Entrevista con Javier Schmidt, investigador
en Física de Semiconductores,
quien acaba de regresar de una estadía
de perfeccionamiento en Francia. Se
desempeña en el INTEC (Instituto
de Desarrollo Tecnológico para
la Industria Química).
La investigación científica
es una actividad exigente. ¿Cómo
se inició usted en ella?
Todo comenzó en 1990, cuando
después de haber cursado dos
años y medio de Ingeniería
Química aquí, fui a
estudiar Física en el Instituto
Balseiro, de Bariloche. Allí
empecé mi contacto con la investigación
científica, en especial a través
del Trabajo Final, una materia que
involucra un proyecto de investigación
sobre un tema en particular. Recibido
de Licenciado en Física, en
1994 retorné a Santa Fe e inicié
mis estudios de Doctorado. Realicé
mi trabajo de Tesis en el Grupo de
Energías no Convencionales
del Instituto de Desarrollo Tecnológico
para la Industria Química (INTEC/CONICET/UNL),
bajo la dirección del Dr. Roberto
Arce y la codirección del Dr.
Román Buitrago. Me doctoré
en Física en 1998 y ese mismo
año, becado por la Fundación
Von Humboldt, viajé a Alemania
para realizar un posdoctorado en la
Universidad de Erlangen-Nürenberg.
En 2000 regresé, luego de mi
ingreso a la Carrera del Investigador
Científico y Tecnológico
del Conicet. Desde entonces, investigo
en el INTEC y hago docencia en la
cátedra de Física de
la Facultad de Ingeniería Química
de la UNL.
¿En qué consiste
su trabajo?
Dentro del área de las Ciencias
Exactas, investigo en la física
de los materiales semiconductores,
los cuales, desde el punto de vista
de la conducción de la electricidad,
son intermedios entre los conductores
(como los metales) y los aislantes.
En particular estudio el silicio (Si),
que es el semiconductor por excelencia,
y tan utilizado que, por ejemplo,
nuestro estilo de vida moderno es
posible, en parte, gracias a este
material, ya que es la base de la
microelectrónica. El Si puede
adoptar diferentes estructuras, desde
una en que sus átomos están
completamente ordenados (Si cristalino)
hasta el extremo carente de orden
(Si amorfo), pasando por el Si microcristalino
(cristales del tamaño de milésimas
de milímetro rodeados por material
amorfo). Más aún, es
posible incluso obtener Si con una
estructura "esponjosa",
llamado Si poroso. Es a estas últimas
variedades de este elemento -microcristalino,
amorfo, poroso- a las que dedico mi
estudio.
¿Qué otras aplicaciones
tiene el silicio?
Muy variadas, pero nuestro grupo
de investigación se concentra
en las aplicaciones fotovoltaicas,
es decir, la obtención de energía
eléctrica a través de
la luz. Es un tema actual, ya que
la búsqueda de fuentes de energía
alternativas a los combustibles fósiles
(petróleo, carbón) es
una necesidad mundial. Las celdas
solares de Si cristalino ya son una
realidad; se las utiliza en satélites,
equipos de telecomunicaciones, en
la electrificación rural, y
en todas aquellas aplicaciones en
las que sea muy costoso llegar con
el tendido eléctrico. En nuestra
provincia, unas 180 escuelas rurales
del norte cuentan con electricidad
gracias a las celdas solares. Sin
embargo, para que la energía
solar pueda sustituir masivamente
a las fuentes convencionales deben
bajarse los costos de producción.
Es aquí donde intervienen las
variedades no-cristalinas del Si,
que pueden ser obtenidas a menores
costos. El objetivo de nuestra investigación,
por lo tanto, es obtener materiales
de calidad aplicables a la producción
de celdas solares.
Sus investigaciones, ¿podrían
interesar a empresas?
El mercado fotovoltaico nacional
está creciendo. Empero, sólo
existe una compañía,
radicada en La Rioja, que produce
paneles solares; compra las celdas
de Si cristalino en el exterior y
ensambla los paneles. Nuestro grupo
ha realizado distintos servicios de
asistencia técnica para este
empresa, como el desarrollo de un
simulador solar industrial y la implementación
de un sistema de caracterización
de paneles fotovoltaicos. Al margen
de esto, estaríamos en condiciones
de desarrollar la tecnología
de producción de celdas solares
amorfas, si hubiera interés
empresario. Si nuestro país
se encamina hacia la industrialización
tecnológica, quizás
haya inversiones en este tipo de proyectos.
¿Qué otros grupos
desarrollan estos temas en la Argentina?
Existen algunos que estudian distintos
aspectos de la energía solar,
desde el calentamiento de agua hasta
el aprovechamiento de la luz en edificios.
En cuanto a la producción de
energía eléctrica, científicos
de la Comisión Nacional de
Energía Atómica, en
Buenos Aires, trabajan en celdas solares
de Si cristalino; nosotros, lo hacemos
en celdas amorfas y microcristalinas.
¿Por qué motivo
fue a Francia?
Debido a un convenio de colaboración
entre la Secretaría de Ciencia,
Tecnología e Innovación
Productiva de nuestro país
y el Ministerio de Educación
galo. En ese marco, se presentó
un proyecto de cooperación
con un grupo de la Escuela Superior
de Electricidad (Supelec) de las Universidades
de París VI y París
XI, que trabaja en temas similares
a los nuestros. El proyecto fue aprobado,
es trienal, y en este primer año
se prevén dos viajes de investigadores:
uno, el que acabo de hacer, y otro,
en sentido inverso, en noviembre próximo,
cuando una colega francesa nos visite.
En los laboratorios de Supelec instalé
una técnica que tenemos en
funcionamiento desde hace algunos
años en nuestros laboratorios,
y que permite determinar propiedades
eléctricas de los semiconductores
para evaluar su posible aplicación
en celdas fotovoltaicas. También
me perfeccioné en otra técnica
en la cual el grupo francés
es pionero, y que estamos comenzando
a aplicar aquí. Por lo tanto,
mi viaje fue una experiencia muy positiva
de intercambio de información,
provechosa para ambos grupos.
17 de agosto de 2003
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