Los tractores no
paran en todo el día y tampoco
descansan los dos micros que trasladan
a cientos de chicos de toda la región.
Detrás, los vehículos
van dejando un leve olor a fritura,
que abre el apetito. No es casualidad.
Sus motores van quemando un combustible
elaborado a partir del reciclado de
aceite, el primero de su tipo en el
país.
Esta historia hubiese fascinado a
René Favaloro, que tenía
debilidad por la Escuela Agropecuaria
de Tres Arroyos (EATA), un establecimiento
modelo ubicado sobre la ruta 3, a
500 kilómetros de Buenos Aires.
Allí, el viernes se inauguró
la primera planta que fabrica biodiésel
a partir del aceite comestible usado
que, entre chicos y grandes, recogen
de los restaurantes de toda la región.
El prestigioso médico no pudo
estar, pero presenció el acto
desde varios retratos suyos colgados
de las paredes.
La planta, en realidad, funcionaba
desde el año pasado, pero de
manera artesanal, casi precaria. A
partir de un subsidio de 50.000 pesos
del Ministerio de Asuntos Agrarios
y Producción de Buenos Aires,
la EATA pudo cambiar los viejos tachos
de 200 litros por flamantes tanques
de acero inoxidable. Y hasta construyó
un laboratorio donde los alumnos aprenderán
a controlar la calidad del combustible.
El biodiésel no es novedoso,
ni en el mundo ni en el país:
años y años de experiencias
demostraron que este combustible de
origen vegetal resulta ideal para
reemplazar gradualmente al gasoil,
un derivado del petróleo que
no es renovable y es contaminante.
Lo novedoso, en este caso, es que
se trata de la primera planta que
elabora el combustible en base al
reciclado de aceite, inaugurando una
veta de posibilidades todavía
desconocidas. La planta es humilde,
pero logró el reconocimiento
de trabajar bajo normas ISO 9001.
Como con muchas otras innovaciones,
la necesidad fue el detonante. "El
año pasado, en plena crisis,
no teníamos plata para hacer
funcionar ni los tractores ni los
colectivos", relató el
director de la EATA, Patricio Ferrario.
La escuela tenía sí
al joven Mauro Knudsen, que primero
como alumno y ahora como docente,
fue un pionero en la aventura de fabricar
combustibles a partir de aceites vegetales.
Sueña con montar una enorme
planta en Tres Arroyos, que trabaje
con el aceite de soja y girasol. Mientras
mastica el proyecto, despunta el vicio
en la escuela.
La primera producción se usó
para los dos tractores con que los
alumnos aprenden la faena agropecuaria.
Después, en diciembre, lograron
que dos cadenas la Cooperativa
Obrera de Bahía Blanca y Toledo
de Mar del Plata y varios restaurantes
les cedieran el aceite que usaban
en sus cocinas. Así pudieron
ampliar a los dos colectivos, que
llevan y traen chicos desde 26 escuelas
rurales de todo el distrito.
En corto tiempo, saltaron de una
producción de 600 litros mensuales
de biodiésel a más de
4.000 litros, que también distribuyen
con fines experimentales entre unos
pocos productores y transportistas.
Ahora, con la nueva planta, esperan
llegar a los 10.000 litros y no saben
bien qué van a hacer. Hay una
larga cola de interesados, cansados
de pagar 1,5 pesos por litro de gasoil
(este biodiésel podría
venderse 30% más barato). Pero
Ferrario ya piensa que más
útil sería usarlo para
calefaccionar las 50 aulas de EATA.
"El gas nos cuesta una fortuna",
explicó.
Con el combustible no les fue nada
mal. "El año pasado pagábamos
unos 4.500 pesos por mes en gasoil,
de los que ahora ahorramos 3.500 pesos",
reconoció el directivo. La
materia prima les sale gratis, aunque
cuando filtran el aceite a veces tropiecen
con los restos de milanesas, papas
fritas y hasta de cornalitos. Ahora
están a la caza de alguna cadena
grande de comida rápida.
Ferrario invitó a este cronista
con una bocanada del humo blanco que
salía del escape de uno de
los colectivos. "El biodiésel
no contamina porque no contiene azufre",
aseguró. También argumentó
que para usar este combustible no
hay que hacer ninguna modificación
a los motores ni contar con diferentes
depósitos, porque perfectamente
se puede mezclar con el gasoil.
El olor a frito es tolerable y hasta
tentador. Y el combustible "artesanal"
que elabora la EATA no tiene nada
que envidiarle al diésel que
venden las petroleras. Al menos, ésa
fue la conclusión del chofer
que nos trasladó regreso, y
que ni lo dudó cuando Ferrario
le ofreció completar con 30
litros de biodiésel el tanque
de su brillante Peugeot último
modelo.
2 de setiembre de
2002
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