Según
un trabajo de investigadores israelíes,
nubes tóxicas del sur de Asia
precipitan sobre el Indico. Las partículas
de la quema de biomasa y el polvo
de los desiertos restringe la precipitación
sobre el continente. Pero la sal del
mar ayuda a hacer llover.
Científicos
de la Universidad Hebrea de Jerusalén
demostraron que el vapor salado que
se eleva de los océanos contribuye
a limpiar el aire continental. A la
luz de estos hallazgos, los océanos
serían un verdadero filtro
purificador de la contaminación
aérea asociada con patologías
respiratorias y que además,
según explican los profesores
Daniel Rosenfeld y sus colegas de
la Universidad Hebrea, restringe las
precipitaciones tierra adentro.
"Las partículas
que contaminan el aire suprimen fuertemente
la precipitación de nubes convectivas
sobre el continente -escriben, en
un trabajo que se publica hoy en Science-.
Sin embargo, observaciones recientes
muestran que, cuando se encuentran
sobre los océanos, la precipitación
de estas nubes se afecta en mucha
menor medida, especialmente por el
efecto de grandes núcleos de
sal."
Según los
investigadores, al agregarse estos
núcleos de sal a las diminutas
gotas de agua formadas en torno del
particulado que contamina la atmósfera
éstas se hacen más grandes,
lo que favorece la precipitación.
"Así, la sal de los océanos
ayuda a limpiar la atmósfera
de la contaminación ambiental
a través de procesos nubosos",
dicen Rosenfeld y sus colegas.
Semillas de sal
El trabajo de los
científicos israelíes
se centró básicamente
en las nubes formadas por grandes
cantidades de contaminación
que se vuelcan desde el sur de Asia
hacia el océano Indico y que
luego se esparcen hacia una zona denominada
de convergencia tropical.
Son nubes formadas
por una mezcla de humo proveniente
de la quema de biomasa, la contaminación
urbana y el polvo de los desiertos.
Todos ellos interactúan con
el aire atmosférico suprimiendo
la precipitación al incorporar
grandes concentraciones de núcleos
de condensación en las nubes
muy pequeños.
Al desplazarse sobre
el océano cientos de kilómetros,
aunque la cantidad de contaminación
no disminuye y el aire se mantiene
túrbido, sus núcleos
de condensación se hacen más
grandes que los que contienen sobre
la tierra y las gotas tienen también
mayor radio.
Es decir que el
vapor marino siembra de sal las nubes
sobre el mar, inicia los procesos
que conducen a la precipitación
y, de ese modo, ayuda a extraer la
contaminación atmosférica.
La lluvia, en
la tierra y en los océanos
El trabajo de Daniel
Rosenfeld y sus colegas de la Universidad
Hebrea de Jerusalén que hoy
se publica en Science intentó
encontrar una respuesta a los interrogantes
que planteaba la circulación
de nubes de contaminación en
la atmósfera.
"Quisimos ver
cómo se produce la supresión
de precipitación en este tipo
de nubes y qué ocurre cuando
se desplazan hacia el océano",
explican.
Las mediciones realizadas
por aviones sobre el océano
Indico mostraron una concentración
promedio de gotitas más pequeñas
en las nubes de contaminación
que en el aire prístino.
Utilizando mediciones
de satélites pudieron verificar
que el radio de estas gotitas alcanza
una dimensión menor que el
umbral de precipitación requerido
de 14 micrones (milésimas de
milímetro). Este efecto de
supresión de precipitación
sobre la tierra fue verificado en
modelos de computadora.
Sin embargo, en
los océanos las nubes demostraron
comportarse de forma diferente: la
lluvia se forma rápidamente
y cae.
Entre los factores
que pueden ayudar a explicar este
fenómeno hay diferencias potencialmente
relevantes entre la tierra y el océano,
afirman los investigadores.
Uno de los factores
por tener en cuenta es que el océano
forma aerosoles salinos más
grandes, que son los primeros en formar
gotitas en la base de la nube, y de
ese modo previenen la activación
de gotitas muy pequeñas. Esto
conduce a los procesos que pueden
desembocar en la precipitación
en nubes de más de 3 km de
profundidad.
Según los
análisis de datos satelitales
y otros estudios que integran este
trabajo, las nubes contaminadas que
provienen del continente necesitan
crecer más allá de los
6 km de profundidad para comenzar
a precipitar.
16 de agosto de 2002
Fuente:
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