En condiciones
extremas de temperatura y en
cuerpos de agua hipersalinos,
donde nada parecería
sobrevivir, habita un animal
diminuto: el camarón
de la salmuera o Artemia , un
recurso económico cada
vez más demandado en
el mundo.
En la Argentina, la doctora
en Ciencias Biológicas
Rosa Graciela Cohen, de la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales
de la Universidad de Buenos
Aires (UBA), lo sigue de cerca.
Junto con investigadores de
Africa, Asia, Europa y el resto
de América, coopera en
un programa de la Unión
Europea destinado a localizar,
identificar y luego evaluar
la posibilidad de explotación
comercial de estos crustáceos
altamente nutritivos. En este
programa, la UBA es la representante
de la Argentina.
"El valor principal de
Artemia es que sirve como alimento
vivo en la cría de peces
o camarones de interés
comercial. Si bien la piscicultura
y la camaronicultura no están
muy desarrolladas aquí,
sí lo están en
otros lugares a donde se lo
puede exportar, dado que contamos
con abundantes recursos",
subraya la investigadora desde
el Departamento de Biodiversidad
y Biología Experimental
en la Ciudad Universitaria.
No faltan culturas que ya lo
tienen entre sus platos típicos.
Es más, una hamburguesa
de Artemia es altamente nutritiva
porque contiene "un buen
componente proteico y lipídico",
destaca.
Desde hace diez años
Cohen no le pierde pisada. Es
más: junto con su equipo
identificó las dos especies
hasta ahora halladas en el país.
La Artemia persimilis, casi
exclusiva de la Argentina y
la A. franciscana, oriunda de
los Estados Unidos y cuya presencia
en estas latitudes muestra cuánto
se ha dispersado.
En la actualidad, este crustáceo
ha sido revalorizado. Hasta
hace poco el gran lago salado
de Utah, en los Estados Unidos,
era el principal proveedor del
mundo, pero "algunas obras
realizadas por el hombre, la
dilución de la salinidad
del lago por excesivas lluvias
y la sobreexplotación
alteraron la cosecha anual del
recurso y han llevado a buscar
nuevas fuentes en el mundo",
subraya.
Uso, pero
no abuso
Especialista
en descubrir los sitios de la
Argentina donde habita este
camarón (como Buenos
Aires, Córdoba, Chaco,
La Pampa y Santa Cruz), la preocupación
de esta investigadora es que
se haga uso pero no abuso del
recurso.
En términos humanos,
la vida de Artemia es efímera.
De quiste o primera larva a
adulto demora entre 8 y 18 días,
y muere aproximadamente a los
dos meses y medio. Inquietos
por naturaleza, estos seres
de apenas un centímetro
de largo nunca paran de mover
sus once pares de patas, que
no sólo les sirven para
la locomoción, sino que
en su incesante pataleo crean
corrientes de agua para atrapar
su plato preferido: las algas
unicelulares, protozoos y bacterias.
"Incluso siguen desplazándose
durante el apareamiento. La
pareja nada sincrónicamente
y, al finalizar la cópula,
cada uno sigue su camino",
describe.
De cada unión se produce
una puesta (pueden producir
de 3 a 4 en toda la vida) que
da lugar a un promedio de 60
descendientes, cargados en el
ovisaco de la hembra, con dos
destinos posibles: nacer como
larvas y ser lanzados al mundo
con provisiones suficientes
hasta alcanzar el siguiente
estadio en el que deben alimentarse
por sí mismos o bien
ser liberados como quistes,
es decir, como embriones encerrados
en una cáscara. En este
último caso, permanecen
en estado de latencia hasta
que encuentran las condiciones
para su desarrollo.
"Aun si hallan el ambiente
ideal, los quistes no eclosionan
todos a la vez; algunos pueden
demorar años. Esto forma
parte de una estrategia de supervivencia
que deja un margen de seguridad
con miras al futuro", indica
Cohen.
Con una larga historia en la
Tierra, este diminuto camarón
ahora es revalorizado. El recurso
exportable más importante
lo constituyen los quistes,
que tienen el aspecto de granitos
de arena. Cuando están
procesados pueden almacenarse
en un frasco como un polvo seco,
fáciles de transportar
y conservar hasta su utilización.
"En la Argentina hemos
hallado muchas fuentes de recursos
y aún queda mucho por
explorar. Pero es fundamental
que la explotación no
se haga indiscriminadamente.
De este modo contaremos con
Artemia para rato", concluye.
Una sociedad
totalmente femenina
La especie
Artemia parthenogenetica, frecuente
habitante de Europa, presenta
una particularidad: son todas
hembras y no necesitan del sexo
opuesto para la reproducción.
"Cada tanto aparece lo
que se llama un macho raro,
que se acopla con diferentes
hembras para renovar la información
genética. De este modo,
la población recupera
variabilidad", explica
la doctora Rosa Graciela Cohen,
especialista del Departamento
de Biodiversidad y Biología
Experimental de la Facultad
de Ciencias Exactas y Naturales
de la Universidad de Buenos
Aires. Cohen investiga desde
hace una década este
tema.
13 de enero
de 2003
Fuente:
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