Un costeño piensa que el paisaje se repite una y otra vez, pero no,
nada es igual, salvo la esperanza de los que allí viven. “Nosotros
queremos aprender, queremos saber, queremos vivir bien”, dice Jorge
Murayami Arirama (56) Presidente Comunal de Shapajilla, una comunidad
del distrito de Santa Rita de Castilla (que está a una hora en Lancha
de Iquitos), quién estudió hasta 5to. de primaria (un niño acaba a los
10 años esa instrucción). Jorge es un inteligente y alegre dirigente
Kukama.
El quiere saber por qué están contaminando la selva, por qué, si esa
destrucción no deja ninguna ganancia para sus pobladores ni para la
propia selva. “Si uno quiere algo, lo protege y cuida”, dice. Y si uno
quiere obtener algo a pesar de un sacrificio, pues la ganancia debe
superar el perjuicio, agrega.
Pero no, las venas de la selva (sus ríos), están siendo contaminados,
el espíritu (su gente) está más abandonado y pobre cada día, y el
cuerpo (animales y plantas) exterminados. Pilar Millán, una Hermana
española de la Compañía de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús,
que tiene 30 años de trabajo en la selva, afirma con conocimiento de
causa e indignación: “En 30 años España ha cambiado muchísimo y ha
mejorado, incluso algunas ciudades del Perú, pero la selva no sólo no
ha avanzado, ha empeorado”. Le duele decirlo, pero lo comparte.
Veamos.
Se estima que el 70% de la extracción petrolera en la selva está
focalizada en la provincia Loreto-Nauta. Los pozos más antiguos datan
de hace 30 años. En esta provincia está ubicada la Reserva Nacional de
Pacaya - Samiria, de donde es Jorge y toda la nacionalidad Kukama, una
de las 64 que habitan en la selva, cuya enorme sabiduría se podría
extinguir. Jorge comenta que el idioma Kukama es el que permite hablar
con el espíritu de las plantas y animales. Cierto o no, lo real es que
sus médicos -chamanes- salvan vidas. Lo atestiguan hasta algunos
sacerdotes.
A la contaminación de los ríos por el petróleo, producto de los errores
humanos, de las roturas de los ductos y barcazas (una sola puede medir
100 metros de largo), se le suma algo más grave y permanente: el Agua
de Formación, AF.
No se puede extraer petróleo sin que salga el Agua de Formación.
Dependiendo del pozo, puede ser un barril de AF por uno de petróleo. A
estas aguas se les suele denominar “salmueras”, por los altísimos
contenidos de sales que poseen, explica Lily La Torre en su libro !Sólo
queremos vivir en paz! (1998).
Estas AF tienen 3 características básicas: a) es salada, 1,000 (MIL!!!)
veces más salada que el mar. Así, Lily dice que los ríos de la selva
tienen un nivel de sal de 10 partes por millón, en tanto el mar tiene
20,000, y el AF de hasta 200,000, sí, leyó bien, DOSCIENTOS MIL partes
por millón. En esas aguas no vive ningún pez de agua dulce.
Pues algún gracioso puede pensar: entonces llevemos peces del mar. No
se puede, porque además b) esta AF trae metales pesados, zinc, plomo,
cromo hexavalente, entre otros; los cuales van hasta el fondo del río
cubriendo las plantas acuáticas que luego son consumidas por los pocos
peces que quedan. Por eso ya se ha detectado plomo en niños y adultos
de los Kukamas. Y, c) el AF sale caliente, más de 80º C.
En 1998 La Torre señalaba que “desde 1975 a 1996 Petroperú ha
descargado un promedio ponderado de 200,000 barriles DIARIOS de las
saladísimas AF”, y OXY 850,000. DIARIOS.
Ahora mismo, mientras usted lee, se está contaminando la selva a ritmo
de polka, rapidísimo. Eso quiere decir que la selva no importa. Por lo
menos no les importa a las petroleras ni al gobierno, garante de
nuestra vida y territorio.
Pero hay quienes sí les importa y la aman.
Pio V Pérez (48 y 4 hijos) vive en la comunidad de San José de
Saramuro, distrito de Urarinas, provincia de Loreto-Nauta, a la cual se
llega en 36 horas en lancha desde Iquitos, afirma que los aguajales que
están cerca de Yanayaco se están secando. Uno de los sustentos para la
vida de su comunidad es la recolección de los frutos del aguajal, el
aguaje, el cual venden en Iquitos. Esta palmera se encuentra
normalmente en grandes cantidades, unas 3 mil plantas en cerca de 2
hectáreas de terrenos, a unos 3 kilómetros del río. Y un tanto enojado
afirma que se están secando.
Se están secando plantas que viven a 3 km de la playa, del río. A 3 km! el agua salada está matando la vida.
Luis Laulate (52 y 7 hijos) de la comunidad de Saramurillo afirma que
él ha visto como hay derrames de petróleo que las petroleras para que
no se vean le echan polvos químicos disolventes que hacen “sumir”
(hundir el petróleo) al río. En su comunidad dice que los niños tienen
dolor de estómago, diarreas, comezón, su piel se está pelando. Desde
1993, fecha del primer derrame dice que hay rasca rasca en el pueblo.
Además, ya hay meses en el año donde no se encuentra banco de peces, y
a veces regresan del río con las redes vacías. Y el hambre no tiene
hora.
Carlos Valencia (42 y 5 hijos) llegó al 2do secundaria (un adolescente
lo estudia a los 13 años), vive en Urarina, cerca del río Urituyacu
(agua loca, en Kukama), dice que Repsol en el 2001-2002 entró por el
río y se comprometió a instalar un colegio si encontraban petróleo. Hoy
ganan millones con el petróleo, pero lo único que pusieron para el
colegio fue los ladrillos y una motosierra para cortar las maderas. Las
calaminas, las maderas, la propia construcción corrió a cargo de los
pobladores. Ah, pero eso sí, luego de que los comuneros terminaron el
colegio Repsol tomó una foto y dice que la mostraron en Lima como obra
de ellos. Igual cosa sucedió en otras comunidades, salvo en Abejaico,
que está cerca de la plataforma de Repsol, y en donde además dieron la
“enorme” suma de 500 soles en medicinas. Pero en donde engañaron a 4
chicas, dejándolas embarazadas.
Ahora ellos se organizan en la Asociación Indígena de Desarrollo y
Conservación Samiria, AIDECOS, que agrupa a 18 comunidades y alrededor
de 7,000 personas.
Pero aún falta mucho, falta la solidaridad de los de Lima. Ellos cada
día son más concientes que la selva también es de los de Lima. “¿Qué
podemos ofrecerte a tí o a los amigos que nos visitan de Lima y otros
sitios”? me dice y se pregunta preocupado Fausto Ramírez Murayami (46),
vicepresidente de AIDECOS.
Jorge me mira y acota, “el espíritu del río está molesto hasta con nosotros, porque no sabe por qué le hacemos tanto daño”.
Me regreso a Lima con su mirada firme y segura, con su sonrisa infantil
y sus manos encallecidas de pescador y campesino lúcido y valiente. Me
regreso también con la angustia de todos ellos (angustia pero no
lamento), por sus hijos.
Ellos tienen el alma de la selva, el espíritu de las plantas, la
vitalidad de un otorongo (de los auténticos y honorables), la magia de
la lupuna (árbol casi sagrado) y la esperanza que me ha animado a
escribir este artículo, que se los dedico, y que me compromete a seguir
ayudándolos en su esfuerzo por detener la destrucción de la selva que
unos ambiciosos desean perpetrar.
Jesús Roberto Ospina Salina
colaborador del Grupo de adolescentes y jóvenes “Emprendedores del Sol” de Villa María del Triunfo
Fuente: Biodiversidad en América Latina
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