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Empezaron
jugando y hoy muestran más
conciencia que muchos adultos. |
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Mario Michaux (14)
y Jesús Leyes (11) son chicos
como todos, pero tienen algo que los
diferencia y es una marcada conciencia
sobre el cuidado del ambiente.
Viven en San Rafael, en el distrito
Rama Caída, donde se encargan
de realizar una tarea nada fácil:
mantener la limpieza del agua de los
canales de la zona. Su dedicación
redujo el nivel de contaminación
de un cauce de la zona y les sirvió
para adjudicarse un premio especial
del Departamento General de Irrigación.
Hace más de dos años
que asumieron ese compromiso, y como
hombres de palabra cumplen
a rajatabla con su cometido, evitando
que se arroje basura al cauce.
Empezamos solos porque nos
dimos cuenta de que si el agua está
sucia y contaminada, nos podemos enfermar,
comentaron los chicos, que ya idearon
un sistema de planillas donde anotan
en una columna la fecha de control
y en otra el nivel del agua. Esta
lectura de los aforadores permite
saber quién debe regar o no.
Su trabajito de hormiga está
dando resultados y el inspector de
cauces a cargo de la zona, Domingo
Heredia, asegura que lograron disminuir
70 por ciento la contaminación
del canal Vila. Por esta dedicación,
el fin de semana pasado fueron distinguidos
por el superintendente general de
Irrigación, Lucio Duarte, quien
destacó la constancia y la
participación de los chicos.
La historia se remonta al año
2000, cuando en la escuela Juan Manuel
Gamboa -a la que asistían los
dos chicos- recibieron una charla
sobre el uso del agua y la contaminación,
por parte de la coordinadora del Club
de Amigos del Agua, Marianela Casado.
Estos temas forman parte de un programa
que Irrigación lleva adelante
en todos los colegios de Mendoza,
donde realizan actividades prácticas
como investigaciones y confeccionan
maquetas del sistema hídrico
provincial.
Este plan es considerado por la Dirección
General de Escuelas como una herramienta
importante para la educación
mendocina, ya que la cultura del agua
contribuye a la formación solidaria
de los chicos.
Desde entonces -tal como lo registró
Los Andes en su edición del
11 de octubre de 2001, cuando ellos
iniciaron su cruzada-, Mario y Jesús
recorren el canal, que tiene una longitud
de 5 kilómetros.
De a poco fueron agregando a su control
las hijuelas y las acequias, sumando
ya unos 20 kilómetros que transitan
en bicicleta detectando si la corriente
arrastra residuos, envases plásticos,
pañales descartables o bolsas.
Ya todos los vecinos los conocen y
respetan porque estos pequeños
guardianes participan hasta de las
asambleas de regantes.
Los vigías del agua, como
suelen llamarlos, velan por la limpieza
del cauce de los canales porque conocen
a ciencia cierta que mucha gente de
la zona la utiliza no sólo
para regar sino que también
la consume, es decir bebe directamente
o la usa para cocinar los alimentos.
A Mario lo acompaña su perro
cuando recorre las acequias. A veces
se esconde entre las viñas
para observar a alguna persona que
por negligencia o desconocimiento
arroja residuos al cauce o lava con
el agua del canal los aparatos para
sulfatar. Entonces advierte a las
personas sobre el riesgo de contaminación
y las consecuencias de no evitarla.
Además de cuidar el lugar
donde vivimos, no queremos que las
personas se enfermen, expresó.
19 de mayo de 2003
Fuente:
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