Solo queda el
10% de los ejemplares de hace medio
siglo. En Marruecos, los japoneses
los compran a pie de playa para llevárselos
inmediatamente.
Guarde bien en su PC esta imágen
porque puede que sus hijos la busquen
algún día. En el Estrecho
de Gibraltar durante los últimos
dos mil meses de julio, romanos, fenicios,
árabes, todos aprovecharon
las migraciones de los "cimarrones",
como llaman los viejos pescadores
a los atunes rojos, en esta época
del año para capturarlos sin
tregua y depositarlos en la orilla
de la playa. Ejemplares de hasta 400
kilos, cuatro metros de largo, infinitamente
frescos, ideales para conservas o,
mejor aún, comerlos crudo en
un restaurante japonés.
Pero la cantidad de capturas está
disminuyendo de año a año
de forma alarmante. Y no es un dato
sensacionalista decir que, salvo un
milagro, en menos de una década
el atún desaparecerá
de los platos japoneses. Y de los
españoles. Y de los norteamericanos.
Según un estudio del Instituto
Pesquero de Halifax, en Canadá,
realizado en cuatro océanos
del mundo, en la actualidad sólo
queda el 10% de este pescado de lo
que había hace medio siglo.
"No hace falta irse tan lejos.
En las almadrabas gaditanas hace 20
años se sacaban más
de 60 toneladas a la semana. Y hoy,
con suerte, no se llega a 5. En las
zonas del Mediterráneo donde
antes era un paraíso para la
pesca deportiva del atún, hoy
no se pesca prácticamente nada.
Todos los campeonatos organizados
han sido un desastre. No se dio ningún
trofeo por captura de piezas mayores
de 15 o 20 kilos", asegura Alfonso
Morey, veterinario y presidente de
la Asociación de Pescadores
Responsables de Andalucía,
Ceuta y Melilla.
Las causas son las mismas de siempre:
la utilización de redes a la
deriva, el uso de palagres de varios
kilómetros de extensión
con miles de anzuelos a los lados,
establecimiento de cercos para el
engorde artificial -como en la zona
del Mar Menor, en Murcia- que les
impide emigrar para desovar... Precisamente
es este carácter migratorio
el que hace más difícil
la protección de esta especie,
porque aunque se establezcan santuarios
marinos donde se impida su pesca,
los grandes barcos pueden esperar
a capturarlos en cualquier otro mar.
Y un dato escalofriante: el Instituto
para la Defensa del Atún (ICATT,
en inglés), tramitó
el año pasado un total de 2.000
denuncias contra otros tantos barcos
que faenaban ilegalmente en el Estrecho.
Y sólo seis de ellos tenían
licencia para pescar atún.
Este organismo ya anunció en
1974 la necesidad de reducir las capturas.
Hoy son ocho veces mayores que en
ese año.
Según Greenpeace, el atún
rojo no alcanza la madurez sexual
hasta los cinco años de edad
(más de 30 kilos de peso).
Sin embargo, la ley sólo prohíbe
capturar atunes de peso inferior a
los 6,4 kilos. Y la tercera parte
de las capturas del Mediterráneo
pesa menos. Es como la pescadilla
que se muerde la cola. El genocidio
ecológico ya acabó con
los grandes peces del Mar del Norte
y del Mar de Japón. Parece
que ahora, le toca al Estrecho.
Pesca tradicional
Hace unos días las dos orillas,
la europea y la africana, volvieron
a sentir el inmenso aleteo de estos
grandes peces nadando a muy pocos
metros de la costa. Es lo que los
pescadores conocen como atún
de revés: cuando regresan al
Océano Atlántico después
de haber desovado en las cálidas
aguas del Mediterráneo. La
migración de ida, o de derecho
tiene lugar en primavera, cuando decenas
de miles de atunes llegan al Estrecho
después de haber recorrido,
en algunos casos, hasta 8.000 kilómetros
desde los puntos más alejados
del Atlántico norte. Precisamente,
por su morfología, el atún
es un pez que no puede dejar de nadar
-si no nada no respira y por su enorme
peso caería al fondo del mar-
razón por la cual se le considera
un pez errante.
Fuimos testigos de este último
paso desde el lado marroquí.
Cientos de pescadores se agolpaban
en las playas cercanas de Kasar el
Seguir, entre Tánger y Ceuta,
para capturar a golpe de caña
y de patera -con el mismo método
tradicional de siglos atrás-
unos ejemplares que, a buen seguro,
figurarán en un lugar selecto
del mercado de Tsukiji, en Tokio,
el mayor del mundo. Porque es allí
donde acabarán los atunes.
Desde la misma playa, cuatro hombres
introducen el pez en una furgoneta
que, ya cargada, se dirigirá
rápidamente hasta alguno de
los puertos cercanos -Tánger
o Tetuán-, donde anclan los
grandes barcos congeladores japoneses
o coreanos llegados para la ocasión.
Presenciamos la escena a primera hora
de la tarde. Por la noche ya estaban
congelados en los barcos. Y, a estas
alturas, ya deben de haber sido despiezados
para hacer el sashimi, el popular
plato nipón de pescado crudo.
Este bocado provoca reverencias entre
los japoneses, sobre todo cuando es
toro, o sea, procedente de España.
Una loncha del grosor de un dedo cuesta
113 yenes (unos 80 centavos de euro).
El precio de la ración completa,
un aperitivo frugal para dos personas,
es 1.890 yenes (casi 14 euros). Hasta
6.000 personas llegarán a probar
una ración de estos atunes
de la foto, con lo que el kilo no
se pagará a menos de 200 o
300 euros, según la temporada.
El agente encargado de comprar los
ejemplares en la costa marroquí
no pagará más de 10
euros.
Casi todo para Japón
Japón es el país del
mundo donde se consume más
pescado y el principal importador
de atún del planeta, un dato
especialmente llamativo si se tiene
en cuenta que el archipiélago
ha pasado de ser un país autosuficiente
cuando se trataba de productos del
mar a convertirse en el mayor importador.
Sólo de atún absorbe
el 30% de la producción mundial.
España -segundo consumidor
de pescado del mundo- tiene un apartado
propio: según los últimos
datos que ofrece la Oficina Comercial
en Japón, el pescado constituyó
en 2001 el principal capítulo
exportador a Japón (unas 6.000
toneladas, 500 millones de euros).
Las numerosas compañías
involucradas a menudo mantienen acuerdos
con empresas españolas para
explotar de forma conjunta los recursos
y montar viveros en la zona del Estrecho
o del Mar Menor. El pescado vuela
luego a Japón para que esté
disponible en el gigantesco mercado
de Tsukiji en unos días.
Amenazados de extinción
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Bacalao.
A pesar de habitar en aguas profundas
y de vivir más de 50 años,
las poblaciones de bacalao de
profundidad han sido llevadas
al borde del colapso en los ocho
años que los palangreros
piratas llevan pescándolo. |
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Bonito.
Este pariente del atún
también está en
horas bajas. En España,
aunque no corra un peligro inmediato,
se pesca menos de la mitad que
hace 40 años. El aumento
de la demanda puede acelerar la
presión sobre él. |
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Salmón.
Ha desaparecido completamente
de 309 sistemas fluviales de Europa
y América. Su pesca ha
caído un 80% desde 1970.
Han desaparecido de 2.000 ríos
y se mantienen sólo en
países nórdicos. |
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Raya.
Por primera vez en 300 millones
de años este animal, que
puede alcanzar los siete metros
de envergadura, puede desaparecer.
De momento, y en sólo una
década, ya figura en las
listas rojas de especies amenazadas. |
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Merluza.
Hasta hace no mucho tiempo, España
era un país exportador
de merluza. Hoy, nueve de cada
10 que llegan a sus platos vienen
del Africa austral, sobre todo
de Namibia. Y sólo una
del Cantábrico. Cada vez
quedan menos |
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Pez
espada. Un estudio de la universidad
de Halifax, Canadá, asegura
que los peces espada de más
de tres metros -como contra el
que luchó el viejo zorro
de mar cubano en la novela de
Hemingway- ya no existen. |
4 de agosto de 2003
Fuente:
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