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TODO
SIRVE. Cuatro jóvenes
de Villa Caraza que
todas las noches cumplen
la rutina de juntar
papeles y telas en
las calles porteñas.
(Foto: Diego Fernández
Otero). |
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Con las primeras
sombras de la noche bajan en
formación desordenada
por Puente Alsina hacia Pompeya.
Y de allí, a recorrer
la ciudad. Van en carros tirados
por caballos. Son cirujas de
zonas pobres del Gran Buenos
Aires, que se suman a los de
algunas villas miseria de la
Capital. Después llegará
el momento de buscar papeles,
cartones, metales o vidrios,
los elementos que venderán
para sobrevivir.
Según
estimaciones de la Subsecretaría
de Medio Ambiente porteña
son, en promedio, unas 1.500
personas que cada noche se mueven
en unos 500 carros. Y durante
toda la semana, cargan esa "mercadería"
reciclable, además de
muebles, sillas, viejas, heladeras
y otros objetos.
Entre los
cirujas hay dos grandes grupos:
los tradicionales (están
en el rubro desde hace años
algunos, más de
30 cuando existía
la quema y no había rellenos
sanitarios) y los nuevos, que
se incorporaron como una forma
de subsistencia, tras perder
su trabajo formal.
La entrada
de los carros a la ciudad suele
hacerse, en su mayoría,
por Puente Alsina, en Pompeya.
Pero también se los puede
ver en Puente de la Noria, cerca
del Autódromo; en el
puente Pueyrredón, de
La Boca, y por las principales
avenidas que cruzan de la provincia
hacia la Capital.
"Muchas
de estas personas entraron en
la actividad en los últimos
años por la caída
del empleo. La incorporación
de jóvenes es porque
el padre perdió el trabajo",
dijo el antropólogo Pablo
Schamper, investigador de la
Universidad de Lanús.
Schamper y su colega Francisco
Suárez, de la Universidad
de General Sarmiento, están
haciendo una investigación,
titulada "El circuito informal
del reciclaje en el conurbano
bonaerense". De los datos
del trabajo de campo ya procesados
surge una estimación:
los carros que llegan al territorio
porteño son muchos más
que los 500 relevados por Medio
Ambiente.
La presencia
de cirujas con carros a caballo
aumentó en un porcentaje
indefinible en los últimos
años; antes se veían
solo los clásicos botelleros,
que aprovechaban quizás
el fin de semana como rebusque
para arrimar unos pesos.
El avance
de la pobreza y la depresión
económica abrió
otra brecha: el cirujeo con
tracción a sangre, como
fuente de trabajo, donde intervienen
familias enteras.
"Hace
cinco años perdí
mi trabajo como ayudante albañil;
busqué un tiempo, pero
no aparecía nada, así
que me conseguí el carro
y con esto les doy de comer
a mis cuatro hijos", cuenta
Marcelo, de 40 años,
que vive en Ingeniero Budge.
Claro que
la actividad también
genera problemas. Metidos entre
los autos, los carros son peligrosos,
por ejemplo, en avenidas como
Callao. Se los ve cerca de las
9 de la noche, cuando aún
hay mucho tránsito. Algo
similar pasa en Corrientes,
Rivadavia, Díaz Vélez,
Independencia, Santa Fe, Cabildo,
avenida de los Incas, Alvarez
Thomas, José María
Moreno o Boedo.
Esto ocurre
a pesar de que tienen prohibida
la circulación, porque
hay una ley que impide la tracción
a sangre en la ciudad. Pero,
salvo campañas acotadas,
sin coordinación ni convencimiento,
no existe una política
para disuadirlos de venir hacia
la Capital. Suele haber controles
del estado de los animales (en
general es bueno) y algún
que otro decomiso de carros.
"La Policía pide
unos mangos y nos dejan ir",
dice Julio mientras acomoda
diarios que le dio un portero
en la calle Moreno.
El subsecretario
de Medio Ambiente, Eduardo Ricciuti,
explicó que su área
trabaja "para desalentar
la recolección informal,
sin desconocer la problemática
social asociada. Vamos a incorporarlos
a una planta de selección
de materiales reciclables. De
eso se viene discutiendo".
La idea del
Gobierno es instalar una planta
donde se vuelque la basura.
Allí trabajarían
los cirujas, como seleccionadores
en la primera fase del reciclado.
Luego venderían el producido
a los depósitos.
Un oficial
de la comisaria 34 (con jurisdicción
en Pompeya), asegurándose
estricta reserva de identidad,
comentó: "Mire,
si me mandan a sacarles los
carros, yo no lo hago. Vienen
llenos de pibes y se están
ganando la vida. Me hago el
oso hasta donde puedo. ¿Y
si yo también termino
así?".
Ante el comentario,
fuentes oficiales de la Policía
Federal se quejaron. Explicaron
que mantienen un convenio especial
con el Gobierno porteño
por el que asignan personal
para control y decomiso.
Es común
que un mismo núcleo familiar
tenga dos carros y dos caballos:
por un lado, salen los hijos
mayores; por otro, los padres
acompañados por los hijos
mas chicos. Por semana ganan
entre 50 y 70 pesos con la venta
de lo que juntan.
En algunas
épocas "mejores"
por ejemplo, fin de año
pueden llegar a los 120 pesos
por semana. Las ventas las realizan
en depósitos de acopio
de Capital y el Gran Buenos
Aires. Cobran al contado.
Zulema tiene
11 años y brillantes
ojos marrones. Está en
quinto grado, usa buen lenguaje
y es impulsiva. Quiere hablar.
"Sí, juntamos papel,
y cartón, porque las
botellas no nos convienen. No
pagan nada por el vidrio. ¿Usted
por dónde vive? Nosotros
pasamos por ahí. Sí,
me gusta la escuela, voy a la
tarde.", se le amontonan
las frases. Con jean y buzo,
se la ve limpia y prolija. Tiene
una risa contagiosa y mientras
habla, pela una mandarina y
convida.
Julio es
flaco, serio, desconfiado y
se toma su tiempo para responder.
Tiene 16 recién cumplidos,
pero ya fuma un cigarrillo que
le dio una prostituta en Moreno
al 3000, cuando él, educado,
se lo pidió.
Zulema y
Julio son hermanos. Viven en
Villa Caraza. Cada día,
salen a las 17.30 de su casa
y vuelven sobre las 23. Al rato,
se unió Francisco, cuñado
de los chicos.
Por la actividad
de los cirujas, el Gobierno
porteño recoge quejas
de los vecinos: dicen que, al
revisar bolsas, llenan de basura
las veredas. Pero los funcionarios
también hacen una distinción:
los "cirujas" en carros
no buscan tanto entre los paquetes
de desechos, sino papeles y
cartones que suelen estar a
los costados.
Irene, vecina
de Juan de Garay y Chiclana,
ve pasar el carro, y comenta:
"Me asusta un poco cuando
se ve a varios adolescentes;
algunos se descontrolan y, a
veces, andan con el caballo
casi al galope".
Jose María
(56), de Castro y Estados Unidos,
señala: "Al principio,
cuando pasaban, me agarraba
bronca; pero de protestar ya
los conozco: pasan los mismos
a la misma hora. Y me acostumbré
a dejarles los diarios viejos".
Estos acuerdos de palabra coordinar
la entrega de papeles o calefones
en desuso existen también
entre los encargados de los
edificios. En Bartolomé
Mitre y Jean Jaures, Héctor
y Marcelo acomodan unos cajones
que les dejó el portero:
"Me conocen y me ayudan".Héctor
se anima a lo oscuro de la actividad.
"Sabemos que vienen pibes
a armar ''bardo''. Por ahí
se afanan una bici, pero son
los menos; mejor estar lejos",
dice.
Las cifras
oficiales de lo que algunos
llaman el "negocio de la
basura" no están
al alcance de los cirujas. Según
la Coordinación Ecológica
Area Metropolitana Sociedad
del Estado (CEAMSE) sólo
el 5 % de las 5,4 toneladas
diarias de desperdicios porteños
va a este "trabajo"
informal.
La porción
más ventajosa de la torta
queda en manos de los acopiadores.
Ellos venden los materiales
a las fábricas que los
reciclan como envases o productos
elaborados. Se calcula que un
depósito de papel, que
por día vende 5 toneladas
listas para procesar, tiene
una ganancia neta de unos 6.000
pesos cada 20 días. Sin
embargo, unas 100.000 personas,
incluyendo recolectores y grupo
familiar, se solventan con el
cirujeo, según el trabajo
de Suárez y Schamper.
Ese "mundo" integra
a los que salen con carros a
caballo, en bicicleta o con
carros tirados a mano, y a camionetas
y camiones que recorren zonas
como Once o Belgrano antes de
que pasen los camiones que recolectan
basura. El titular del CEAMSE,
Guillermo Ferraro, lo define:
"un negocio absolutamente
marginal".
Si se piensa
que una tonelada de papel se
paga 50 pesos, una de vidrio
50 y una de aluminio 700, se
puede hacer cuentas y concluir
en que, con tantos intermediarios,
el cirujeo es sólo una
forma de subsistencia a principios
del siglo XXI.
Ganarse
la vida vendiendo cartón
La cara de
Ernesto está curtida
y sus manos, encallecidas. Y
aunque al principio se muestra
distante, cuando uno supera
el momento de desconfianza responde
las preguntas con amabilidad.
Mientras, se acoda en las varas
de su carro, parado en Boedo
y Pavón.
"Lo que levantamos cada
noche es una lotería.
A veces bien y otras un desastre.
Pongale, promedio, unos 50 pesos
por semana", dice.
Ernesto Godoy
tiene poco más de 50
años y vive en la villa
21, detrás de Huracán.
Tiene mujer y cuatro hijos.
Tres lo acompañan en
la recorrida que empieza a las
18.30 y termina a "eso
de las diez y media, porque
explica los pibes
van al colegio a la mañana".
Paula, Héctor
y Miguel se arremolinaron en
torno del carro cuando vieron
que su papá estaba conversando.
Dejaron de acomodar los paquetes
de cartón y, sonrientes,
se sumaron a la charla. "Sí,
me gusta, voy viendo, y ayudo.
Estoy en sexto grado."
Eso cuenta Paula, la más
charlatana. Los tres van a la
Escuela N° 10, de jornada
completa.
"Rotan
para venir a acompañarme.
Hoy dejé a Julio (Ernesto
se refiere a su cuarto hijo)
y vinieron ellos", cuenta
en detalle el hombre, al que
los comerciantes de la zona
ya conocen.
Incluso en algunas panaderías
también le guardan pan
y facturas sobrantes que ayudan
a sostenerse.
Sobre lo
que recoge, marca el papel y
el cartón. "El vidrio
no vale nada; antes el metal
era importante y lo juntábamos
en las obras, pero ahora no
se construye nada y esa posibilidad
desapareció".
Operativos
El Gobierno
de la Ciudad tiene previsto
implementar una política
intensa para desalentar el ingreso
de carros al territorio porteño.
Esas medidas incluyen el decomiso
de carros y caballos, para lo
cual habrá operativos
conjuntos del cuerpo de inspectores
de Higiene Urbana y de Promoción
Social, con el auxilio de la
Policía Federal. Unos
15 inspectores saldrán
a la calle, acompañados
de policías.
La decisión
de la comuna es endurecer la
postura y no regresar inmediatamente
los caballos a sus dueños,
sino tomarlos a cargo, para
lo cual firmarán un convenio
con una ONG que se dedica al
cuidado de animales. Hasta ahora,
cuando se secuestra un carro
el caballo es devuelto. Y por
el carro se paga un rescate
formal de unos 70 pesos.
Cooperativa en Lomas de Zamora
Unos 25 depósitos
están en la avenida Roca
y las calles Lafuente y Castañón,
de Pompeya; otros 30, en Lomas
de Zamora. También los
hay en José C. Paz y
en Malvinas Argentinas.
Los depósitos son integrales
o específicos. Los primeros
reciben todo (papel, cartón,
metal, vidrio, trapo y plástico);
los otros, un solo elemento.
Puede ser
un negocio rentable. Por ejemplo,
compran el kilo de cartón
a 5 centavos y lo venden, bien
embalado, a 12 centavos.
Alertados
por esas diferencias de precio,
en Lomas de Zamora los cirujas
crearon la Cooperativa Nuevo
Rumbo, que con una ayuda del
Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos tiene instalado
su propio galpón.
Los carros
de Nuevo Rumbo están
identificados. Sus dueños
llevan uniforme y son conocidos
en las zonas recorridas. Pepe
Córdoba, un salteño
de 45 años, lidera el
grupo, que participa en todas
las convocatorias de la Legislatura
porteña en las que se
discute la problemática
de la basura. "Creo que
hay que organizarse para que
la actividad avance, aun en
medio de las nuevas políticas
de procesamiento. Estamos dispuestos",
dijo.
En la ciudad
de Buenos Aires, se gastan casi
300 millones de pesos por año
en servicios de recolección.
13
de noviembre de 2001
Fuente:
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