EL
NOMBRE DE LA BALLENA
A principios del
Siglo XX los científicos que
estudiaban a las ballenas yubartas,
preocupados por obtener datos sobre
sus migraciones anuales, les disparaban
una especie de bala de acero con un
número grabado. Años
después, cuando se mataba al
animal para extraerle el aceite, la
bala era recuperada en el caldero
en el que se fundía la grasa
del cetáceo.
Este método
les decía a los investigadores
que la ballena había estado
al menos en dos sitios. El lugar donde
fue marcada y el lugar donde la cazaron.
En esa época sólo se
recuperaron un par de miles de estos
rústicos marcadores.
Años después
se descubrió que la parte inferior
de la cola de las yubartas tenía
tonalidades de blancos, negros y grises
con diferentes distribuciones que
nunca eran iguales. El borde de la
cola presentaba, además, varios
cortes pequeños. Si se unían
estas dos características,
se podía identificar perfectamente
a un determinado ejemplar ya que,
no hay dos colas iguales. Poco a poco
se fue esbozando un archivo de fotos
de colas de ballena de distintos lugares
del mundo. Investigadores, aficionados
o simples turistas contribuyeron a
armar el gran rompecabezas que demandó
y aún demanda, años
de esfuerzo y un gran trabajo.
Al poder identificar
a un ejemplar se pudo acceder a datos
que hasta ahí eran desconocidos.
Hoy se puede conocer las rutas migratorias,
marcar en un mapa los lugares que
esa ballena visitó en el último
año, saber cuáles son
sus crías, cuántas crías
tuvo a lo largo de su vida, qué
edad tiene, entre qué edades
reprodujo y cuánto tiempo duró
su período reproductivo, entre
otros datos. Una vez identificado
un animal se le pone nombre y se empieza
a escribir la historia de su existencia.
En la búsqueda del conocimiento
hay ejemplares que fueron fotografiados
más de dos mil veces en diferentes
partes del planeta.
La flota ballenera
japonesa de las décadas del
´60 y ´70, épocas
en que la caza estaba permitida, tenían
su visión muy particular sobre
cómo "colaborar con la
ciencia". Cada vez que daban
muerte a un animal le sacaban fotos
de la cola y las enviaban a las entidades
ecologistas para que las dieran de
baja en sus archivos. Después
de las prohibiciones y la fijación
de cupos máximos de captura,
estas fotos dejaron de llegar.
Es increíblemente
poco lo que sabemos de las ballenas,
los animales más grandes del
planeta ya que primero nos especializamos
en asesinarlas y luego intentamos
conocerlas. Es tan fácil salvarlas
de su extinción que asusta
el sólo pensar que no lo estamos,
realmente, intentando. Son sólo
tres países los que insisten
en matarlas y un mundo entero que
se opone inútilmente. Su salvación
es tan sencilla que si no podemos
salvar a las ballenas, no hay cosa
alguna que pueda ser salvada por nosotros.
Imagino un mundo
sin ballenas. Imagino un mar vacío
de saltos y colas emergentes, vacío
de cantos y de cachorros. Imagino
a un mundo de hombres tristes de ausencias.
Porque, cuando las ballenas ya no
estén, los hombres nos quedaremos
inexplicablemente solos frente a un
mar vacío de juegos, rodeados
de miles de fotografías de
lo que pudo ser y nunca ha sido.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
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