Aunque los malargüinos
están habituados a convivir
con las 700 mil toneladas de restos
de mineral de uranio depositadas por
la CNEA a 8 cuadras del centro de
la ciudad en 1986, el temor a una
posible contaminación sigue
vigente.
Según estudios
técnicos, para sacar de allí
esa montaña de roca hacen falta
entre 17 y 20 millones de pesos. Y
hace días el intendente Celso
Jaque dio una buena noticia: el gobierno
nacional incluyó en el presupuesto
2003 una partida de 5 millones de
pesos para comenzar a encapsular las
colas del mineral.
Pero nadie puede
ser demasiado optimista: ya antes,
durante los gobiernos de Menem y De
la Rúa, se asignó un
presupuesto para estos trabajos, y
nunca se los concretó. Tal
vez ahora sea distinto.
El resto del dinero
necesario para el encapsulado y retiro
del mineral sería aportado
por el Banco Mundial, una vez que
esa entidad financiera destrabe los
créditos para Argentina.
El problema se remonta
a 1986, cuando la CNEA cerró
un establecimiento fabril en Malargüe,
dejando los desechos al aire libre.
Los estudios para
la rehabilitación ambiental
-de los que participó Greenpeace
en 1991 y 1992- determinaron la necesidad
del encapsulado de las colas de uranio.
Esta labor consiste en enterrar en
una fosa de 700 por 200 metros, los
residuos alternándolos con
capas de distintos áridos.
Encima se colocaría tierra
y luego se reforestaría. Pero
sólo se alcanzó a realizar
un drenaje para evitar contaminar
las napas freáticas.
El problema ya preocupa
a entidades ecologistas, que hablan
de contaminación, inclusive
de las napas freáticas subterráneas.
Así, un informe de la organización
internacional ecologista Ramsar, fechado
en mayo de 2002 en Gland (Suiza),
hizo un llamado de atención
y alerta ya que si las colas de uranio
continúan, podrían perjudicar
en un futuro a la laguna Llancanelo.
Aunque la controversia
sobre si existe o no peligro radioactivo,
la Red Nacional de Acción Ecologista
(Renace) pidió que se prioricen
las obras de tratamiento para evitar
contaminación futura.
Para la ecologista
Jennifer Ibarra, titular de la Fundación
Cullunche, de Mendoza, nadie
puede asegurar cuál será
el daño, pero sin dudas son
residuos que emiten radiaciones -ya
sean bajas o altas- en forma permanente
que son recibidas por alguien.
El sentimiento de
la gente se vio reflejado en las palabras
del presidente de la Cámara
de Comercio malargüina, Rubén
Domínguez, durante el reciente
aniversario departamental: Es
un grave problema que debe tener un
tratamiento adecuado e inmediato.
No sea que alguna mente que no esté
en sus cabales nos otorgue publicidad
nacional gratuita.
El tema también
se trató hace poco en una reunión
en la Facultad de Ciencias Aplicadas
en San Rafael. Allí participaron
representantes de la CNEA, Laura Fagot
-subsecretaria de Medio Ambiente de
Mendoza- y concejales de Malargüe.
Y se decidió hacer las gestiones
pertinentes para que se liberen los
fondos del Banco Mundial para un trabajo
final y definitivo que proteja de
la posible contaminación al
menos durante los próximos
500 años. Es que los componentes
radiactivos de las colas de uranio
una vida promedio que puede llegar
a los 75.000 años.
El concejal malargüino
Santiago Alí (PD) también
sumó su voz contra las colas:
Hemos guardado un silencio cómplice
de lo que aquí ocurre. Pero
ya no vamos a callar más. Queremos
evitar acciones que puedan afectar
el desarrollo socio-económico
de Malargüe, pero también
el perjuicio a los que hoy habitamos
y a las futuras generaciones del departamento;
si esto estuviera a los 2 kilómetros
del obelisco, ya se hubiera erradicado.
Recientemente, comenzó
una investigación en el Congreso
Nacional sobre el tema. El Senado
aprobó la petición de
la senadora mendocina María
Cristina Perceval (PJ), solicitando
que la CNEA -encomendada a realizar
estos trabajos- explique en qué
estado se encuentra la tarea. Otro
pedido de informe fue presentado anteriormente
en diputados de la Nación,
en junio, por la frepasista Cristina
Zuccardi.
El objetivo de los
legisladores es averiguar los perjuicios
que las colas de uranio -mineral empleado
para la producción de energía
atómica- podrían ocasionar
a la salud de las personas.
26 de noviembre de
2002
Fuente:
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