Hoy en día
es un pensamiento generalizado que
el ambiente en el que vivimos y desarrollamos
actividades conforma un marco estático,
por siempre inamovible. Así,
cuando se producen cambios bruscos,
resulta cómodo decir "se
trata de una catástrofe".
Nada más equivocado.
Relieve, suelos,
vida y aguas, cambian, sin prisa y
con pausas, pero están siempre
en evolución, así como
cambian las actividades, los usos
dados al espacio a través del
tiempo.
El área del
río Quinto es una muestra de
lo dicho, una de las zonas del país
más perturbadas en las últimas
décadas, tanto por la instalación
de un ciclo hiper húmedo en
los años 70 y 80, como por
las obras realizadas por el hombre.
Históricamente, los cursos
hídricos del noroeste pampeano
fueron modificados para mitigar las
inundaciones aprovechando zonas bajas.
La cuenca inferior del río
Quinto tenía como nivel de
base a los Bañados de La Amarga.
Cuando los Bañados fueron colmados,
otra vez por medio de canalizaciones
se derivaron aguas hacia el noreste
de la Provincia de La Pampa y en el
noroeste de la de Buenos Aires. Pero
pasan los siglos y el problema continúa:
entre 1986 y 1988 se produjeron grandes
precipitaciones que llegaron a más
de 1.700 mm. Frente a esta situación
de desastre se aceleró la construcción
de desagües y terraplenes defensivos.
Se llevaron a cabo obras de canalización,
tendiendo a alcanzar al río
Salado de Buenos Aires y provocar
un escurrimiento hacia la bahía
de Samborombón, a través
de la laguna de Bragado, hacia las
lagunas de Trenque Lauquen.
Las aguas cubrieron
varias rutas, aislaron poblaciones
e inundaron unas cuatro millones de
hectáreas. Los técnicos,
expertos y políticos siguieron
haciendo terraplenes y canales para
derivar aguas y evitar la incomunicación
de las poblaciones. Las rutas fueron
reconstruidas con terraplenes de más
de cinco metros. Se abrieron alcantarillas,
se volaron terraplenes ferroviarios,
se efectuaron más canales.
Los bajos intermédanos se convirtieron
en láminas de agua. Canales
nuevos, cunetas, caminos vecinales
y toda tierra baja almacenaron aguas.
Cuando menguó
la superficie afectada, quedaron nuevas
lagunas, apareciendo una avifauna
multiplicada a niveles de saturación.
Los reclamos vecinales por la ampliación
de los cuerpos lénticos llevaron
a que las autoridades encaran nuevas
canalizaciones para convertir al Río
Quinto (endorreico, con nivel de base
en los Bañados de La Amarga),
en exorreico, aumentando más
de tres veces sus dimensiones históricas
en superficie y extensión.
De estas obras, algunas se hicieron
y otras no.
Pero el problema
sigue y va a seguir: el área
seguirá fluctuando entre períodos
de sequía y períodos
de humedad, en ambiente de llanura
templada. Haciendo canales para aliviar
excesos hídricos se baja la
freática a niveles que en un
nuevo período de sequía
no permitirá el desarrollo
de las plantas; luego, cuando aumente
la cantidad de agua disponible, va
a ser difícil que con canales
se evite la anegabilidad.
Conviene entonces
preguntarse: ¿beneficiarán
estas obras a los campos de suelos
livianos de lo históricamente
conocido, zona semiárida arreica?
Seguramente no. Conviene recordar
las recomendaciones de hace más
de un siglo de Florentino Ameghino,
que preconizaba almacenar las aguas
en exceso en los bajos, para beneficiarse
con ellas en las etapas de sequía.
Sin duda los conceptos hidráulicos
no concuerdan con el cuidado del ambiente.
Dentro de poco se sabrá quién
tenía la razón.
Alfredo Siragusa -
Geógrafo y geólogo.
18 de noviembre de
2001
Fuente:
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