unos
cuantos segundos, una perturbación considerable. Cada año, de 50 a 60
rocas asteroidales con diámetro cercano al metro impactan con la
atmósfera de la Tierra.
Los modeladores del clima pueden tener que extrapolar, a partir de este
evento, sus implicaciones a mayor escala. El polvo de asteroides podría
ser modelado como el equivalente de erupciones volcánicas de polvo, con
deposición en la atmósfera desde arriba en vez de desde abajo.
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Influencia de los asteroides en el clima Escrito por Invitado el 2005-10-12 20:07:54 Me gusto mucho el articulo, ya que nos da nuevas ideas de cómo se afecta el clima, la atmósfera y por consiguiente toda la vida en la tierra. No sólo el desmonte indiscrimado de las selvas y otros gases creado por el ser humano. Ahora nos queda ver qué se puede hacer al respecto. Gracias. | |