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Cuando
era senadora, Marina
Silva apoyó
protestas de Greenpeace
precisamente en el
Ministerio de Medio
Ambiente. |
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Se refiere
a sí misma como hija
de la selva. Y se puede
leer en sus ojos que es verdad.
Afirma que tiene una relación
casi mística con las
cosas de la floresta donde
transcurrió una infancia
de pobreza y enfermedades que
le dejaron huellas profundas
en su salud.
Marina Silva,
con 38 años, fue la senadora
más joven de Brasil e
Inacio Lula da Silva
acaba de designarla ministra
de Medio Ambiente de su gobierno.
Actualmente tiene 44 años.
Por sus batallas
a favor de la ecología
fue distinguida por la ONU y
la revista Time la reconoció
como uno de los 100 líderes
del nuevo milenio. Segunda de
11 hermanos, trabajó
junto a su padre desde pequeña
extrayendo caucho de los árboles
en la selva amazónica
para ayudar a alimentar a la
familia numerosa que integraba.
Asegura que conoció los
números recién
a los 12 años observando
las agujas del reloj.
A rodar
la vida
A los 16 años
dejó su pueblo natal,
Seringal Bagaço, e ingresó
a un convento de monjas en Río
Branco, capital del estado de
Acre, uno de los más
pobres de Brasil; allí
aprendió a leer y escribir.
Militó
en el sindicato y luego en el
Partido de los Trabajadores
(PT) donde conoció y
compartió luchas con
el mítico Francisco Chico
Mendes, asesinado el 22 de diciembre
de 1988. Mendes es considerado
el mártir de la ecología
de Brasil.
Tardé
un año en aprender a
besar después de salir
de las monjas, bromea.
Pero no demoró nada en
progresar en los estudios; no
descansó hasta lograr
licenciarse en historia en la
universidad. Siente la política
como un compromiso ético.
El primer
cargo electivo que logró
en su carrera política
fue el de concejala, renunciando
a todos los privilegios que
detentaban sus colegas.
Desde entonces
su lucha no se detuvo jamás.
A pesar de su salud frágil,
producto de seis malarias, varias
infecciones y una intoxicación
de metales pesados que la obligan
a una dieta estricta, fue consagrada
diputada primero y senadora
después.
Su fama de
incorruptible es el terror de
los especuladores de la Amazonia.
Uno puede estar a favor
o en contra de muchas cosas,
pero no en contra del aire que
respiramos ni del agua que bebemos,
afirma para explicar que en
la defensa del medio ambiente
no existen compromisos.
La senadora,
madre de cuatro hijos de dos
matrimonios, fue entrevistada
por El País en su sencillo
departamento de Brasilia, horas
antes de asumir como ministra.
Quizá
ninguno de los políticos
de este país, exceptuando
al presidente Lula, ha tenido
una infancia tan marcada por
la pobreza y la dureza de vida
como usted. ¿Le hubiese
gustado haber tenido una infancia
más burguesa, menos dolorosa?
No.
Las dificultades que tuve que
enfrentar fueron siempre dentro
de una relación de familia
de amor y de solidaridad. Aquellas
privaciones me dieron una dimensión
humanista muy grande. Sólo
se expande lo que está
dentro. Aquella infancia me
inyectó tenacidad en
la lucha por las cosas en las
que creo. Hoy, con aquella infancia
sobre las espaldas, me resulta
más fácil leer
en los ojos de los marginados
y humillados.
Quiso
ser religiosa y acabó
siendo política. ¿No
es una ironía?
No debería
ser una ironía. Yo concibo
la política como algo
que invade toda nuestra vida
y que por lo tanto tiene que
estar conectada con los valores
humanos y éticos y no
con el mundo de los intereses
personales. Concibo la política
como el respeto por la diversidad.
En la Amazonia, los mejores
ríos son los que se dejan
invadir por nuevas aguas.
Responsabilidad
de todos
¿Qué
piensa hacer con la Amazonia,
santuario de la naturaleza que
posee el 24 por ciento del agua
potable del planeta?
Es una
gran responsabilidad, porque
la Amazonia posee un potencial
impresionante. Cuenta con el
20 por ciento de las especies
vivas del planeta, es la mayor
floresta tropical del mundo
y posee la mayor riqueza en
la biodiversidad. Mi política
se basará en la convicción
de que la solución de
la Amazonia, tan saqueada ya,
no puede ser sólo técnica.
Necesitamos dar curso a un desarrollo
sustentable. Para eso
tenemos que convencernos todos
de que antes y junto con el
esfuerzo tecnológico
necesitamos defender los valores
que esa lucha supone. Tenemos
que respetar la soberanía
de la Amazonia, como brasileños,
pero también, estar convencidos
de que sin la ayuda de los otros,
y sobre todo de la sociedad
civil, podremos hacer muy poco
a pesar de la mayor buena voluntad.
Todos, dentro y fuera de Brasil
debemos ser conscientes de que
la destrucción de la
Amazonia afectaría gravemente
a la salud del planeta.
De
la corrupción en el saqueo
de las riquezas naturales de
Brasil se han escrito muchos
libros. ¿Cree que podrá
combatir ese problema con eficacia?
Creo
que los procesos verdaderamente
transformadores de la sociedad
inmunizan mejor contra la corrupción
de los sin escrúpulos
con lo público. También
los intereses privados pueden
ser públicos, pero no
pueden ser perversos. Hay que
acabar primero con las estructuras
corruptas del Estado, potenciar
todas las energías correctas
y éticas y castigar sin
miedo tanto a los corruptos
como a los corruptores. Se que
el desafío es muy grande,
pero lo acepté con confianza.
¿Cómo
piensa enfrentar desde su ministerio
a las mafias de la Amazonia
capaces de apropiarse de millones
de hectáreas que son
de todos?
Si tuviese
que emprender esa lucha sola
para 170 millones de ciudadanos,
no podría hacer nada.
Pero yo quiero dar esa batalla
con esos 170 millones
de conciudadanos, con toda la
sociedad civil, con la ayuda
de otros ministerios, de la
Policía y hasta del Ejército
y la Iglesia. Tengo que hacerlo
movilizando los sectores productivos
no corruptos que deben convencerse
de una vez por todas que no
se puede aplicar a la Amazonia,
a sus 30 millones de habitantes,
el concepto de desarrollo de
la sociedad capitalista. Tenemos
que saber aprovechar, sin saquearla,
toda la enorme potencialidad
de desarrollo que nos ofrece.
¿Qué
aportó a su vida su infancia
en contacto con la naturaleza
virgen?
Me
dio unas vivencias muy fuertes.
Me enseñó a ver
las cosas sin esa prisa que
nos devora. La floresta me alimentó
con su fuerza vital y con sus
mitos llenos de sabiduría.
Me dio esa dimensión
del espacio donde la vida acontece,
que es mayor de lo que uno puede
verbalizar.
¿Cuál
señalaría como
el mayor crimen que se comete
contra el medio ambiente?
El verdadero
crimen es que, después
de la conciencia que el mundo
ha tomado a partir de los años
90 de que estamos destruyendo
el planeta, haya quienes siguen
actuando como si esa conciencia
aún no existiera. El
crimen es cerrar los ojos. La
humanidad tiene que acostumbrarse
a mirar y planificar mejor el
futuro y no sólo el presente.
Hoy podemos hacer muchas cosas
porque conocemos el precio de
tanta devastación y tenemos
los medios técnicos para
parar el exterminio de la naturaleza.
En esa conciencia nueva, más
de la sociedad que de los políticos,
radica mi esperanza.
¿Cree
que el PT está preparado
para gobernar con eficiencia
un país signado por la
crisis, sin dividirse ni quebrarse?
Tengo
esperanzas de que sí,
porque llevamos 20 años
de experiencia durante los cuales
hemos aprendido a entablar un
diálogo no sólo
con los trabajadores más
desposeídos sino también
con todas las clases sociales,
con el mundo sencillo de la
calle y con los mejores y más
serios intelectuales y creadores
de nuestro país, sin
dejar de lado a los empresarios.
La diversidad de ideas y de
opiniones son fundamentales
para el partido. Además,
la suerte del PT dependerá
en gran medida del nuevo presidente
del partido, José Genoino.
También dependerá
de que el PT entienda que los
partidos ya no pueden hegemonizar
el poder y que tienen que compartirlo
con la sociedad.
Cuando era
senadora, Marina Silva apoyó
protestas de Greenpeace precisamente
en el Ministerio de Medio Ambiente.
12 de enero
de 2003
Fuente:
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