Según
estudios hechos por investigadores
argentinos, desde los años
70 se acentúa el cambio.
El último número de
la revista Climatic Change, editada
por Kluwer Academic Publishers en
Holanda, dedica nada menos que 56
páginas a un trabajo de investigadores
argentinos.
Los estudios, que forman parte del
proyecto Patagon-1000, financiado
por la Agencia Nacional de Promoción
Científica y Tecnológica,
muestran que el calentamiento en la
Patagonia durante el siglo XX, y en
especial desde mediados de la década
del 70, fue absolutamente inusual;
es más, 1998 fue el más
cálido de los últimos
cuatrocientos años.
"Nunca en los cuatro siglos
pasados las temperaturas a lo largo
de los Andes del Sur alcanzaron los
niveles del calentamiento actual",
afirma el doctor Ricardo Villalba,
ingeniero forestal de la Universidad
de La Plata, doctor en Geociencias
de la Universidad de Colorado y posdoctorado
en el mismo tema en la Universidad
de Columbia, Nueva York, que condujo
las investigaciones.
En el trabajo titulado "Cambios
de largo plazo de la temperatura en
los Andes del Sur: las variaciones
del siglo XX en el contexto de los
últimos 400 años",
se presentan dos reconstrucciones
de la temperatura para las zonas norte
y sur de la Patagonia desde 1640,
basadas en los anillos de crecimiento
de la lenga ( Nothofagus pumilio),
la especie arbórea que crece
más alto en los Andes del Sur,
desde el norte de Neuquén hasta
Tierra del Fuego. Ambas reconstrucciones
coinciden y sus datos son contundentes:
en los últimos 400 años
no se registran condiciones similares.
Las huellas del tiempo
El capitán Alexander Gillespie,
viajero inglés y agudo cronista
que pasó por Buenos Aires entre
1806 y 1807, menciona haber visto
aquí "por la mañana
temprano una gruesa escarcha sobre
el agua, que desaparece a las nueve"
(Buenos Aires visto por viajeros ingleses
, Emecé Editores, 1945).
Los porteños de dos siglos
más tarde casi no tenemos recuerdo
de la escarcha ni de los sabañones.
Los fríos nos resultan menos
rigurosos; el calor, más sofocante...
Y los científicos, al parecer,
coinciden: registran signos inquietantes
en el clima global cuyas causas intentan
explicar.
.
"Queremos caracterizar la variabilidad
climática en todo el país
a través de indicadores de
la vegetación -explica Villalba
desde su oficina en el Departamento
de Dendrocronología e Historia
Ambiental del Instituto Argentino
de Nivología, Glaciología
y Ciencias Ambientales, que integra
el Centro Regional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas
del Conicet (Ianigla-Cricyt), en Mendoza-.
En la Patagonia estudiamos lengas,
alerces, cipreses y araucarias. En
el Noroeste, nogales criollos y cedros;
en la Puna, churquis y queñoas;
en la zona árida, todos los
algarrobos."
Una forma de dilucidar si los cambios
climáticos que se registran
en todo el mundo se deben a la acción
del ser humano o forman parte de una
dinámica natural es analizando
la variación climática
del pasado reciente. Pero hay un problema:
en el país, el número
de estaciones meteorológicas
con registros de más de 100
años es muy reducido, lo que
impide establecer series lo suficientemente
prolongadas. Además, los registros
meteorológicos más extensos
provienen de las grandes ciudades,
donde la señal climática
está alterada por el calentamiento
debido a la urbanización.
Por eso, el grupo que firma el trabajo
-integrado por científicos
argentinos y chilenos (estos últimos
pertenecientes a la Universidad Austral
y a la Universidad de Chile)- optaron
por estudiar los Andes patagónicos.
Esta región reúne una
serie de condiciones que la hacen
muy adecuada para el estudio de la
variabilidad climática natural
de mediano y largo plazo. Los sistemas
montañosos proveen registros
ambientales de períodos prolongados
y ofrecen la oportunidad de complementar
registros tomados de su densa vegetación
y de sus glaciares. Por otro lado,
es una de las áreas menos afectadas
del mundo por la actividad humana,
lo que facilita enormemente el estudio
de la variabilidad natural del sistema
climático.
En especial, los investigadores centraron
su atención en los anillos
anuales que generan ciertas especies
arbóreas, algunas de extraordinaria
longevidad.
"Los árboles ofrecen
series continuas, que pueden datarse
con absoluta precisión, y normalmente
se extienden por varias centurias,
y hasta milenios -indica Villalba-.
Entre las lengas hay ejemplares de
hasta 400 o 500 años, y entre
los alerces encontramos árboles
de hasta 3500 años, es decir
que están en el Parque Nacional
Los Alerces desde antes de Cristo."
.
La lenga, en contacto con la nieve
y muy próxima a los glaciares,
alcanza los tres o cuatro metros de
altura, pero puede llegar hasta los
20. El alerce puede llegar hasta los
40 metros de altura y más de
tres metros de diámetro. Cada
año generan un nuevo anillo
de crecimiento .
Historia climática
"Son como pequeñas bandas,
de entre uno y dos milímetros
de espesor, o a veces más pequeñas
-explica el científico-, y
su grosor depende precisamente de
las condiciones climáticas.
Si el verano es muy frío, la
banda es más angosta, y viceversa."
Así, al extraer muestras cilíndricas
de los troncos, de cinco milímetros
de diámetro, los investigadores
pueden recuperar las huellas de esa
historia centenaria. "Es como
hacer una biopsia -ilustra Villalba-.
El árbol no resulta dañado
y nosotros podemos fecharlo con exactitud
y establecer correlaciones con los
desvíos de la temperatura medidos
por el ser humano. Como crecen en
ambientes fríos, en lo alto
de las montañas, son muy sensibles
a la temperatura. Para nuestro estudio,
analizamos alrededor de 30 árboles
por sitio, lo que suma un total de
entre 3600 y 3700 muestras a lo largo
de la Patagonia andina."
Los científicos también
están cartografiando un retroceso
generalizado en los cuerpos de hielo
de los Andes del Sur en respuesta
al calentamiento documentado a partir
de los anillos de los árboles.
.
El glaciar Frías, del monte
Tronador, en el Parque Nacional Nahuel
Huapi, por ejemplo, alcanzó
su máxima extensión
durante los últimos 2000 años
alrededor de 1640-1660, durante una
época fría que se conoce
como Pequeña Edad del Hielo.
Desde ese momento y hasta 1850, aproximadamente,
retrocedió a una velocidad
de 2,5 metros por año. Pero
cuando comienza el calentamiento la
velocidad de retroceso se incrementa
notablemente: fue de 7 metros anuales
entre 1850 y 1900, alcanzó
10 metros por año entre 1910
y 1940, y 36 metros por año
entre 1976 y 1986, período
en el que las mediciones fueron realizadas
anualmente por el Departamento de
Glaciología del Ianigla.
Los glaciares y sus formas topográficas
brindan información sobre los
cambios ambientales y las variaciones
climáticas asociadas con precisión
de décadas. Es decir que a
través de una calibración
precisa de la fluctuación del
frente de los glaciares se puede obtener
una historia detallada de los cambios
climáticos más significativos
de los últimos siglos.
.
"Nuestras observaciones de campo
indican que la velocidad de retroceso
se ha incrementado aún más
después de 1986 -detalla Villalba-.
Esta aceleración, que se manifiesta
en todos los glaciares patagónicos,
es consistente con las reconstrucciones
de la temperatura."
Y más adelante subraya: "Es
cierto que hubo momentos geológicos
en los que la Tierra fue más
caliente que en la actualidad, pero
ocurrieron hace millones de años,
cuando los continentes estaban en
otra posición, no había
calotas de hielo sobre la tierra y
la composición de la atmósfera
era diferente. Esa situación,
de millones de años atrás,
y ésta de hoy son incomparables.
Aunque en el pasado geológico
reciente la temperatura también
varió, nunca lo hizo en los
niveles actuales. Aquí está
pasando algo. Esto lleva a pensar
que las actividades humanas, en especial
la quema de combustibles fósiles
y la deforestación como mayores
contribuyentes a la emisión
de gases de tipo invernadero, están
forzando el sistema climático
fuera del rango de su variabilidad
natural".
29 de julio de 2003
Fuente:
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