ENTRENANDO
HUMANOS
Cansado de limpiar cada día
la pileta de los delfines, el entrenador
de un conocido acuario de los Estados
Unidos decidió entrenar a los
delfines para que ellos mismos recogieran
la basura que, después del
show, volaba hasta la pileta. Así
que comenzó a recompensarlos
con comida extra cada vez que le traían
un vaso de plástico o un papel
que hubiera caído al agua.
En una oportunidad
Daisy, una hembra adulta encontró
un pedazo de papel, lo llevó
al fondo del acuario y le colocó
una pequeña piedra encima para
evitar que flotara. Cada día
cortaba varios trozos pequeños
de papel y se los llevaba al entrenador
recibiendo alimento cada vez.
Recientemente en
un acuario de Hawaii los entrenadores
se sintieron intrigados al ver que
cuando le formulaban a un delfín
una pregunta cuya respuesta podía
ser afirmativa o negativa, por ejemplo:
¿Hay una pelota flotando en
algún lugar de la pileta?,
los delfines contestaban sin mirar
alrededor. Un día uno de los
entrenadores estaba utilizando lentes
de sol y descubrieron que cuando el
que preguntaba era él, los
delfines necesitaban buscar la pelota
para poder contestar. Análisis
posteriores demostraron que lo que
sospecharon aquel día es real:
Los delfines podían "leer"
la respuesta en los ojos de los entrenadores.
Los delfines en
cautiverio aprendieron a entrenar
a los hombres que los encerraron para
que los mantengan alimentados, les
tiren balones para jugar, festejen
sus piruetas y sean amables con ellos.
Obtuvieron todo lo que se puede obtener
estando en prisión.
Estos interesantes
mamíferos ya eran animales
inteligentes muchos millones de años
antes de que el primero de los monos
bajara de los árboles y se
dispusiera a caminar erguido. Es lógico
suponer que millones de años
de evolución inteligente haya
logrado resultados que aún
no podemos comprender, tal vez ni
siquiera imaginar. Cada día
se descubren cosas nuevas que un delfín
puede hacer, o viene haciendo sin
que nos demos cuenta, desde hace mucho
tiempo.
Todos los buzos
coinciden en que cuando bucearon con
delfines, fueron ellos los que se
sintieron observados. Mientras los
buzos simplemente pueden verlos, los
delfines les están tomando
algo parecido a una tomografía
computada. Ellos pueden ver la densidad
de cada uno de nuestros tejidos. Con
su sofisticado ecolocalizador podrían
detectar perfectamente una contractura
muscular o un tumor y diferenciar
uno de otro. Ahora sabemos que también
pueden leer nuestra mirada. ¿Cuántas
cosas más no sabemos?
Queremos tanto a
los delfines que los encerramos en
piletones y les enseñamos a
parecerse a nosotros mientras los
hacemos jugar al football, a imitarnos
o a bailar nuestras canciones. Los
queremos tanto que pagamos costosas
entradas para que nuestros hijos puedan
verlos de cerca sin tener que ir al
mar. Nos engañamos a nosotros
mismos pensando que de esta manera
los estamos educando. Creemos que
es indispensable que vean un delfín
para saber de qué se trata.
Al mismo tiempo que ignoramos lo mucho
que nuestros hijos saben de dinosaurios
sin que nunca hayan visto alguno cara
a cara.
Tal vez los delfines
sean tan inteligentes como para entender
que sólo somos monos que hace
poco tiempo bajaron de los árboles.
Tal vez sean tan inteligentes como
para perdonarnos algún día.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
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