González no titubea: "Me llamó la atención -dice- el tremendo
movimiento de suelos. En diez o quince días desaparecían montañas,
cambiaban de sitio, convertidas en rocas que reaparecían sin alma en
otro lugar. No trabajo más en Veladero pero no puedo dejar de pensar
que la destrucción continúa. La demolición no para".
¿De qué te ocupabas en Veladero?
Topografía. Le marcaba a la empresa Dyno Nobel, encargada de las
voladuras, el lugar donde dinamitar. En poco más de una semana,
señalaba el sitio de las cargas para las voladuras. Trabajaba veinte
días y diez de licencia. Cuando regresaba, varios cerros habían
desaparecido. Eso me impactó. Es lo que aún me conmueve, la cantidad de
cordillera que se modifica diariamente. Al finalizar mi franco, la
mitad de la montaña, o toda ella, ya no existía. El lugar no era el
mismo, no lo reconocía.
¿Acaso no imaginabas que ocurriría eso al aceptar el trabajo?
No del todo. La destrucción, el movimiento de suelos, la velocidad con
que se derrumban cerros y las escombreras que dejamos, forman parte de
nosotros cuando estamos en plena tarea; después, con nuestra soledad a
cuestas, recordamos lo que habíamos hecho.
Impresiona escucharte porque hablas culpándote
Por mi especialización, se supone que no debería atormentarme, pero ver
desaparecer un cerro es una sensación fea, extrañamente fea. La empresa
Cartellone me pagó los estudios para aplicar los conocimientos que
adquirí en Yaciretá. De allí salí preparado para trabajar duro en
Veladero. Mi propósito era hacer una diferencia con el sueldo. Pero
ahora estoy arrepentido de haber aceptado. La experiencia no compensa
lo vivido, ni lo que siento. Contribuí con la destrucción de la
cordillera y soy consciente de ello, a pesar de saber que si no era yo,
otro lo haría. Y por dinero acepté el sacrificio, alejarme de la
familia, de mi hijo, incluso arriesgar la vida.
¿Arriesgaste la vida?
Constantemente. Los accidentes son comunes en Veladero y muchos por
negligencia de la empresa. Trabajar en el pozo del dique de colas es
muy peligroso. Son varias terrazas y a veces atravesamos esas capas
peligrosas cuando están congeladas, para marcar algún punto, corregir
un peralte. En la presa, el riesgo de patinar y terminar en el fondo
del pozo es grande, porque trabajamos sin arnés, una protección que
siempre faltó, que reclamábamos. A 4.500 metros de altura surgen mareos
por la presión o porque después de las dos de la tarde se incrementa
nuestro cansancio, nos falta oxígeno, duele la cabeza, pesan más las
piernas. Hay quien pierde la memoria, no recuerda lo que tiene que
hacer.
Pero los riesgos suelen pagarse bien, como en "El salario del miedo", película que me viene a la memoria.
No te creas. El básico de topógrafo es de 1.500 pesos (menos de 500
dólares) al menos en Cartellone, si hubiera trabajado para Barrick
hubiera recibido un 80% más, por lo menos. La diferencia es de la
contratista. A nosotros no nos pagaban riesgo ni trabajo en la altura,
ni te resarcen de la soledad lejos de la familia, y mucho menos del
frío, 17 y 25 grados bajo cero, siempre con viento.
En el informe ambiental Barrick dice que dinamitará 36.000 toneladas de
roca diariamente, durante 17 años, sólo en Veladero, aunque sabemos que
es mucho más.
Por eso reconozco el daño que hice. El increíble movimiento de suelos
desnaturalizando la cordillera, porque esa cantidad, que Barrick avisa
demoler, es en pleno proceso extractivo. Nuestro trabajo es previo a la
explotación. El desastre no lo vemos porque no deseamos verlo; tal vez
porque cobramos y buscamos la paga casi con desesperación, y ellos lo
saben, pero luego al bajar al pueblo, no piensas en otra cosa. Nos
preguntamos qué pasaría si toda la gente viera lo que hacemos, la
magnitud de la destrucción, semejante daño. Pensamos en el agua que se
usa, aquella que inevitablemente se contaminará, pero cuando estás allí
sólo actúas y trabajas. Y tratas de hacerlo para que te lo reconozcan y
que el otro mes sea igual, vuelvas a cobrar. Un sueldo mejor que el que
tengo ahora, es cierto, pero éste, no lo cambio por aquél; ahora estoy
con mi gente, con mi familia y sin arriesgarme, sin hacer excesos y sin
pensar que puede ocurrirme lo mismo que a mi primo.
¿Qué le pasó?
No todos tienen un organismo preparado para aguantar ese ritmo. El mal
de altura aparece sin aviso y por muy fuerte que te sientas y hayas
pasado los controles médicos, haces un exceso y se te para el corazón o
se te pincha un pulmón. A poco de estar allí, un primo mío tuvo un
edema pulmonar. Dicho vulgarmente, se le pinchó un pulmón.
¿Cómo se llama tu primo?
Jorge Manrique. Trabajaba en Veladero. Ahora tiene un pulmón menos y
con eso tirará hasta el fin de sus días. Se le hizo un edema pulmonar,
porque te esfuerzas al respirar por la falta de oxígeno y no todos los
organismos toleran la altura, la presión, los excesos físicos. En mi
caso hacía gimnasia allá arriba y cuando bajaba al pueblo andaba como
tiro, livianito, sin cansarme. Allá arriba tienes que saber caminar,
tienes que aprender a respirar. Y no debes hacerte problema por nada.
¿Viste casos fatales en Veladero. Compañeros muertos?
No. Yo no, porque no viví casos directos pero otros compañeros nos
traían información de gente que hubo que bajar con urgencia y luego no
los volvimos a ver más. Sabemos que algunos, de repente, se quedaron
"secos". Esto siempre se tapó.
Aparte de las voladuras ¿qué otra cosa te impactó en Veladero?
La membrana que pusimos en el dique de colas para contener los drenajes
ácidos y la contaminación del suelo. Era un trabajo que hacían los
chilenos. Nosotros controlábamos que quedara en perfectas condiciones y
que se utilizara el espesor correcto. Lamentablemente se rompía al
colocarla y le soldaban cinco parches cada cien metros; un parche cada
veinte metros de membrana; se rompía por las piedras, al extenderla,
según el tipo de suelo o paredes. En esos parches nadie confía y todos
callan. La empresa sostiene que esa es la única colocación posible y
que las soldaduras son inevitables. Ellos siempre tienen una respuesta
y es mejor no preguntar si quieres conservar el trabajo.
También es llamativo el volumen de polvo que dejan las voladuras; había
días que era como una neblina, viento y polvo. El tiempo dirá cuál será
el efecto en las poblaciones de los valles y en la fauna. Al principio
había guanacos, zorros, liebres, águilas; ahora desaparecieron,
escaparon del enjambre de camiones, de las tronaduras, del movimiento
de gente y vehículos.
Cuando entré a trabajar se sacaba mineral de los cerros Amable y Filo
Federico, por entonces se había destruido el 50% de la vega cerca de la
planta, donde se hará la lixiviación de los minerales. Esa vega
desaparecerá por completo, y no será la única.
¿Cómo fue la destrucción del glaciar Conconta?
No sé cómo lo hicieron porque cuando comencé a trabajar ya estaba
abierto el camino que lo atraviesa, con el ancho que tiene hoy la ruta.
Si hubo un glaciar, ya no existe.
¿Que quisieras agregar o decirles a los argentinos y a los chilenos que lean esto?
Que me siento arrepentido de haber colaborado con este desastre, porque
amo la cordillera, me gusta la montaña, y lo que hice fue por un
trabajo que jamás justificará el daño que cometí. Por eso estoy
arrepentido, haber contribuido a semejante daño por dinero. Lo hice
porque lo necesitaba y lo peor del caso es que no resolví mi problema,
me sigue faltando el dinero.