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Salvando el tesoro ambiental

Décadas de experiencia y rigor científico permiten a Cuba ofrecer una enorme ayuda al Caribe y otras regiones en la explotación racional de los recursos marinos y la conservación del medio.

El Instituto cuenta con un equipo de experimentados buzos.
Decenas de investigadores y técnicos se agrupan en departamentos y laboratorios especializados.

Hoy son muchos los directivos de turismo, gobernadores y alcaldes, dentro y fuera de la Isla, que ante el deterioro de playas en su localidad piden ayuda al Instituto de Oceanología de Cuba, una de las instituciones científicas más experimentadas en el diseño de soluciones y elaboración de proyectos para la protección de zonas costeras.

En el caso de las playas ha crecido la lista de estudios de factibilidad para la creación y restauración en el archipiélago cubano y otras áreas del Caribe, e impresiona la complejidad de algunos de estos servicios medioambientales que el Instituto ha ofrecido en la región.

“Los clientes de más de 35 proyectos ejecutados dentro de Cuba y en el Caribe se muestran cada vez más satisfechos con la calidad de lo logrado por especialistas del Instituto”, manifestó el geógrafo doctor José Luis Juanes Martí, jefe del Departamento de Procesos Costeros, quien comentó que la prueba más ardua fue la de Varadero en 1998, cuando para su rescate se vertió más de un millón de metros cúbicos de arena en la más importante playa cubana. Antes, en algunos sectores de ese enclave, se habían vertido otros 700 000 m3. Casi una década después, el alto porcentaje de retención de la arena satisface por igual a inversionistas y especialistas.

La presencia del Instituto se ha hecho sentir, con diferentes proyectos, también en República Dominicana, Haití, Guatemala, Jamaica y México, y en este momento se negocia para emprender trabajos en playas de Cancún, México, y en Cayo Largo, al Sur de Cuba, azotadas por violentos huracanes. Ya en diciembre pasado comenzaron a funcionar los hoteles de Cayo Largo gracias al trabajo emergente que asesoraron los especialistas cubanos, pero el gran volumen de una amplia restauración en ese paraíso está por comenzar.

El prestigio alcanzado por el Instituto en esta especialidad se manifiesta, además, en la responsabilidad que desempeña como coordinador del Programa de Acción Global, mediante el cual se diagnosticarán los procesos de erosión que afectan en general a playas arenosas del Caribe, patrocinado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) mediante la Agencia de Medio Ambiente de Cuba.

Juanes, con 30 años de experiencia en el Instituto de Oceanología y recientemente condecorado con la Orden Carlos J. Finlay, que otorga el Estado cubano por relevantes méritos científicos, agregó que sobre la base de este diagnóstico podría pasarse a un proyecto de mayor envergadura, orientado tanto al fortalecimiento de la base científica en los diferentes países, como a la aplicación de soluciones. El objetivo de este empeño es obtener recomendaciones para los gobiernos del Caribe con vistas a la implementación de medidas de protección.

Los resultados acumulados por la entidad en tan noble tarea, la experiencia de empresas ejecutoras cubanas, y la capacidad existente para realizar varios proyectos a la vez, permiten augurar la salvación de numerosos hábitats, diversos tesoros medioambientales y turísticos, en una región con determinada fragilidad costera, amenazada por fenómenos meteorológicos extremos, que depende en buena medida de la explotación de esas riquezas.

Bacterias contra derrames de petróleo

La gran tragedia ecológica que representan los frecuentes derrames de hidrocarburos en el planeta encontró una respuesta eficaz en el Instituto de Oceanología.

En septiembre pasado tuvo lugar un derrame de petróleo crudo en la oriental provincia de Holguín, debido a una avería en un oleoducto. Se contaminaron seis hectáreas de manglares y una playa. El ingeniero Roberto Núñez, jefe del Departamento de Microbiología Aplicada, relató así esa batalla: "Vertimos el producto nuestro y al cabo del mes tuvimos un 70% de remoción (eliminación) del petróleo en sedimentos marinos, y en aguas más del 95%.

Este fue el cuarto suceso en que se utilizó el producto BIOIL-FC, siempre con buenos resultados. "Se diferencia de otras tecnologías dentro de la biorremediación, porque se encuentra en la avanzada. Compite ventajosamente en el costo, es adaptable a cualquier ecosistema marino y presenta una altísima efectividad en el mangle", aseguró Núñez, quien insistió en que mientras la temperatura del mar sea superior a cinco grados centígrados, esta tecnología será efectiva, lo que sitúa a Cuba en condiciones de ofrecer este servicio a cualquier nación o empresa.

Otra joven investigadora del mismo Departamento, Eudalis Ortiz Guilarte, recordó que en la formación del petróleo desempeñaron un papel las bacterias, y son éstas las que aún tienen la capacidad de degradarlo.

“La comunidad científica ya prácticamente desechó otras tecnologías y en estos momentos las dos tendencias para biorremediación son la bioaumentación y la biofertilización. A partir de la primera de estas tecnologías, el Departamento de Microbiología Aplicada del Instituto desarrolló productos con microorganismos marinos que son los encargados de degradar el petróleo y sus derivados”, contó la licenciada en Microbiología.

El BIOIL-FC fue aplicado con éxito en la última década en derrames de hidrocarburos ocurridos en las bahías cubanas de Cienfuegos, Matanzas y Nipe, y en la playa de Jibacoa, al Este de La Habana.

Además de la recuperación de esos ecosistemas en corto tiempo, posteriores estudios medioambientales demostraron que la tecnología empleada no dañó el entorno.

“Contamos, además, con otros productos en escala de laboratorio, para cuyo desarrollo se espera financiamiento. No se descarta una posible asociación para lograrlos”, agregó Ortiz.

Valioso caudal investigativo

Después de 38 años, el Instituto de Oceanología de Cuba continúa impresionando al visitante por su enclave perfecto para desarrollar la investigación. En la costa Oeste de Ciudad de La Habana, las instalaciones se siguen identificando por el viejo faro de leña que guarda una pequeña ensenada, por su playita y por la peculiar arquitectura de algunas de las edificaciones.

Para un país con gran extensión de costas como Cuba, contar con instituciones científicas especializadas en el mar resulta de la mayor importancia, una enorme ayuda para la explotación racional de los recursos naturales y la conservación del medio.

El Instituto, fundado el 28 de enero de 1965, ha cumplido con las expectativas para las que se creó y hoy acumula una serie de resultados.

Según detalló Julieta Gutiérrez Hernández, jefa del Departamento de Información Científica, ese caudal puede apreciarse en más de 1.000 trabajos científicos en forma de documentos de archivo, unos 1.600 títulos de publicaciones, incluyendo los de la Serie Oceanológica, revista del mismo Instituto, antes impresa y ahora digital. Ha sido este Departamento el encargado de desarrollar una meritoria labor ecológica, de higienización y de educación ambiental, que se piensa ampliar.

La labor del Instituto de Oceanología permitió que su biblioteca especializada actúe como depositaria de centenares de documentos de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO, encargada, entre otras tareas, de fomentar la investigación científica, conocer los recursos y naturaleza de los océanos y promover sistemas de vigilancia de las propiedades y calidad del medio marino.

También la Institución participa, con alrededor de 40 investigadores y técnicos, en el Proyecto GEF/PNUD "Acciones Prioritarias para la Conservación de la Biodiversidad del Archipiélago Sabana-Camagüey “(ASC), como coordinador de las actividades relacionadas con el ambiente marino. El conjunto de tareas que le tocaron al Instituto están centradas en el fortalecimiento de las capacidades para el manejo costero sostenido del ASC, entre las que se destacan investigaciones del estado de salud de los ecosistemas, inventario de la flora y la fauna y la puesta en marcha de cinco laboratorios costeros para el monitoreo marino. Uno de los asesores científicos de este proyecto es el doctor Pedro Alcolado, y como coordinadora funge la especialista Mercedes Cano Mallo, ambos del Instituto.

Otro invaluable trabajo de investigación, desarrollado durante 20 años por el Departamento de Ictiología, tuvo su cumbre en el libro Ecología de los peces de Cuba, que contó inicialmente con la colaboración de especialistas soviéticos y en su etapa final con científicos estadounidenses que trabajaron directamente en la redacción, editado por el profesor doctor cubano Rodolfo Claro Madruga, uno de los científicos condecorados el pasado enero con la Orden Carlos J. Finlay.

Con el mismo celo el Instituto atesora sus colecciones, con unas 13.000 muestras de especies, que entrañan el más alto valor científico y museable del país en lo que se refiere al mar, resultado de décadas de investigación y clasificación.

A decenas de investigadores y técnicos de nivel medio y superior, agrupados en departamentos y laboratorios especializados en Ecosistemas marinos, Recursos marinos y colecciones, Oceanografía, Procesos costeros y Microbiología aplicada, se une un equipo de buzos experimentados.

Otros servicios que regularmente ofrece la institución científica cubana son: estudios de factibilidad para la construcción de instalaciones costeras; diagnósticos ecológicos y asesoría sobre arrecifes, manglares, pastos y arenazos y caracterización de fondos.

El Instituto imparte cursos y adiestramiento en técnicas de obtención de datos y procesamiento automatizado; análisis hidroquímicos y bacteriológicos de aguas y sedimentos marinos; estimación del incremento y variaciones extremas del nivel del mar; diagnóstico y pronóstico de la difusión de manchas de hidrocarburos en aguas oceánicas, de plataforma insular y en bahías; interpretación de imágenes de satélites...

El Instituto de Oceanología de Cuba está situado en la Avenida 1ra., No. 18406, reparto Flores, Playa, Ciudad de La Habana.

15 de abril de 2003

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