INOFENSIVAMENTE
PELIGROSOS
Es por todos conocido
que si colocamos un gusano clavado
en un anzuelo los peces se sentirán
extraordinariamente atraídos
por él y morderán la
mortal trampa. Entonces ¿cómo
puede haber gusanos en el mar?
La única
forma que esto suceda es que el gusano
haya creado un mecanismo de defensa
absolutamente original que mantenga
a los peces alejado de él.
Tal es el caso del gusano de fuego
(Hermodice carunculata). Este hermoso
animal, que llega a alcanzar los 35
centímetros de envergadura,
posee sobre sus flancos una cantidad
innumerable de cerdas blancas de apariencia
blanda y suave como el pelaje de un
gato. Pero, en realidad son duras,
rígidas, punzantes y huecas
y están llenas de un veneno
sumamente irritante. Las cerdas penetran
en la carne del pez que trate de morder
al gusano, se fracturan en la herida
liberando el veneno en los tejidos
del depredador. Este veneno no puede
matar al atacante pero sí causarle
mucho dolor. Los trozos de cerdas
se absorberán en un período
de dos días sin mayores consecuencias.
Las cerdas están
formadas por carbonato de calcio,
de ahí el color blanco intenso
que, sobre el fondo rojo fuego de
la piel del gusano les da una apariencia
muy vistosa que sirve de advertencia
a los posibles depredadores. A este
patrón de coloración
que resalta al animal se lo conoce
como "patrón aposemático"
es algo así como un cartel
luminoso que dice "no me toques,
te voy a lastimar". Sin el patrón
aposemático los peces atacarían
todo el tiempo a los gusanos de fuego
y si bien saldrían lastimados
el gusano también, por lo que
el "cartel luminoso" beneficia
a ambos.
Pero es justamente
ese color llamativo el que lleva a
los submarinistas a tocar a un gusano
de fuego. Los tomamos en nuestras
manos desprovistas de guantes y se
lo pasamos a nuestro compañero
para compartir con él la belleza
de ese hermoso animal. Claro que a
los pocos minutos sentimos el dolor
del veneno liberado y aprendemos a
no volver a tocar a un poliqueto nunca
más.
Es asombroso que
un animal tan intelectualmente desarrollado
como el ser humano, no haya aprendido
a conocer los códigos comunes
de los otros animales. Tal vez, en
algún momento de la evolución
nos separamos tanto de ellos y nos
dedicamos tanto a nosotros mismos
que hoy nos cuesta mucho entenderlos.
"No
se puede defender lo que no se ama
y no se puede amar lo que no se conoce"
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