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El 20% del territorio argentino está dañado por la erosión Imprimir E-Mail
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Publicado por Administrador   
jueves, 10 de agosto de 2006
Cárcava formada por la acción erosiva del agua próxima a la Ruta Nacional 34, en SaltaPuentes y rutas que colapsan de repente, inundaciones que abren zanjas de agua en medio de las ciudades, contaminación de ríos, desertización de las tierras y disminución de la cantidad de campo fértil son algunas las consecuencias de la erosión, que ya alcanza a un 20% del territorio argentino, es decir, unos 60 millones de hectáreas.

Ya sea por el viento, la lluvia o la acción humana sin los cuidados adecuados, se estima que cada año se sumarán 650.000 hectáreas más a ese deterioro ambiental. De ellas, 250.000 corresponden a campos aptos para la producción agrícola.

"El territorio argentino tiene problemas naturales de erosión hídrica en la región húmeda y de erosión eólica en las zonas árida y semiárida, que forman las dos terceras partes del país. Lo que nos debe preocupar es qué efecto estamos causando como civilización sobre el territorio", señaló el doctor Angel Menéndez, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y jefe del Departamento de Hidráulica Computacional del Instituto Nacional de Agua (INA).

Según datos presentados ayer, en la primera jornada del III Congreso Iberoamericano sobre el Control de la Erosión, que se realiza en esta ciudad, el desprendimiento del suelo provocado por el agua ya afectó al 60% de la pampa húmeda.

La erosión eólica, en cambio, ya acumula seis millones de hectáreas deterioradas en Río Negro, Chubut y Santa Cruz, además de las tierras semiáridas de la región pampeana, chaqueña y las provincias de Mendoza, La Rioja, Catamarca y Salta.

Proceso inevitable

"Desde el punto de vista natural, la erosión es un proceso inevitable porque el suelo está en permanente evolución morfológica -agregó Menéndez-. El problema es que el mundo está sufriendo un gran desarrollo urbano y agrícola que provoca millones de intervenciones a la vez. La única forma de controlarlo es actuar donde se produce."

Eso incluye estrategias de prevención y control. "Hay dos formas de contrarrestar la erosión, que no es más que el desplazamiento de un lugar al otro de las partículas del suelo. Tratar de evitar que se produzca o realizar obras que ayuden a frenar el transporte de las partículas con el uso adecuado de la tecnología disponible", resumió el ingeniero Gustavo Salerno, presidente del Capítulo Argentino de la Asociación Internacional para el Control de Erosión y presidente de la Fundación Inmac, una entidad sin fines de lucro para la difusión de los efectos de la erosión en el país.

Sedimentación riesgosa

Entre los ejemplos de áreas en riesgo que se presentaron en el congreso estuvo el del delta del río Paraná. Allí, el depósito de las partículas o sedimentación se produce a una velocidad de 60 metros por año. Según Menéndez, el riesgo de ese tipo de sedimentación, que puede transportar contaminantes de tipo industrial, urbano o agrícola, es la contaminación de las aguas y la probable destrucción del hábitat natural.

Un estimación comparativa del efecto negativo que pueden tener ciertas actividades cuando no se toman en cuenta las estrategias de protección del ambiente sugiere que una mina puede aumentar entre 100 y 2000 veces la erosión natural de un terreno, según esté inactiva o activa. Cultivar un campo aumenta 200 veces la erosión del suelo, mientras que una construcción industrial llega a multiplicarla hasta unas 2000 veces.

"Actividades como la construcción de un complejo de edificios, por ejemplo, exigen limpiar el suelo. Cuando esto se hace asiduamente, se aumenta la posibilidad de erosión porque el suelo pierde su protección natural -indicó Menéndez-. En una zona húmeda, la vegetación impide que se erosione fuertemente. Pero al quitarle esa cobertura, queda desprotegida. En esos casos, las tasas de erosión pueden ser entre 100 y 1000 veces mayores que la natural."

Entre las soluciones propuestas, ambos especialistas señalaron el control de la producción y el transporte de grandes cantidades de sedimentos en las zonas de explotación. Recomendaron también utilizar las estrategias disponibles para la captura de las partículas desplazadas por el trabajo. "Los sedimentos van a parar inexorablemente a un curso de agua y hay que saber que, cuando eso ocurre, se produce contaminación", finalizó el experto.

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