El arqueólogo
Julio Mercader investiga en la selva
tropical cómo los simios aprenden
a romper los frutos secos.
Como sabe cualquiera
que tenga debilidad por los frutos
secos, partir nueces tiene su intríngulis:
demasiada fuerza y te cargas la nuez;
demasiado poca y ni la abres. Para
los chimpancés de la selva
Taï, en Costa de Marfil, aprender
la técnica equivale a hacer
una carrera universitaria más
los cursos de doctorado: siete años.
Pero lo más llamativo de la
conducta de los chimpancés
al ganarse la nuez de cada día
es que demuestran tener cultura, es
decir, conocimientos que se transmiten
de una generación a la siguiente
y que difieren de unas áreas
geográficas a otras. Son las
madres quienes llevan a la cría
al pie del gran árbol Panda
oleosa, que produce el fruto
más duro de África tropical,
y les enseñan a partir la nuez.
Y esta conducta no se ha observado
al este del río Sasandra, donde
también crece el árbol,
pero donde aparentemente los chimpancés
no han aprendido a abrir el fruto.
Que nadie
crea que esto es como abrir una avellana
o una almendra. Es muchísimo
más duro. Para abrir una nuez
de panda, hay que aplicar una fuerza
equivalente a cien kilos, explica
el arqueólogo Julio Mercader,
que ha excavado dos yacimientos de
chimpancés en Costa de Marfil.
La investigación de Mercader
muestra que los chimpancés
no rompen las nueces de panda allí
donde las recogen, ya que el suelo
es demasiado blando para partirlas,
sino que buscan un yunque adecuado
donde les arrean un mazazo con una
piedra.
Investigación
pionera
Se trata de una
investigación pionera que ha
aplicado por primera vez la arqueología
al estudio del comportamiento de los
chimpancés. Igualmente importante,
la investigación ofrece una
nueva perspectiva para interpretar
yacimientos de hace dos millones de
años donde se acumulan algunas
de las herramientas más antiguas
de la humanidad.
Algunas de
las lascas que hemos encontrado, y
que se desprendieron de manera fortuita
de la piedra cuando un chimpancé
golpeó una nuez, son indistinguibles
de las que se atribuyen a los humanos
de hace dos millones de años,
explica Mercader. Si estas lascas
procedieran de un yacimiento humano,
diríamos que se produjeron
de manera intencional. Pero hemos
visto cómo rompen las nueces
los chimpancés y sabemos que
son accidentales. Por lo tanto,
según Mercader, es posible
que algunos de los yacimientos de
hace dos millones de años sean
lugares adonde los fundadores del
linaje humano iban a cascar nueces.
El origen de la
investigación se remonta a
una tarde de la primavera del 2000,
cuando el primatólogo Geza
Teleki le dijo a Mercader: Tú
que trabajas en el bosque tropical,
tendrías que ir a buscar yacimientos
de chimpancés. Nadie
lo había hecho antes, pero
Mercader, que tras licenciarse en
la Universidad Complutense de Madrid
había excavado en la República
Democrática del Congo, Guinea
Ecuatorial, Camerún, México
y Panamá, y ahora trabaja en
la Universidad George Washington de
Washington, era el arqueólogo
ideal para hacerlo. Y lo hizo: habló
con la arqueóloga Melissa Panger,
de su misma universidad, se pusieron
en contacto con Christophe Boesch,
que lleva veinte años estudiando
comunidades de chimpancés en
África, y en otoño del
2001 montaron una campaña de
excavación en Costa de Marfil.
Los resultados de la expedición
fueron tan espectaculares, y tienen
tantas implicaciones no sólo
para los primatólogos, pero
también para arqueólogos
y paleoantropólogos, que los
ha publicado la revista Science.
Es sólo el
principio. Este año queremos
volver a Costa de Marfil si la situación
política allí mejora
y empezar un proyecto de tres años
en diez yacimientos de chimpancés,
explica Mercader. Esta investigación
podría aclarar cómo
la cultura de los chimpancés
difiere de unas zonas a otras e incluso
cómo han evolucionado sus comportamientos
a lo largo de los últimos milenios.
15 de enero de 2003
Fuente:
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