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lado de inundaciones repentinas en unas partes, que destrozan muchas
cosas y entre ellas los cultivos, nos llegan constantemente noticias de
sequías prolongadas -de años- en los distintos continentes, cuyo cese
nada parece anunciar, de los polos que se derriten, de los glaciares
que retroceden aceleradamente...
Pero este dantesco panorama no se manifiesta a aquellos para quienes
"la realidad" depende de que, cuando se van a lavar las manos, salga o
no salga agua del grifo... Tampoco se les manifiesta a los desalmados
encenagados con el poder omnímodo y con la ambición, quizá porque ya
tienen su particular solución de recambio en naves planetarias o cosas
por el estilo...
Este mundo ha necesitado millones de años para formarse. Pero en poco
más de treinta se está viniendo abajo. Algunos hemos empezado a
percibir los síntomas hace veinte, pero otros más sensitivos seguro que
los han sentido mucho antes.
Fíjese que no hablo para nada de la Ciencia. La Ciencia no tiene ningún
papel en esto, pues si es en general miserable su aséptica función de
investigar en la mayoría de los casos para provecho de unos cuantos,
más lo es a la hora de comunicar el resultado de sus sesudas
exploraciones en materia física, ecológica y climática; que a buen
seguro pasan por controles de "calidad" exigidos por la política, por
la gran industria y por el poder financiero del mundo. A fin de cuentas
sus resultados y conclusiones los cuentan los medios y revistas
científicas controladas por éstos.
Esas mismas agencias nos dan datos asombrosos pero al final
irrelevantes y anecdóticos de las peripecias espaciales, pero hasta
ahora no ha dicho la Ciencia constituída como tal, como debiera y hace
con otras muchas cosas: "señores, si siguen Uds. por ahí, si nos siguen
inundando con el coche el planeta y siguen las talas e incendios
atroces de los bosques, van a destruir completamente este mundo: no en
siglos, sino en muy pocos años".
Son, eran ellos, el Poder, los poderes, los destinatarios de sus
atronadoras advertencias, no nosotros que nada podemos hacer. Como
consumidores lo somos de peligros con que nos alarman estúpidamente por
el consumo de tabaco o por no llevar el cinturón...
El coche, como las cigarrillos, debería llevar hace mucho tiempo en las
puertas el cartel: "este vehículo está contribuyendo al apocalipsis".
O bien, lo que no cereo, la Ciencia no se ha enterado de nada. Lo
que creo es que, pese a tener una visión de conjunto que no tenemos los
individuos a solas, se ha percatado mucho antes, pero no "podía"
sembrar la alarma y se ha hecho cómplice de los poderes citados.
Somos las personas aisladas las que más acusamos la deriva de los
acontecimientos relacionados con la Naturaleza. Es cierto que hemos
visto a Institutos norteamericanos de aquí y de allí, que vienen
alertando hace un tiempo sobre la desaparición de miles de especies o
que la Tierra se calienta 0,5º. Pero eso no es decir nada, si no se
traduce al impacto en las temperaturas locales y con los efectos
catastróficos que se avecinan.
Yo tengo un jardín modesto de una casa modesta, y hace diez años mis
termómetros iniciaban una escalada de hasta los veinticinco o los
treinta grados en las mismas fechas soleadas de los inicios de
primavera, por ejemplo, cuando dos o tres años antes no habían pasado
de los veinte en las mismas condiciones soleadas.
El alcance de lo que se viene encima hubiera debido graduarlo y
expresarlo la Ciencia en términos alarmistas hace mucho más tiempo que
nosotros, los pastores de ovejas. Como se ha hecho con el tabaco y se
hace desde siempre con los estupefacientes. El coche, del que hablaba
ayer, debía haber sido declarado enemigo público número uno del planeta
por decreto. Pero no sólo no ha sido así: es que arrecian las ventas o
la voluntad de que aumenten. Arrecia la publicidad, arrecia la lucha de
las marcas por eliminarse unas a otras en el mercado...
Así es que no creo que quede ya nadie con dos dedos de frente que vea
en todo esto presagios de visionarios de tres al cuarto; no creo que,
salvo los anestesiados por la ambición, no reparen en que este mundo se
está derrumbando. El cambio climático por un lado y los esbirros de la
doctrina neocons reforzando sus efectos negándose a suscribir acuerdos
para la reducción del CO², por el otro, nos sitúan en un futuro
inmediato estremecedor y desesperanzador.
Pero cada día que pasa también está más claro lo que sucede pues el
comportamiento general del país dominador le delata: los desalmados
poderosos en armamento y con una inequívoca voluntad depredadora y
asesina, se reservan como coto privado los confines de sus 50 estados.
Les sobra el resto del planeta al que toman por extramundo, jungla,
campo de tiro y laboratorio de maniobras criminales. No necesitan más,
y por eso, aunque sean capaces de llegar a las estrellas, no hacen
absolutamente nada para evitar al resto de la humanidad la hecatombe.
He aquí las consecuencias de la globalización que no es ni más ni menos
que el dominio en el mundo de una sola raza, la anglosajona, después
del fracaso de la aria gestionada perversamente por el nazismo. Una
raza, ésta anglosajona, por cierto, flanqueada por una serie de
palanganeros de otras razas, patéticos, miserables y tan funestos como
sus jefes de fila.
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Tan de frente, tan aburrido. Escrito por Invitado el 2006-10-19 23:45:56 No me parece bueno mezclar juicios sobre la realidad ecológica del planeta con juicios políticos que pasan de ideológicos a simples palabras clichè. Aunque tenga la razón, y toda la culpa debamos echarla a los gringos, del artículo solo resulta una imagen reprimida y confusa no sólo de la realidad ambiental, sino política del planeta, actualmente. Nada como la denuncia juguetona y fingidamente inocente, nada como un grafiti o como un dibujo para mostrarle al mundo su cara pálida y fantasmal que ofrece a todo aquel que se detiene un momento a observarlo. Sobre todo porque no es capaz de interpretarlo y eso resulta sumamente divertido, al menos màs que gritarle "la verdad" a los cuatro vientos con tono medio reprimido y medio airoso. Aunque naturalmente ahora no debamos pensar tanto en divertirnos sino en actuar. Pero aùn para actuar hoy, es obligatorio divertirse. | |