Las fumigaciones
les causan náuseas, fatiga,
dolores y abortos.
Cayambe, Ecuador - En apenas cinco
años, las rosas ecuatorianas,
tan grandes y rojas como el corazón
humano, se convirtieron en la nueva
flor que confiere status en Estados
Unidos, gracias al suelo volcánico,
temperaturas perfectas y abundante
luz solar que ayudan a generar 240
millones de dólares anualmente,
así como decenas de miles de
empleos en esta región.
Pero las rosas también vienen
con espinas. A medida que los coloridos
botones de Ecuador irradian romance
alrededor del mundo, grandes cultivadores
fueron acusados de darle mal uso a
una mezcla tóxica de pesticidas,
fungicidas y fumigantes para cultivar
y exportar flores impecables, totalmente
exentas de pestes.
Como en otras organizaciones, los
pobres, quienes desconocen controles
ambientales, trabajan aquí
para los más ricos del mundo,
que a su vez saben muy poco de las
condiciones en las que se cumplen
sus deseos.
En Cayambe, según versiones
de médicos y científicos
que han trabajado aquí, se
han producido graves problemas de
salud entre los 50.000 trabajadores
de esta industria, de los cuales más
del 70% son mujeres.
Algunos investigadores afirman que
su trabajo ha sido obstaculizado por
falta de acceso a granjas de flores,
debido a cultivadores reacios.
Golpe a la salud
Con todo, estudios que la Organización
Internacional del Trabajo publicó
en 1999 -y que la Universidad Católica
emitió el año pasado-
demostraron que las mujeres en la
industria de la floricultura tenían
un índice mayor al promedio
de abortos espontáneos y que
más del 60% de los trabajadores
sufría de jaquecas, náuseas,
visión borrosa o fatiga.
Médicos locales describieron
a niños nacidos con paladar
hendido y extremidades deformes, algo
que no habían visto en un decenio.
El doctor César Paz y Mino,
genetista en la Universidad Católica,
destacó que varios pesticidas
usados estaban restringidos como peligros
contra la salud en otros países,
incluyendo Estados Unidos, y catalogados
como altamente tóxicos por
la Organización Mundial de
Salud.
Entre los más notorios están
el captan, aldicarb y fenamiphos.
Resulta difícil borrar las
imágenes de trabajadoras como
Soledad, de 32 años, y Petrona,
de 34, ambas madres de familia y huesudas,
con la apariencia de tener ictericia.
Pidieron no ser identificadas por
temor a perder su trabajo por un sueldo
equivalente a 156 dólares en
invernaderos.
Las mujeres no tenían siquiera
completa la primaria, pero no hizo
falta mucha ciencia para explicarles
porqué sus riñones punzaban
por la noche y sus cabezas durante
el día y se les caía
el pelo.
15 de febrero de 2003
Fuente:
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