Los lagos de
la ciudad sobreviven, a pesar de la
conducta de los porteños. Algunos
son otorgados en padrinazgo a empresas;
la Ciudad controla otros, mediante
concesiones. Al no ser naturales,
son inestables. Varios de ellos recuperaron
el oxígeno con fuentes o bombas.
La laguna de los Coipos fue llenada
con agua salada por error.
Los vecinos se quejan
del estado de los lagos de la ciudad
cuando presentan vegetación
abundante en sus orillas y falta de
transparencia en sus aguas. Pero,
a pesar de los abusos, de las agresiones
y del maltrato que sufren, algunos
espejos de agua soportan con bastante
estoicismo la suerte que les tocó:
sobrevivir en una ciudad con habitantes
cada vez más ávidos
de espacios verdes. Otros, lamentablemente,
se están perdiendo.
Partiendo de la
base del uso que se les quiere dar,
se puso en marcha un proyecto que
pretende protegerlos del mal uso de
los usuarios, evitar que se conviertan
en un problema para la salud pública
-como ya ocurrió en 1999 con
una enfermedad que mató a 68
aves- y sanear las condiciones para
los diferentes ecosistemas.
Con padrinos
Algunos ya estaban
bajo el programa de padrinazgos (como
el Rosedal, tutelado por YPF, o el
Regatas, por Aguas Argentinas, ambos
en el parque Tres de Febrero, de Palermo),
lo que les asegura un cierto grado
de cuidado periódico.
Y otros han sido
entregados en concesión, como
el del Planetario a Sempreverde, una
empresa que debe realizar saneamiento
y análisis mensuales de calidad
del agua, pero cuya concesión
caducó el mes último.
La secretaría, a través
de la Dirección General de
Control de Calidad Ambiental, los
monitorea a su vez con controles trimestrales.
A partir de esos
estudios, la Secretaría de
Medio Ambiente y Espacio Público
instrumentó un plan de recuperación
rápida, que a veces se puede
cumplir y otras no.
"Algunos son
recuperables y los pudimos manejar,
como el del Planetario, al que hemos
oxigenado artificialmente con dos
fuentes, instaladas en octubre y diciembre
últimos, o el Victoria Ocampo,
que recuperamos. Otros, como el del
parque Centenario, han sufrido una
degradación tal que ya no dejó
alternativa, hubo que vaciarlo",
explica Manuel Fernández, bioquímico
y asesor en temas hídricos
de la secretaría ambiental.
Sin lago en el
Centenario
Vaciar "no
es sólo evacuar las aguas estancadas:
es extraer toneladas de materia fecal
canina", lavar y desinfectar
las rocas y el lecho, destapar los
conductos, reparar la fuente y desobstruir
el desagote, detalla Fernández.
Pero los vecinos del barrio ya no
quieren ese estanque que construyó
el intendente Osvaldo Cacciatore en
los años 80. Y el Centenario,
por ahora, se quedó sin lago.
Gustavo Torchinsky,
de la Asociación Voluntarios
del Parque Centenario, lo explica
así: "Ese lago es artificial
y se llena con agua de una napa superficial,
que ya viene contaminada. Sin mantenimiento,
se estanca.
"Queremos recuperar
algo del barrio, no queremos ya esta
"pileta para chicos pobres",
donde ya se ahogaron cinco nenes.
Proponemos sacar el lago, queremos
un anfiteatro como el original, de
madera. La manutención de ese
estanque es carísima, y más
en el contexto actual."
¿Qué
se espera de los lagos de la ciudad?
¿Agua pura, potable y donde
uno se pueda bañar? No. La
mayor parte de ellos, proyectada hace
casi un siglo, partió del concepto
paisajístico de que los espejos
de agua son sólo para ser mirados.
Pero se convirtieron por propia voluntad
en ecosistemas, donde conviven flora
y fauna, y sí, el hombre, con
su carga normalmente negativa de basura
orgánica e inorgánica.
Enrique Altpen,
de la Asociación Amigos de
los Lagos de Palermo, acusa a las
autoridades: "Están descuidados,
nadie escucha nuestros reclamos y
sugerencias. El Gobierno de la Ciudad
directamente no nos da bolilla. No
hay guardianes y no han tenido reuniones
con nosotros ni en Espacio Público
ni en Medio Ambiente". Dicen
que estaban mejor cuando los cuidaba
Aguas Argentinas.
La Defensoría
Adjunta del Pueblo de la Ciudad recibe
esporádicamente denuncias y
las traslada a Medio Ambiente, donde
se toman cartas en el asunto. "Hay
que volver a pensar los espacios verdes
en forma integral", sostiene
Antonio Brailovsky, su titular. Y
añade que cuanto más
chicos son los lagos, más inestables.
Y que el lago del Centenario jamás
debió construirse, pero que
el del parque Lezama no debió
desaparecer. "La laguna de los
Coipos es una paradoja: el hombre
debe intervenir llenándola
para que mantenga la apariencia natural;
si no, desaparecería por los
sedimentos", explicó.
"Podrían
mejorar si pudiéramos controlar
la conducta de la gente", diagnostica
Fernández. Y explica que con
la instalación de bebederos,
de recipientes para residuos, se intenta
generar una estructura capaz de modificar
hábitos de los visitantes.
La laguna de los
Coipos depende directamente de Medio
Ambiente, pero hay un comité
de gestión en el que participan
la Fundación Vida Silvestre
(FVSA), Amigos de la Tierra, Aves
Argentinas y la Universidad de Buenos
Aires. Javier Corcuera, director general
de FVSA, asegura que quedan muchas
cosas por hacer, "aunque en las
últimas administraciones ha
mejorado el manejo. Los Coipos lo
requiere porque si no se reseca. En
un momento se volcó agua salada
por error, lo que necesitó
corrección".
Uso y abuso de
las aguas
El abuso al que
son sometidos lagos y lagunas, de
por sí inestables por no tener
ingreso natural de agua, incluye su
uso como baño, tanto de humanos
como de perros. El lavado de autos,
taxis y ómnibus, operación
en la que es frecuente verter detergentes
y nafta o gasoil, y las partículas
del humo de los escapes se manifiestan
como círculos tornasolados
en el agua.
Los parámetros
tomados en cuenta para el manejo de
un espejo de agua son muchísimos.
En los análisis se miden el
pH (grado de acidez o alcalinidad),
la temperatura, los residuos, el oxígeno
disuelto, y la presencia de detergentes,
metales pesados, bacterias y toxinas.
Como parte de la
polución, a partir de la materia
orgánica arrojada a veces aparecen
toxinas que pueden afectar la salud.
Bacterias que producen diarrea, como
la Escherichia coli y la Salmonella,
o botulismo (Clostridium botulinum),
a veces están presentes en
las aguas.
La evolución
sin control de ciertos parámetros
en el lago del Planetario, sin desagüe,
y en la laguna de los Coipos, que
necesita siempre ser rellenada, provocó
un brote de botulismo que en 1999
mató a 68 patos, cisnes y gallaretas
en la Reserva, según "El
botulismo en aves acuáticas
en lagos y lagunas de la ciudad de
Buenos Aires", estudio realizado
por Juan Carlos Sassaroli, el licenciado
Sergio Recio (ex director de la Reserva)
y el técnico José Riveiro.
Allí se especifica
que "el botulismo que padecen
las aves silvestres es del tipo C
y no se ha comprobado que sea patógeno
para los humanos".
Los recaudos que
se toman con los lagos intentan evitar
nuevos brotes de la enfermedad.
9 de marzo de 2002
Fuente:
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