La pasión
de los norteamericanos por los teléfonos
celulares sigue en aumento y, con
ella, los efectos negativos sobre
el medio ambiente. Según cifras
de la industria, entre 1985 y 2001,
el número de celulares habilitados
en los Estados Unidos pasó
de 340 mil a 128 millones. En promedio,
cada teléfono tiene una vida
útil de 18 meses, dato que
preocupa a los ambientalistas atentos
al crecimiento del volumen de deshechos
contaminantes.
Según estima
un informe de la organización
ambientalista Inform,
en 2005 se tirarán a la basura
130 millones de celulares sólo
en los EE.UU.. Contabilizando los
teléfonos, las baterías
y los cargadores, eso se traduce en
unas 65 mil toneladas de residuos
peligrosos más por año.
Porque aunque es cierto que algunos
aparatos serán abandonados
en algún cajón donde
permanecerán años, la
mayoría irá a parar
a diversos rellenos sanitarios o será
incinerada.
Esto se está
convirtiendo en un verdadero problema,
porque la cantidad de celulares descartados
crece terriblemente, dijo Eric
Most, director del programa de prevención
de residuos sólidos de Inform,
una organización independiente
que controla los efectos del mercado
sobre el medio ambiente y la salud.
Estas sustancias químicas
se acumulan en el medio ambiente,
transfiriéndose a la tierra,
el agua, las plantas, los animales
y, finalmente, al hombre.
La amenaza que representan
los celulares que se tiran a la basura
no se limita a las fronteras estadounidenses:
en todo el mundo hay más de
1.000 millones de celulares funcionando,
y Japón y varios países
europeos ya están presionando
a sus fabricantes para que dejen de
emplear productos químicos
tóxicos. Los investigadores
de Inform sugieren la implementación
de programas de descuentos en los
teléfonos nuevos para aquellos
clientes que entreguen sus equipos
viejos.
Si los productores
tuvieran que recibir de vuelta sus
propios celulares, se verían
incentivados a fabricar aparatos más
fáciles de reciclar. Australia
tiene un programa nacional de devolución
y Europa está a punto de forzar
a las compañías a aceptar
sus propios teléfonos.
Lo mismo deberían
hacer los EE.UU., dijo Bette
Fishbein, economista y coautora del
estudio de Inform. Algunas compañías,
entre ellas Verizon y Sprint, ya tienen
sus propios programas de devolución,
pero el principal grupo de la industria,
la Cellular Telecommunications and
Internet Association (CTIA), se opone
a la puesta en marcha de programas
obligatorios. En lugar de exigir que
los fabricantes descarten los celulares
usados, la CTIA prefiere que
los teléfonos viejos sean derivados
a obras de caridad o se revendan en
países menos desarrollados,
dijo Travis Larson, vocero del grupo.
Algunos estados
norteamericanos ya tomaron distintas
medidas para promover la reutilización
de los celulares en desuso. Un programa
financiado por el gobierno en Maryland,
por ejemplo, junta celulares usados
que, después de ser reciclados
y/o reprogramados, se ceden a personas
mayores para que, en caso de necesidad,
puedan llamar a los números
de emergencia.
La recuperación
de los celulares es mucho más
importante en otros países
y, muchas veces, cuenta con la cooperación
de los fabricantes y los distribuidores,
dijo la Environmental Protection Agency,
que trabaja junto a Inform en un estudio
sobre reutilización de celulares.
Por su parte, Fishbein
opinó que los fabricantes
deberían estandarizar sus productos
para que los consumidores tengan menos
razones para comprar teléfonos
nuevos. Pero la industria, que
está decidida a achicar el
uso de materiales tóxicos,
se oponen a contraer obligaciones:
La competencia es sinónimo
de innovación, argumento
Larson.
21 de octubre de 2002
Fuente:
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