TOTONICAPAN,
Guatemala - Ambientalistas advirtie-ron
que una especie de abeto típico
de Guatemala está en
riesgo de desaparecer debido
a que cada año se venden
sus deseadas ramas aromáticas
para la decoración navideña.
Los empobrecidos
vendedores callejeros compran
las ramas verde oscuro y las
introducen de contrabando en
los mercados, ocultas entre
los camiones llenos de verduras,
y las arreglan como árboles
de Navidad para incrementar
sus escasos ingresos.
El abeto guatemalteco,
cuyo nombre científico
es "abies guatemalensis",
echó raíz durante
la Era del Hielo, cuando se
extendieron por el sur de América.
Mientras que
las selvas húmedas de
Guatemala son subtropicales,
las montañas y volcanes
de más de 3.000 metros
de altura sobre el nivel del
mar hacen de este país
un lugar perfecto para los abetos.
Guatemala
es el lugar más al sur
en el mundo en donde crece esta
especie naturalmente, dijo el
agrónomo Elmer López.
Este único
tipo de abeto de Guatemala alguna
vez adornó las montañas
de todo el país, pero
desde que los árboles
de Navidad se convirtieron en
una moda en los últimos
50 años, han ido desapareciendo
de todo el territorio, excepto
de algunas zonas aisladas a
las que los taladores no pueden
entrar con facilidad.
Como una medida
de emergencia para rescatar
a esta especie, los abetos están
siendo importados de Canadá,
pero la demanda continúa
mientras muchos guatemaltecos
insisten en que la variedad
de árboles crecidos en
su país dan un aroma
único de limón
y romero, que asocian con Santa
Claus, y el acebo.
"Me da
pena reconocerlo, hasta para
mí este olor significa
la Navidad", dijo López,
un experto en la especie y un
representante del grupo ambientalista
Greenpeace.
Los árboles
protegidos por los mayas
La mitad
de los abetos guatemaltecos
crecen entre pinos en un bosque
comunal y reservas naturales
en la principal zona indígena
maya de Totonicapan, en las
alturas del oeste guatemalteco.
Unas horas
arriba de la ciudad más
cercana, los abetos gigantes
en peligro se ladean mientras
que una niebla helada se enreda
alrededor de sus troncos, en
un paisaje que se parece más
a Suiza que a Centroamérica.
Los taladores
cortan nuevas ramas y conos
de semillas, impidiendo su reproducción.
En Totonicapan,
desde 1993 una fuerte asociación
de 108.000 mayas de las comunidades
cercanas emprendieron una entusiasta
lucha por proteger la caída
vital del rocío primaveral,
a través del bosque hasta
sus pequeñas tierras,
y han vigilado la zona en una
batalla para sacar a los taladores
del lugar.
"Esta
es su casa igual que de nosotros",
dijo sobre los árboles
el veterano guardián
Juan García, de 68 años,
en la fría aldea de Chuipec.
Un radiotransmisor
dio aviso que los guardabosques
al otro lado del bosque habían
arrestado a dos hombres cargados
de ramas, pero la amenaza de
cárcel es poco para disuadir
a los taladores porque saben
que pueden vender su mercancía.
En un mercado
callejero de la Ciudad de Guatemala,
vendedores cargados con renos
de oropel y paja aprovechan
los últimos recursos
de los árboles.
El vendedor
Roberto Belalmino, de 17 años,
martillea cientos de ramas en
una pila junto a él,
para formar un tronco y vender
el árbol hecho a mano
completo por unos 15 dólares.
Belalmino
dijo estar enterado de que el
abeto está el peligro
de extinción y esperaba
algún día poder
abastecerse de las plantaciones
controladas. Pero admitió
estar más preocupado
por la supervivencia de su familia.
"Me siento
mal vendiéndolos, pero
con esto doy de comer a mis
hijos", confesó
el adolescente.
26 de diciembre
de 2002
Fuente:
|