Con relativa
frecuencia aparece un ejemplar,
muerto o agonizante, varado
en una playa de lugares tan
distantes como Asturias, Terranova
o Nueva Zelanda. Pero hasta
ahora ningún ser humano
lo vio nunca vivo en su hábitat
natural, a más de 300
metros de profundidad. El architeutis,
el calamar gigante que durante
siglos agitó las pesadillas
de los marinos, sigue constituyendo
un gran misterio. Ahora una
expedición española,
compuesta por científicos
y un equipo técnico de
la productora de televisión
Transglobe Films, se va a adentrar
en el Cantábrico, con
la esperanza de encontrarse
por fin cara a cara con el monstruo.
Hoy presentan oficialmente la
expedición.
Los científicos
saben que el architeutis puede
llegar a medir unos veinte metros
de largo y a pesar casi una
tonelada. Tiene el cuerpo cubierto
de grandes ventosas, y cuenta
con ocho brazos y dos tentáculos
de hasta diez metros de longitud.
Su aspecto es el de un calamar,
aunque las leyendas lo describiesen
a veces como una serpiente marina.
Ostenta el honor de poseer el
ojo más grande entre
todos los animales de la Tierra:
veinticinco centímetros
de ancho, como una cabeza humana.
No menos prodigioso es su proceso
de crecimiento: los científicos
creen que en algunas etapas
aumenta un centímetro
de longitud al día.
Se sabe que
es un depredador de voracidad
proporcional a su tamaño,
y que sólo se doblega
ante los cachalotes, a los que
sirve de alimento ocasional.
Y poco más. Sobre los
gustos alimentarios, la longevidad,
las variedades, los hábitos
sociales y los comportamientos
del huidizo monstruo sólo
disponemos de algunas conjeturas.
Los 25 hombres que partirán
el próximo día
9 de setiembre, a bordo de un
barco científico hacia
los caladeros de Carrandi, se
sienten como los primeros
exploradores a la Antártida.
No sabemos siquiera cuál
puede ser la reacción
del animal, dice Joaquín
Gracia, director de producción
del proyecto puesto en marcha
por Transglobe Films.
Si nadie
lo ha visto, y mucho menos filmado,
no es porque no haya habido
intentos. De hecho, se ha entablado
una especie de carrera por conseguir
la primera imagen, en la que
participan también estadounidenses,
ingleses o australianos. Para
enseñar al mundo la imagen
del monstruo vivo, el proyecto
español ideó una
novedosa solución técnica.
La idea es colarse en el fondo
del océano con tres cámaras
insertas en un cilindro y suspendidas
de una boya, capaces de rodar
bajo el agua con una luz ínfima
y conectadas al barco mediante
cables de fibra óptica,
por los que transmitirán
imágenes. Como refuerzo,
se manejará otra cámara
móvil y dos robots subacuáticos
dirigidos por control remoto.
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